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Imágenes a la intemperie

  • Contexto. De la pintura a la fotografía, la transición de Gonzalo Puch se ve en la Sala Atín Aya rodeado del recreo colegial, desayuno laboral y ecos de Kafka, Murillo y Antonio López

Exposición 'Intemperie' de Gonzalo Punch.

Exposición 'Intemperie' de Gonzalo Punch. / Nerea Martinez

Gonzalo Puch llevaba quince años sin exponer en Sevilla. En la Sala Atín Aya se puede ver su obra Intemperie, título de exteriores para una apuesta de interiores. A la intemperie, desayunos en El Picadero, vorágine estudiantil en la Facultad de Bellas Artes, desahogo infantil en el recreo de las Teresianas de Arguijo, ecos lejanos de la cohetería de las carretas. Vaivén permanente en la calle José Gestoso, tan Caótica como la librería que lleva ese nombre.

En el escaparate, la Escuela Murillo, libro de Enrique Valdivieso que se presentó ayer, comparte honores de primacía con la Generación Titanic. No sé si el fotógrafo Gonzalo Puch sabe que el fotógrafo Atín Aya que da nombre a la sala era un coleccionista de todo lo relacionado con el mítico y peliculero barco que se hundió al chocar contra un iceberg. El Titanic es la punta del iceberg de las cosas de Atín Aya que nos quedamos sin saber, de su legado interminable.

Hay un libro titulado Las hijas de Antonio López, obra de Rebeca Khamlichi. El mismo nombre que el pintor de Tomelloso y los cien mil antoniolópez que habrá en España. Tom Wolfe es Antonio Lobo en una traducción libre. No está La hoguera de las vanidades ni a título póstumo en el escaparate de la librería. Me lo recomendó hace casi treinta años el mánager de Julio Iglesias cuando éste actuaba en la discoteca Surfasaurus de Matalascañas. Que se muera el padre del Nuevo Periodismo siendo abuelo es curiosa metáfora de lo poco que dura lo nuevo, lo pronto que emvejece.

Hay un libro que se titula En la cocina de Kafka, que conecta con una de las respuestas del artista en la entrevista-catálogo que le hace Sema D'Acosta. "Eres como un chef que va mezclñando ingredientes...". "Sí, la cocina contemporánea podría ser una buena comparativa...", responde el artista. "¿De qué tiempo es este lugar?". Parece una pregunta dirigida a los que buscan la aldea almonteña, otro tiempo en el mismo lugar, pero Gonzalo Puch la encontró en un libro de Kevin Lynch. En la larga conversación con el comisario de la exposición apenas hay nombres propios. Sólo el de Cezanne cuando el fotógrafo critica el exceso de teoría, "como si lo que se dice de una obra fuese más importante que la propia obra". Algo parecido ocurre con la política, incluso con la cocina contemporánea: se habla más que se come... y comiendo no se habla...

En la exposición, un edificio construido con papel de periódico; una medición del tiempo en la que la primavera se ha quedado sin el trimestre del otoño; un caballo que pasta junto a un edificio que parece de Le Corbusier con una palmera al fondo, quizás el picudo acechando. "Pobreza minimalista", escribe Gonzalo Puch en uno de los textos, "recursos constructivos propios de las chabolas, geometría deteriorada y algún que otro vestigio humano con ventanas y ladrillos se mezclan con las finas maderas que sostienen por un pelo la construcción". Para Peter Mair, el galerista de la taberna Ánima, tirolés y sevillista, que pasa en bicicleta por delante de la librería Caótica, el minimalismo balompédico es el del Atleti, "uno-cero, cero-uno...", aunque el miércoles le desmintieron Griezmann y Gabi.

En Teledeporte dieron un partido del Mundial de hockey sobre hielo. Austria-República Checa. ¿Cuántas veces viajaría de Viena a Praga Stefan Zweig con su recado de escribir para certificar la sangría centroeuropea? Un deporte espectacular, Intemperie pura, una ópera con superhéroes de Marvel, Amadís de Gaula contra Tirant lo Blanc.

El artista se sitúa "en el territorio de la duda". Ha sacado conclusiones oyendo a maestros del flamenco. El fotógrafo dejó de pintar cuando empezó a dar clases en la Universidad de Cuenca en 1986, la misma a la que se incorporó el pintor Ricardo Cadenas. En 2010 se fue a vivir a Nueva York. De las casas colgantes a los rascacielos. Sema d'Acosta, su interlocutor, es el comisario.

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