Sevilla

El imperio de la droga

  • Más de 30 viviendas del barrio de Los Pajaritos se utilizan como puntos de venta de estupefacientes

  • Algunos de ellos son los más activos de Sevilla

Hace ya dos años que Los Pajaritos le quitó al Polígono Sur el dudoso honor de ser el barrio más pobre de España. Con una renta media por habitante que sigue bajando año tras año hasta situarse en los 12.307 euros, la brecha entre ambos barrios creció en el año 2016, último ejercicio del que se tienen registros. Faltan por conocer los datos de 2017, pero el panorama no es demasiado esperanzador. La población autóctona de Los Pajaritos, compuesta principalmente por personas mayores, se va muriendo lentamente. Los herederos se ven obligados a malvender sus pisos deprisa y corriendo ante el temor de que alguien lo ocupe pegando una patada en la puerta. En el mercado legal, el precio oscila entre los 15.000 y los 20.000 euros. En el ilegal se manejan cantidades muy inferiores.

Al final, son muchas las viviendas que terminan en manos de los narcotraficantes, que los utilizan como puntos de venta de estupefacientes, almacenes de droga (que en el argot se llaman guarderías), lugares para instalar plantaciones indoor de marihuana ante la creciente demanda de esta droga en toda Europa y cagaderos. Con este nombre se conocen los pisos a los que se llevan a las mulas (personas que han traído droga a España en el interior de sus cuerpos, generalmente hachís desde Marruecos), para que expulsen las sustancias, casi siempre en presencia de algún miembro de la banda responsable de la carga para comprobar que no falta nada.

Los Pajaritos lleva camino de convertirse, si no lo es ya, en un auténtico supermercado de la droga. Fuentes de la lucha contra el narcotráfico aseguraron que en el barrio hay ya más de treinta puntos de venta de estupefacientes, una cantidad demasiado elevada para una barriada relativamente pequeña, aunque superpoblada. En los antiguos bloques del Patronato y el Ayuntamiento, algunos de los cuales se caen a pedazos, viven aproximadamente 21.000 personas, una población casi tres veces inferior a la del Polígono Sur. En muchos casos lo hacen hacinados, pues la mayoría de las viviendas del barrio no llegan a tener 40 metros cuadrados.

La propia evolución de la población ha convertido esta zona de la ciudad en un lugar idóneo para las mafias del narcotráfico. La primera generación de vecinos, compuesta por familias trabajadoras procedentes de Triana y otros barrios de la ciudad que fueron obligados a marcharse de ellos en los años cincuenta del siglo pasado, va muriendo año tras año. De ella, lo que quedan suelen ser personas mayores, la gran mayoría mujeres viudas, que no quieren irse. Pero la segunda generación, los hijos de estas primeras familias, sí se marcharon en su día a otras zonas de la ciudad. Y muchos de los que no lo hicieron cayeron en la epidemia de heroína que asoló especialmente este barrio en los años ochenta. Los jóvenes que no murieron víctimas del sida, la hepatitis o las sobredosis son ahora cincuentones sin estudios, formación o preparación laboral alguna, lo que repercute directamente en que el paro alcance en Los Pajaritos cotas elevadísimas, muy por encima de las del resto de la ciudad.

La tercera generación, surgida en los años ochenta y noventa del siglo pasado, ya deparó un amplio grupo de niños hijos de familias desestructuradas, que sólo iban a la escuela gracias al esfuerzo de las abuelas, que se criaron en unas calles en las que la droga corría a raudales y que -no tenían otra salida posible- se iniciaron en la delincuencia cuando todavía eran menores de edad. Así surgieron bandas de atracadores como la del Demonio o la del Huevo. A medida que fueron creciendo, entrando y saliendo de reformatorios, estos chicos se dieron cuenta de que el negocio de la droga era mucho más lucrativo y menos arriesgado que jugarse la libertad, o incluso la vida (recuérdese la muerte de Marcos Ríos en verano de 2002 a tiros de un guardia civil mientras atracaba un estanco de Amate, que dio origen a una serie de revueltas sociales nunca vistas antes en Sevilla) empuñando un arma de fuego y asaltando algún negocio, o a algún representante del que alguien les hubiera santeado que llevaba encima una gran cantidad de joyas o dinero.

Así fueron surgiendo organizaciones que poco a poco se fueron apoderando de Los Pajaritos y sus calles, que ya cuentan con algunos de los puntos de venta de droga más activos de Sevilla. No hay forma rigurosa de medir este dato, pero, igual que Los Pajaritos le quitó el puesto de barrio más pobre de España a las Tres Mil Viviendas, no es descartable que ya le haya quitado también el del lugar en el que más droga se vende de Sevilla. Mientras tanto, las administraciones siguen pasando de puntillas por este barrio, que continúa sin tener un plan integral como sí lo tiene el Polígono Sur, donde no sólo hay una figura para gestionar todos los esfuerzos y recursos públicos como es la Comisionada, sino que además se permiten gastar más de tres millones de euros en la Factoría Cultural, un edificio destinado a acoger conciertos, exposiciones y talleres.

Aquí, en cambio, el Ayuntamiento ha tardado una eternidad para levantar los dos bloques que fueron derribados hace ya cuatro años, y que tendrían que haber supuesto el primer paso para la regeneración del barrio. El Consistorio ha recepcionado por fin la obra y ahora empieza el proceso de asignación de las viviendas, pero parece que dicho proceso es demasiado lento y no va a la misma velocidad que corren el deterioro y el tráfico de drogas.

Ya lo advirtió recientemente la plataforma Tres Barrios-Amate, que manda periódicamente mensajes de SOS a las administraciones, sin que nadie parezca oírlos. En verano de 2017, tras el último homicidio registrado en la calle Carena, esta entidad alertaba del "progresivo deterioro" del barrio, donde la convivencia "se ha desvertebrado". "Las relaciones vecinales, ricas en otro tiempo, se han enrarecido. La delincuencia organizada se camufla bajo estas difíciles condiciones", exponían los vecinos, hartos de promesas incumplidas.

El año pasado hubo en el barrio dos homicidios directamente relacionados con el tráfico de drogas. Uno de ellos precisamente se juzga a partir de hoy en la Audiencia de Sevilla. Es el de la Flor, una toxicómana apuñalada 45 veces presuntamente por otro drogadicto de nacionalidad argentina, vecino de San Jerónimo, apodado el Boludo. En lo que va de década ha habido cinco muertes violentas y numerosos apuñalamientos y reyertas derivadas del negocio de los estupefacientes. La Policía mantiene una presencia activa en el barrio y ha desarrollado varias operaciones antidroga en la zona. En una de ellas resultó herido grave un agente, que recibió un fuerte golpe asestado con la culata de una pistola cuando perseguía a un traficante del barrio, Roberto Carlos R. J., un tipo que había pertenecido en su día a la banda del Demonio y la noche del 1 de mayo de 2017 fue sorprendido cargando una mochila con más de 1.500 pastillas de éxtasis. El policía expuso su vida durante la intervención, lo que motivó la orden interna a los patrulleros para que nunca entraran solos en el barrio y lo hicieran siempre al menos de dos en dos. Esto, obviamente, ha dificultado las labores de vigilancia en la zona, que también se han visto perjudicadas por la escasez de agentes y la reordenación de los efectivos, que ha mermado la dotación de las comisarías de distrito.

La senadora de Podemos Maribel Mora trasladó el problema de la droga en Los Pajaritos al secretario de Estado de Seguridad, José Antonio Nieto, así como la necesidad de que el Gobierno apueste por el plan integral para recuperar la zona. En su respuesta, este alto cargo de Interior explicó que "no le consta" que nadie le haya pedido al Gobierno que se implique en este plan integral, pese a que así lo llevan demandando los vecinos desde hace años. Sobre la lucha contra el narcotráfico, Nieto fue muy escueto y sólo dijo que la evolución en los últimos tres años ha sido creciente y, especialmente en 2017, se han producido grandes éxitos. La senadora de Podemos le contestó con una frase más que elocuente, que refleja el sentir de los vecinos del barrio: "Mientras la Policía desarticula un punto de venta de droga en Los Pajaritos, se abren otros tres".

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