Sevilla

Investigadores en la Diáspora

  • Sevillanos en el extranjero critican la infravaloración de su formación y la precariedad laboral en España

No se sabe con exactitud cuántos son. Cuántos se han ido, cuántos siguen fuera y cuántos han vuelto. Se habla de "una promoción perdida", de la ausencia de un cambio generacional y del "sinsentido" de recibir una "formación pública, pagada por todos, y de calidad, y que, al final, uno acabe produciendo para otros países". Pero, "lo peor" para la científica Isabel González, que lleva más de cuatro años en Baltimore (Estados Unidos), es que "esa inversión se pierda y parezca que no importa".

La escasez de financiación, los contratos precarios y la inestabilidad laboral, las trabas administrativas, la falta de inversión por parte del sector privado a proyectos de I+D, las escasas alternativas laborales más allá de la universidad y la infravaloración de los doctores fuera del ámbito académico son las principales diferencias que encuentran los investigadores andaluces con respecto al resto Europa o EEUU.

Recientemente, la Junta de Andalucía ha presentado el nuevo Plan Andaluz de Investigación, Desarrollo e Innovación (Paidi 2020), que, según la presidenta del Gobierno andaluz, facilitará la incorporación de 7.000 investigadores hasta 2020, además de desarrollar un programa de retorno de tecnólogos e investigadores que se hayan marchado fuera de la región. También plantea programas de doctorado en colaboración con empresas, proyectos para la generación de nuevo conocimiento, iniciativas públicos-privadas -con especial interés en las cooperativas- y medidas de apoyo a científicos consolidados y a talentos emergentes. Pero el Paidi 2020 no especifica cómo se va a llevar esto a cabo.

"Estamos exiliados", lamenta María Almuedo, una bióloga de 32 años que lleva un año y medio realizando un programa de posdoctorado en el Friedrich Miescher Laboratory de la Max Planck Society (en el laboratoerio de Patrick Müller), "uno de los centros más prestigiosos de Alemania". "La cuestión es: ¿Tú quieres volver? ¿A qué precio? Si no volvemos es porque nos compensa lo que hacemos aquí", anota esta científica que recibe una beca de 2.500 euros al mes para un proyecto de biología de desarrollo embrionario. "Tengo amigos que han vuelto a España y cobran como jefes la mitad que yo".

La mayoría de los entrevistados aseguran que sus currículos son más valorados fuera a la hora de ser contratados. Mientras que, tras realizar un programa de posdoctorado (posdoc), en Europa les ofrecen la oportunidad de dirigir un laboratorio, investigar su propio proyecto y financiación para contratar a personal, en Andalucía trabajan para otros y en condiciones precarias. "Cuando he intentado volver siempre me han dicho que no se me valoraría, que me faltaba experiencia en el contexto español", señala Pablo Zoido, que se fue de Sevilla en 1991 para estudiar la carrera de Economía en Madrid y no ha vuelto. Ha trabajado en Bélgica, Italia, Estados Unidos y Francia y este verano regresará a Washington DC para trabajar en el Banco Interamericano de Desarrollo. "De momento estoy fuera y, aunque me gustaría volver, la verdad es que no veo muchas oportunidades".

"En España estás medio mendigando. Los sueldos son muy bajos, no se ajustan a tu cualificación, y no tienes estabilidad, tienes que estar constantemente buscando fondos. Fuera estás mejor considerado, tienes cierta autoridad", apunta Alejandro Barriga, Ingeniero en Telecomunicaciones que trabaja actualmente en la University New South Wales, en Australia.

Su situación resulta peculiar: está obligado a volver. Tras realizar un máster en Ingeniería Biomédica y realizar su tesis con el doctor López Alonso del departamento de Cirugía Pediátrica del Hospital Virgen del Rocío, optó a una beca Talentia, patrocinada por la Junta de Andalucía. "Esta beca te permite formarte fuera pero luego tienes que retornar a Andalucía al menos cuatro años para aplicar los conocimientos adquiridos". Sin embargo, ante la falta de oportunidades, se marchó a Madrid y luego a Australia, donde su equipo, que cuenta con una financiación de unos 10 millones de euros cada tres años, ha sacado en un año tres patentes. "No puedo volver porque no tengo donde ir. En Andalucía no hay financiación y el programa Talentia tampoco te ofrece oportunidades, llamas y ni te responden, te sientes desamparado".

"Volver a España sería dar diez pasos atrás en mi carrera. No se reconocería todo mi trabajo", opina Noelia Madroñal, por su parte, licenciada en Ciencias Ambientales por la Universidad Pablo de Olavide. Ésta realizó su tesis doctoral en Fisiología Animal en el área de Neurociencia, con el profesor José María Delgado. "El sueldo es infinitamente más bajo y trabajas muchas más horas".

Tras pasar tres años en Italia en el Laboratorio Europeo de Biología Molecular, Madroñal dio el salto a Basilea (Suiza), donde le ofrecieron un contrato en una empresa farmacéutica. Para esta científica, uno de los grandes frenos de la investigación en Andalucía son las trabas administrativas. "Pasas el 50% de tu tiempo solucionando problemas burocráticos", se lamenta.

Jesús Campos, natural de Camas, opina de modo similar. "Jamás he visto fuera tantas trabas. Posiblemente sea un daño colateral. En general, la gente se ha aprovechado en tiempos de bonanza y los científicos lo estamos pagando. Tenemos que justificar todo, hasta la asistencia a un congreso, y esto ralentiza toda la investigación".

Campos ha pasado más de tres años en el extranjero en dos de las mejores universidades del mundo: Yale y Oxford, y, antes, realizó un máster en Manchester. La estancia en Oxford la realizó con un contrato posdoctoral denominado Talentia, patrocinado por la Junta de Andalucía y la Unión Europea (programa Marie Curie), que incluye una parte en Oxford (20 meses) y otra en Sevilla. En estos momentos, trabaja en el Instituto de Investigaciones Químicas de Sevilla, con el catedrático Ernesto Carmona. "Desde un punto de vista laboral no hubiera vuelto nunca, pero, por la familia y los niños, he regresado", asegura Campos, licenciado en Química. "He sacrificado mucho científicamente por volver. Pero soy optimista, creo que la situación va a cambiar".

Otra de las quejas que manifiesta este científico es la forma en la que en Andalucía se administra el dinero, el llamado "café para todos", un debate muy polémico dentro del sector. "Aquí no se prima a los grupos de excelencia, ni a los que más producen. El salario es igual para todos", apunta Campos. "Los incentivos en Andalucía son irrisorios. Aquí un profesor investiga porque le gusta, no porque le repercuta económicamente", apunta este químico de 31 años. "En Estados Unidos no se concibe que un profesor no investigue, y aquí es algo normal. En la Universidad de Oxford, cada profesor es un investigador de élite".

El ingeniero aeronáutico Diego Canales, también de 31 años, asegura que en España falta un "tejido empresarial que absorba a los posdoctorados. "Es una cuestión política, aquí no saben ni siquiera qué es un posdoc".

Canales trabaja actualmente en el École Centrale de Nantes (Francia), desarrollando métodos numéricos en el laboratorio del investigador valenciano Francisco Chinesta, que lleva más de 20 años en esta universidad. "En Francia existe un mecenazgo industrial. Las empresas privadas pagan a las universidades para que éstas desarrollen las líneas de investigación que a las empresas les interesan".

Este ingeniero también se plantea volver en los próximos meses por una cuestión familiar, posiblemente como profesor sustituto en la universidad y con un sueldo lejos de los 2.000 euros netos al mes actuales: "Si no fuera por mis dos hijas, el siguiente paso sería Estados Unidos".

La mayoría de estos investigadores echan en falta un cambio de mentalidad y un mayor vínculo entre la Universidad y las empresas. "Fuera, el sector privado valora mucho a los doctores, pero en España no", se queja el ingeniero industrial Carlos Sandino, que apenas lleva un mes en Francia, donde permanecerá durante tres años para realizar su tesis. Natural de Almería y antiguo alumno de la Universidad de Sevilla, asegura que mientras que "las empresas no inviertan en I+D, nada cambiará".

En este sentido, Julio Ríos, licenciado en 2013 en Biotecnología por la Universidad Pablo de Olavide, asegura que fuera de España se fomentan las alternativas profesionales. "En el Reino Unido me han dado un curso sobre el impacto de las investigaciones en la sociedad, cómo pueden venderse, cómo sacar provecho. Te ofrecen una formación orientada al negocio", apunta este algecireño especializado en nanomedicina y que trabaja en un proyecto que busca curas para el cáncer. "En Inglaterra, a nivel de calle, la gente está muy concienciada de que hay que invertir en la investigación del cáncer o enfermedades raras, y hay asociaciones de particulares que realizan donaciones".

Isabel González, por otro lado, destaca también cómo en Estados Unidos, donde trabaja desde hace tres años, valoran sus opiniones: "Aquí no hay ideas malas si están bien justificadas. Siempre que he tenido una idea mi jefe me ha apoyado para desarrollar el proyecto. Eso no ocurre en España. Sólo se investiga lo que te dicen que investigues", critica esta científica especializada en trastornos metabólicos. "Siempre he querido volver, pero una carrera, un máster, una tesis y cuatro años y tres meses de posdoctorado al otro lado del charco, entre Baltimore y Nueva York, es mucho esfuerzo para tirarlo por la borda". Y enfatiza: "A veces algunos confunden la migración con conocer mundo".

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