Calle Rioja

A Goya no le gusta el Dibujo

  • Ejercicio. Alumnos de quinto de Primaria de la Safa conmemoran el bicentenario de la Constitución de Cádiz con una divertida recreación de la Carta Magna.

En cuarto de Primaria hicieron la primera Comunión y en quinto de Primaria hacen la primera Constitución. La mayoría del elenco tienen diez años y saben qué fueron el trienio liberal y la década ominosa. El general Murat se presenta hablando en francés gracias a la asistencia de Lorena, profesora de este idioma en el colegio de la Safa Nuestra Señora de los Reyes. Martín, el alumno que encarna al general gabacho, conoce a algunos de sus compatriotas: Benzema, Sarkozy.

¡Viva la Pepa! es un milagro. Pura teología de la liberación. La propuesta partió de Inmaculada Abreu (Alcalá de los Gazules, 1962), una gaditana, paisana de la Pepa, que nació el año del Concilio Vaticano II y es de la segunda promoción de teólogas (licenciadas en Ciencias Eclesiásticas). Inmaculada Calderón, teóloga de la primera promoción, le facilitó un texto de la actriz y dramaturga Stella Manaut titulado La Revolución de las Pepas. Abreu, tutora de este curso, se puso manos a la obra para adaptarlo. Ayer lo estrenaron en tres sesiones en el Centro Cívico Las Sirenas, dos para sus compañeros de colegio; una tercera para padres y abuelos. Los padres de la Patria.

Luisa Fernández, profesora de Guitarra, le ha puesto música al tanguillo que interpreta este grupo coral que hace un ejercicio de historia interdisciplinaria: Conocimiento del Medio, Historia, Geografía. La Constitución se lee a sí misma, Isabel, envuelta en una bandera de España como si celebrara de nuevo el gol de Iniesta. Estos niños saben dónde está Arapiles. A Arturo, que interpreta a Goya, no se le da muy bien el Dibujo. Álvaro y Sergio son Daoiz y Velarde. El segundo entra al final del ensayo comienzo un bocadillo. Es una lección de historia que imparten Carla y Ángela, alumnas convertidas en seños.

Lucía Cabral hace de María Luisa de Parma y se airea con un abanico. En la obra es la madre del indeseable Deseado Fernando VII, esposa de Carlos IV, y en la realidad hermana de Pepe Botella, del actor (Jorge Cabral) que hace de José Napoleón, cuya esposa, Julia Clary (una Lola piconera), añora los plácidos tiempos de Nápoles.

Alba es a sus diez años una consumada actriz. Hace de María Antonia Dos Sicilias, una de las cuatro esposas de Fernando VII. Ya ha trabajado en versiones de El maleficio de la mariposa, La flauta mágica y hará El sueño de una noche de verano. "¡Toma, qué calor!", dice otra Lola, del coro de revolucionarias.

Sobre el texto de Stella Manaut, Inmaculada Abreu introdujo algunas modificaciones para darle su sitio a Isidro, el épico tamborilero, y a Agustina de Aragón. "Lo que más me gusta de ella es el cañón", dice Celia, la alumna que asume ese papel y se atreve con una jota. Velarde es experto en franceses. No sólo porque les hizo frente con hombría simpar -"es valiente, no se acobarda ante nada", dice de su personaje- sino porque responde sin pestañear cuando se le pregunta por el nuevo Napoleón de la France. "François Hollande", dice mejorándole la plana a Murat.

En el último acto, Ángela y Carla, las profesoras de Historia por exigencia del guión, cogen sendas guitarras para sumarse a la fiesta. Antes sitúan los puntos suspensivos de lo que vino después. "En 1833 llegó al trono Isabel II y empezaron las guerras carlistas, pero ésa es otra historia", dicen con el latiguillo de Walter Mathau en Irma la Dulce. En el ensayo todo salió perfecto. "Tenéis que seguir gritando libertad hasta desaparecer", les arenga Abreu, tutora y apuntadora, mientras salen por un lateral.

Su primer paso para este encomiable proyecto fue ponerse en contacto con el gabinete pedagógico de la delegación de Educación en Cádiz. "Me mandaron un cuadernillo con información de las Cortes de Cádiz". Había que llenarlo de alma, de vida, de guasa, porque la Pepa nació en Cádiz, no en Teruel ni en Pamplona. Es un trabajo para todos los públicos, "sobre todo los inspectores", apunta Inmaculada Abreu en su carta magna, cuyo primer artículo dice que los niños aprenden mejor jugando.

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