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Sevilla

"Oí unos gritos y luego vi llamas de dos metros"

  • Los familiares que dormían en la sala de espera de la UCI del Hospital General fueron testigos del fuego

En el ala de Psiquiatría del Hospital Virgen del Rocío todavía olía a quemado al mediodía de ayer. Una cuadrilla de limpiadores eliminaba todos los restos de humo acumulado en las paredes y las huellas de las manos dejadas en el hollín por los que habían sido evacuados. Un vigilante de seguridad impedía el acceso al módulo de pacientes agudos, donde se generó el incendio. Todavía quedaba agua en el suelo como consecuencia del trabajo de extinción de los Bomberos.

En los pasillos del hospital sólo se hablaba del incendio. Pacientes y familiares se contaban unos a otros cómo lo habían vivido. "Yo estaba durmiendo en la sala de espera de la UCI, donde tengo a mi sobrina ingresada. Oí unos gritos, no le di mayor importancia, pero luego escuché la alarma y a alguien que chillaba '¡fuego, fuego!' Salí y vi llamas de más de dos metros por la ventana de la habituación. Entonces volví a entrar para interesarme por mi sobrina, que sufre una neumonía y me preocupaba que llegara el humo hasta la UCI". La mayoría de los familiares que estaban en la sala de espera de esta unidad fueron testigos privilegiados del fuego.

"Yo de los gritos no me enteré porque estaba dormido. A mí me despertó la alarma y también vi las llamas. Eran muy grandes. Luego ya sacaron a todos los enfermos y los han ido colocando donde han podido. Muchos de ellos estaban por los pasillos y otros en un cuartito que parece un almacén", decía otro de los parientes, todavía con el susto en el cuerpo.

Algunos de los enfermos desalojados paseaban por la puerta del ala de Psiquiatría, la mayoría vestidos con los pijamas del hospital. Casi todos ellos fumaban compulsivamente y comentaban lo ocurrido a primera hora de la mañana. Junto a ellos, algunos de los bomberos que intervinieron relataban las dificultades que habían tenido para acceder al edificio, cuya entrada está protegida con una serie de macetones y separadores de los carriles, y para desalojar a los pacientes que se resistían a salir de sus habitaciones. A unos metros, el ajetreo habitual de la entrada de la unidad de Traumatología devolvía la normalidad al hospital.

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