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La preparación

Obras: Un récord de cinco años

  • Unas 50 grandes empresas nacionales se adjudicaron las obras y subcontrataron con cientos de empresas locales.

Volver una ciudad del revés y modernizarla por completo en cinco años fue la mayor hazaña. Las obras comenzaron en julio de 1987 y acabaron en abril de 1992, a tiempo para la muestra.  El que fue director general de proyectos y construcciones de la Expo92, el ingeniero Ginés Aparicio, cifra en 112.000 millones de las antiguas pesetas –673 millones de euros– lo que costó transformar la isla de la Cartuja en una verdadera ciudad y algunos no creyeron que fuera posible hasta ver el resultado. Hubo sobrecostes de obra en todas las actuaciones. En opinión de Aparicio, sin embargo, “lo que se gastó se hizo razonablemente bien sin desperdiciar el dinero”.

 

Crear un equipo humano muy sólido y organizarlo bien fueron las claves para que las obras estuvieran en plazo, según la sociedad organizadora. Lo más complicado: acertar en el diseño del programa de necesidades para el número de países que iban a participar y el número de visitas previsto. Las previsiones fueron erróneas pero, según Aparicio, un plan director flexible permitió adaptarse a los cambios.

El suelo rústico y en el extrarradio que era la isla de la Cartuja se transformó en un centenar de pabellones de vanguardia, un modernísimo sistema de transporte interior (telecabina, monorraíl, catamarán por el río), estructuras de sombra para refrescar el recinto (pérgolas y microclima), un lago central conectado a la dársena del río, una vegetación de ensueño e instalaciones para espectáculos.

De esa época son las infraestructuras que modernizaron la ciudad: la estación ferroviaria de Santa Justa  (9.500 millones de pesetas), el aeropuerto de San Pablo (12.193 millones de pesetas), los nueve puentes y la definitiva apertura de la ciudad al río, por citar algunos ejemplos.

Las grandes constructoras del momento con experiencia sobrada ganaron los concursos de adjudicaron de las obras del recinto de la Cartuja y del resto de infraestructuras de la ciudad y éstas subcontrataron muchísimo con empresas locales. Ahí estaban Dragados, Ferrovial, FCC (Fomento de Construcciones y Contratas), Corsán-Corviam, Huarte, Vías y Construcciones, Agromán y un largo etcétera.

Pincha para ver la distribución de los pabellones de la Expo 92 y la ocupación actual de la Isla de la Cartuja / Departamento de Infografía

Todas las empresas se implicaron mucho en hacer posible una ingente cantidad de obras, explica el que fue director general de obras. Aparicio calcula que unas 50 empresas participaron como contratistas directos en la Expo y otras cientos como subcontratistas.

En 2003, el Ayuntamiento de Sevilla todavía adeudaba a varias constructoras más de 1.700 millones de pesetas –sin contar los intereses de demora– por una decena de obras en la ciudad ligadas a la Expo.

Entre los cientos de subcontratistas destaca Expo-An, ligada al empresario sevillano Luis Portillo, que rehusó valorar a este periódico los años de la Expo por “la mala situación económica por la que están atravesando” él y su familia. Ni siquiera quiso citar las obras en las que participó su subcontrata. Su trabajo en muchas obras ligadas a todos los cambios que hubo en Sevilla por la muestra universal le permitió dar un salto cualitativo como empresario.

Portillo empezó con 20 años en la subcontrata de yeso de su padre, en Dos Hermanas, y se dice que llegó a concentrar un tercio de las subcontratas de la Expo92. Ya pasada la muestra estuvo al frente de grandes empresas y hasta 2007 estaba en la lista de Forbes de los más ricos del mundo.

Hitos ambientales. La idea del microclima (pulverizar agua para bajar la temperatura) que se aplicó en la Expo marcó un hito histórico gracias a los catedráticos de la Universidad de Sevilla, Valeriano Ruiz y Ramón Velázquez, como recuerda siempre el arquitecto Jaime López de Asiáin, que dirigió para la Expo 92 toda la experiencia del microclima en espacios públicos. 

El diseño de las pérgolas de sombra fue idea del ingeniero Ginés Aparicio, mientras su ejecución corrió a cargo del arquitecto Félix Escrig  y Ricardo Huete. Proyectaban 50.000 metros cuadrados de sombra, aparte de las carpas y toldos por todo el recinto.

Ante la previsión millonaria de visitantes en pleno verano que no cabrían dentro de los pabellones y soportarían largas colas de hasta cinco horas, como así fue, el director de obras de la Expo se planteó buscar medidas para suavizar el calor. La sombra vegetal era la mejor solución para refrescar el ambiente.

La idea de crear una pérgola móvil con un diseño y tamaño concretos le surgió un fin de semana, cuenta Aparicio. Consultó antes con Alberto García Camarasa, responsable de plantaciones de la Expo, si veía posible su solución y éste le dijo que sí pese a sus dudas. Medía 6x12 ó 6x6 metros, tenía mallas arriba y abajo, y forma de celosía. Así quedó definido en las bases del concurso.   

Y a partir de ahí se comenzó a estudiar cómo hacerlo. “Desde la Expo montamos un concurso que ya llevaba la solución del diseño”. Ese concurso lo ganó la empresa que ofertaba las pérgolas en la que estaba Félix Escrig de técnico.

Lo efímero se quedó. Los pabellones e instalaciones de la Expo de Sevilla marcaron dos novedades con el resto de exposiciones universales anteriores: por la vanguardia de sus diseños y porque algunos efímeros no se demolieron, mientras se construyeron  muchos permanentes,  cuando lo tradicional era demolerlos tras la muestra.

Los responsables de la organización cuentan que los comisarios no entendían la posibilidad de hacer pabellones permanentes.

El coste de obra de todos los edificios se calcula en 49.664 millones de pesetas. Han quedado en pie joyas arquitectónicas de madera como el Pabellón de Chile y el de Finlandia, y han desaparecido el edificio del cine Omnimax y los pabellones de Japón y de la Santa Sede. 

La presión ciudadana para conservar algunos efímeros comenzó con el pabellón de Hungría, de los más originales. En 2001 el empresario Portillo lo compró y lo convirtió en el Pabellón de la Energía Viva. En 2007 quiso demolerlo, pero, ante la presión ciudadana, Ayuntamiento y Junta frenaron la operación. Este caso dio paso a que varios pabellones fueran protegidos desde el punto de vista normativo por la Consejería de Cultura como patrimonio arquitectónico.

El cine Omnimax, según Aparicio, se desmontó porque “no tuvo mucho éxito en Sevilla y tampoco se podía mantener. Exigía unas condiciones de temperatura y humedad muy rigurosas para evitar que el recubrimiento de la superficie sobre la que se proyecta se deforme”. Suponía un alto coste. El monorraíl, el telecabina, el catamarán, las pérgolas y toldos de sombra también se desmontaron. La crisis económica que siguió a la Expo forzó este final. Era caro mantenerlos.

Después de 20 años, la asignatura pendiente de la Cartuja es su integración con la ciudad, que se ha dado “a medias” por el exceso de vallas, en opinión de Aparicio. “El vallado general del perímetro no está mal para abrirlo de día y cerrarlo de noche. Pero no son necesarias tantas vallas internamente, hay demasiadas. La idea está en la mente de muchas personas. Creo que con el tiempo cumplirá”, declaró. Este error se evitará en la obra del rascacielos de la Cartuja acercando el recinto a Triana y al puente del Cachorro.

Algunas cifras

112.000 millones de pesetas: Fue el coste que supuso transformar la isla de la Cartuja para que acogiera el recinto de la Expo92, según los cálculos del que fue el director de proyectos y obras de la exposición, Ginés Aparicio. En euros el gasto fue de 673 millones. 

9.500 millones de pesetas: Es el coste de la obra de la estación ferroviaria de Santa Justa, que se adjudicó en 1987 y se acabó en mayo de 1991. Fue diseñada por los arquitectos sevillanos Cruz y Ortiz (Antonio Cruz Villalón y Antonio Ortiz García).  

12.193 millones de pesetas: La inversión que se llevó la construcción del actual aeropuerto de San Pablo de Sevilla diseñado por el arquitecto navarro Rafael Moneo. 

3.600 millones de pesetas: El coste del dragado del estuario del Guadalquivir que se acometió antes de la Expo para mejorar la navegación en el Guadalquivir y el acceso a Sevilla.

Seis puentes en la dársena: La Exposición Universal de 1992 dotó a Sevilla de nueve puentes, de los cuales seis se colocaron en la dársena urbana del río: Quinto Centenario, Alamillo, Barqueta, Pasarela de la Cartuja, Cristo de la Expiración (Cachorro) y Delicias (ferroviario también).

49.664 millones de pesetas: Fue el dinero invertido en la construcción de todos los edificios que se levantaron en el recinto de la Expo, entre pabellones y otras instalaciones.

 

42 millones de visitas Es la cantidad de visitas contabilizadas en el recinto de la Expo en los seis meses que duró la muestra universal. Las previsiones iniciales apuntaban a 22 millones de personas, pero las cifras reales acabaron doblando los cálculos de la organizadora. 

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