Sevilla

Esperar 27 horas para oír el Pregón

  • Las 130 entradas puestas a la venta en el Maestranza se agotan en media hora

Un día y tres horas llevaban esperando Manuel Díaz de los Santos y José Manuel Gallardo a las puertas de las taquillas del Teatro de la Maestranza cuando una reportera de televisión les preguntaba cómo habían pasado la noche. Faltaban cinco minutos para obtener la recompensa a tan larga espera: la ansiada entrada para el Pregón de Semana Santa que pronunciará mañana el periodista Antonio Burgos.

Llegaron a las siete menos cinco de la mañana del jueves y allí seguían. Forman parte de esa ya famosa lista de los 40 (nada que ver con éxitos musicales) conformada por los incondicionales del Pregón. Aquellos que en el último lustro siempre están en el mismo sitio y a la misma hora: jueves antes del Domingo de Pasión. Taquilla del Maestranza. Y a esperar. Todo lo que haga falta.

Este año la lista ha alcanzado los 80 integrantes. A los 40 de siempre se les han unido otros 40. Antonio Burgos duplica la expectación. Nada que ver con lo de años anteriores. Tampoco en el porcentaje reservado para venta directa. Eduardo Maestro, otro de los incondicionales, lo dejaba claro: "En 2002 eran 180, el 10 por ciento justo. Ahora sólo hay 130. A los que somos cofrades de verdad no nos dejan ningún sitio".

Los amigos de la cola del pregón, título con el que amenazan constituirse en próxima tertulia cofradiera, tienen también su sistema "tradicional" (no iban a ser menos) para organizar la espera. A primera hora del jueves se pasa lista a los eternos 40. Se van dando números por el orden de llegada. Quien no esté pierde su turno. Es la oportunidad para un nuevo aspirante. Este año, a pesar de haber 80, sólo podían tener opción unos 65 (son dos entradas por persona). Así lo explica Carmen, otra de las asiduas, quien recuerda que hubo años en que los visitaron los pregoneros, como Carlos Herrera e Ignacio Sánchez-Dalp, "porque la noche es larga y más a cuatro grados". Bufandas, abrigos, visones (sintéticos), sillas plegables y alguna que otra petaca bien nutrida para resistir el frío.

A las diez se abren las puertas. Media hora después, las entradas se agotan. Cara de decepción y enfado en algunos. Mientras, los agraciados enseñan con orgullo el triunfo en la mano. Hasta lo besan. No han tenido que esperar a Navidad. "El Gordo es poder ir mañana al Pregón". Y, pese a todo, quieren dejar claro que no son frikis. Sólo un poco apasionados de la Semana Santa.

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