Los Juegos Olímpicos de Barcelona se inauguraron en el paso del ecuador de la Expo, que llevaba ya tres meses y cinco días de funcionamiento. Como la tradición es la auténtica modernidad, la Velá estaba en sus compases finales. De abril a octubre, uno de los pabellones representó al Comité Olímpico Internacional que entonces presidía Juan Antonio Samaranch, atípico prócer del franquismo-leninismo.

Un cuarto de siglo después, el carril-bici que atraviesa la Cartuja recuerda que ese año Indurain ganó el Tour de Francia, gesta que convirtió en costumbre. Gambrinus lleva 25 años subido a la pértiga del pabellón de la Cruzcampo como guiño a Sergei Bubka. El pabellón del COI fue muchos años discoteca Antique y su única relación con el deporte es que la visitaban con frecuencia futbolistas de los dos equipos. Con su transformación en discoteca Rosso, dejó de verse el pebetero y sólo se conservan los arabescos que adornan la cubierta.

¡Aquí fue Troya!, diríamos con don Quijote de aquellas glorias convertidas en molicie. Parece una metáfora que a esta obsolescencia amorfa de lo que fue recinto de Coubertin le acompañen los arcos del llamado pabellón del Futuro que diseñó Oriol Bohigas, cuya parte norte quieren convertir en sede del Archivo General de Andalucía.

Farolas junto al pabellón del COI.

Ni el pabellón del COI es ya olímpico en la ciudad que quiso serlo y que construyó un estadio donde canta la Pantoja, se purifican los testigos de Jehová o se celebra la canonización de una chica bien del barrio de Salamanca que se convirtió en superior de las hermanas de la Cruz. El estadio de Cruz y Ortiz acogió hace 18 años el Mundial de Atletismo y en él consiguieron sendas Copas del Rey el Valencia y el Zaragoza y un trofeo continental el Oporto de Mourinho.

Lo único realmente olímpico de la Cartuja es el río Guadalquivir, ese brazo del mar sanluqueño que con la Corta del mismo nombre se amansó y fue convertido en un Lago Plácido, traducción castiza del Lake Placid donde Climent y Lasurtegui consiguieron la plata de Los Ángeles. A espaldas del que fuera pabellón del COI está la puerta norte de los Jardines del Guadalquivir. Suenan los aspersores de riego.

Un ciclista de Chiclana, Moreno Periñán, paisano de Fernando Quiñones, consiguió la primera medalla española de Barcelona 92. España no jugó la Eurocopa, que ganó Dinamarca en Suecia, pero se llevó el oro olímpico en fútbol y el Barça la Copa de Europa en Wembley. Una medalla de Barcelona en el exilio.