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Sevilla

Ladrones de iglesias

  • Dos nuevos robos en la misma semana han vuelto a evidenciar el problema de la falta de seguridad de las iglesias, que guardan un rico patrimonio sin vigilancia

Los robos sufridos hace semanas por la hermandad de la Resurrección y por la Sacramental de Umbrete han vuelto a poner de manifiesto una realidad preocupante. La gran mayoría de las iglesias de la provincia de Sevilla guardan en su interior un patrimonio de valor incalculable que no está lo suficientemente vigilado. Templos como la Catedral, el Salvador o las basílicas de la Macarena y del Gran Poder sí cuentan con fuertes medidas de seguridad, que han permitido a la Policía esclarecer cualquier robo que se haya producido en ellos. Un ejemplo fue el arresto del ladrón que sustrajo unas jarras del paso de la Macarena, que fue grabado por las cámaras de videovigilancia de la basílica. O el de las cadenas de la Catedral. Pero en templos en los que residen hermandades con menor pujanza económica o en conventos en los que apenas hay visitas la seguridad hace aguas.

El Arzobispado tiene en marcha un proyecto para incrementar la vigilancia en las parroquias. Es fundamental la instalación de cámaras. Pero no deja de ser un plan costoso, dado el elevado número de iglesias que hay en la ciudad y el rico patrimonio que se guarda en ellas. En el caso de los templos que pertenecen a hermandades o a congregaciones religiosas, la capacidad económica para poder instalar este tipo de medidas es aún menor, lo que hace que en la mayoría de las ocasiones el patrimonio esté expuesto a los ladrones.

Sí ha habido robos mucho más importantes, en los que hubo cierta preparación

Los dos últimos robos pueden calificarse como menores, puesto que han sido sustracciones de joyas y las imágenes no han sufrido daños. En el caso de Umbrete, el robo se produjo en la casa hermandad y desaparecieron las potencias y la corona de espinas de salida del Cristo de la Vera-Cruz y todas las joyas de la Virgen de los Dolores. En el de Santa Marina, el ladrón se llevó las joyas de la Virgen de la Aurora, que estaba colocada en el altar de su capilla. Ambas hermandades han difundido imágenes de las piezas sustraídas para su localización, pero en el caso de metales preciados como el oro y la plata es muy difícil que puedan recuperarse este tipo de alhajas, puesto que suelen revenderse rápido y terminan fundidas. Todavía no se han recuperado, y difícilmente se podrá hacerlo ya, las águilas bicéfalas y las bambalinas de las Siete Palabras, que fueron sustraídas en enero de 2012 de un almacén que la cofradía tiene en Pío XII.

Los de Santa Marina y Umbrete no han sido los únicos robos ocurridos en iglesias en el último año. En junio de 2016 hubo un robo en la iglesia de la Consolación de Aznalcóllar, si bien en esta ocasión el ladrón respondía a un perfil distinto. Era un especialista en la sustracción de antigüedades, que luego solía revender en el Jueves. Fue detenido en diciembre después de que desvalijara una casa de Espartinas en la que había platos de cerámica del siglo XIX, una Virgen sentada sobe un trono del siglo XVIII, y diversos grabados y cuadros.

El robo de Santa Marina va más en la línea del ocurrido en enero de este año en la parroquia de Santa María de Jesús de Lebrija, de donde se llevaron los clavos que portaba la Virgen de la Soledad, el cáliz del ángel de la Oración en el Huerto y un rosario que lucía la Virgen del Rosario. El ladrón quitó los objetos de las manos de las figuras, que se encontraban en distintos altares de la iglesia. Unos días antes se había registrado otro delito en la parroquia de San Roque, en Sevilla capital, de la que el delincuente sólo se llevó el dinero de los cepillos.

Han sido, en casi todos los casos recientes, robos de escasa cuantía, lo que lleva a las Fuerzas de Seguridad a pensar que no existe ninguna banda organizada dedicada al robo de iglesias en la provincia de Sevilla. Son más bien robos individuales, que suelen ser cometidos por ladrones comunes sin demasiada organización, que se aprovechan precisamente de las escasas medidas de seguridad que hay en las iglesias. Ninguno de los autores imita a Erik el Belga, el famoso ladrón que expolió las iglesias de media España en los años setenta. No trabajan de manera organizada ni elaboran un plan preconcebido que seguir. Muchas veces son toxicómanos que sólo buscan algún objeto de valor que puedan revender de manera rápida para obtener dinero con el que costear su adicción. Fue el caso ocurrido en 2015 en la parroquia de Nuestra Señora de la Merced, en Morón de la Frontera, donde un delincuente que acababa de salir de prisión fue a pedir comida a la iglesia y sustrajo una reliquia de San Ramón Nonato y una daga de martirio, que la Policía recuperó después en un anticuario de Sevilla.

Años atrás sí ha habido robos mucho más importantes, en los que hubo al menos una cierta preparación. Fue el caso del sufrido por el convento del Santo Ángel, en verano del año 2015. Los ladrones se llevaron piezas de orfebrería valoradas en 23.000 euros, que tampoco se han podido recuperar ni localizar a los autores. Muchos de estos robos se cometen sin forzar las puertas, con los ladrones aprovechando momentos en los que el templo está vacío o bien entrando cuando está abierto y ocultándose en el interior hasta que llegue la hora de cierre.

Así operaba, por ejemplo, el ladrón que robó en la iglesia del Corpus Christi en enero de 2016. Se quedó un domingo por la noche después de la última misa y aprovechó para llevarse copones, cálices, bandejas, manteles y hasta el vino de consagrar. La Policía lo detuvo en apenas 24 horas. Se descubrió después que había robado una jarra en la iglesia de la Magdalena y también en una vivienda anexa al Corpus Christi. El juez le impuso una medida cautelar curiosa: una orden de alejamiento de las iglesias, que en Sevilla -al menos, en el centro de la ciudad- es algo realmente difícil de cumplir dado el elevado número de templos que existen. Un modus operandi parecido tenía el ladrón que sustrajo unos cálices de la parroquia de San Bernardo, el mismo que se introdujo entre los costaleros de una procesión de gloria en la iglesia de los Terceros para llevarse varios teléfonos móviles y las llaves de una moto que luego sustrajo también. Este delincuente, además, había salido de costalero en varias hermandades y conocía perfectamente cómo se organizaba una cofradía.

Aunque el perfil más extendido sea el del ladrón oportunista, que aprovecha un resquicio para colarse en el templo y robar, también ha habido robos con fuerza, como el ocurrido en la iglesia de la Virgen de la Granada, Patrona de Guillena, donde los autores del robo empotraron un coche contra la puerta del templo para robarle las coronas de la Virgen y el Niño. O como el asalto de la capilla privada de la Hacienda de Torrijos, en Valencina, donde se sustrajeron la talla del Niño Jesús de la Virgen del Rosario.

En muchas ocasiones el trabajo de la Policía y la Guardia Civil da sus frutos y han sido varias las personas detenidas por robos en iglesias en los últimos años. Una de las operaciones más importantes fue la del monasterio de San Clemente, donde un voluntario que colaboraba con el convento realizando trabajos de mantenimiento se estaba llevando decenas de obras de arte.

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