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"Poner a Cuéllar de concejal era como a mí de canónigo"

  • Fernando Villamil FernándezLa aldea global le viene de cuna. Pasó por Oviedo y Madrid antes de llegar en dulce destierro a Sevilla. Gerald Durrell de los pájaros, es un hijo de la posguerra que no cuenta batallitas, un monaguillo sin dios

Dice que algunos amigos se van a sorprender al verlo en bicicleta. "Me iban a cortar las dos piernas por una esclerosis vascular severa". Fernando Villamil (Vegadeo, Asturias, 1944), fue concejal de 1983 a 1988.

-¿De los últimos rojos de Santa Clara?

El doctor Albert entró el mismo año que yo. El Ayuntamiento nos hizo más amigos que el hospital"No quiero fotos, no quiero funerales ni recuerdos. Lo de la trascendencia es algo que no me va"

-Éramos una plaga. Con otros dos residentes, nos costaba un poquito más un chalet en Santa Clara que un piso cutre en Bami.

-¿Qué vocación surge antes, la del médico o la del político?

-Mi familia era muy de derechas. Teníamos una casona antigua con capilla en la que recé muchos rosarios. Por niño travieso, fui monaguillo y tenía que ir a la iglesia antes del colegio con una farola para alumbrar porque había lobos. Mi padre era falangista hedillista, pero vi otra realidad cuando un herrero analfabeto, pero muy inteligente, me habló de un campo de concentración para dos mil mineros o cuando en Mieres, haciendo el Preu en Oviedo, veía a las mujeres de los mineros echarles maíz a los policías.

-De las revueltas de los mineros a la de los estudiantes...

-Fui a estudiar Medicina en Madrid. La primera manifestación la organizó el Régimen ante la embajada británica por Gibraltar.

-¿Seguía siendo travieso?

-En tercero me nombraron delegado de curso por un sobresaliente y tres matrículas, pero el mayo francés y el regreso de Agustín García Calvo, que había sido catedrático de Latín en Sevilla, nos animaron a las revueltas. Organicé la asamblea en la que acabamos con el SEU. Fue la primera vez que me llevaron a comisaría. Estaban allí los obreros de Perkins.

-¿El cóctel ya estaba hecho?

-Así me hice rojo. Podías hacer dos cosas: o ponerte unas gafas oscuras y no ver la realidad o verla. La Universidad me enseñó mucho, no sólo Medicina, que nos enseñaban poco, me enseñó la vida y que ser pasivo no era correcto.

-¿Cómo llega a Sevilla?

-No voluntariamente. Para mí estaba muy lejos. Hice esa cosa tan absurda que era la mili. No salí de alférez, sino de sargento, de los de la cola. Me salvé del Sáhara, pero me mandaron al Pirineo aragonés. Me tenía que ir a quinientos kilómetros de Madrid y en Sevilla había salido la primera convocatoria de internos del Virgen del Rocío. Llegué la primavera del 69. Me impresionaron los naranjos en flor y el primer café en el Coliseo, donde conocí a Luis Aguayo, que me llevó en su coche al hospital.

-No perdió el acento asturiano.

-Es habla gallega. Vegadeo y Ribadeo, Asturias y Galicia las separa el río Eo. Soy asturiano y gallego, las dos cosas y ninguna. No me gustan los dioses y las patrias.

-Entró en el Ayuntamiento el mismo año que el doctor Albert.

-El Ayuntamiento nos hizo más amigos que el hospital, donde los internos éramos esclavos. Pedro Albert era un hombre contradictorio, pero tenía valores muy importantes. Se creía el rollo, no era un político oportunista. Creo que él pensaba lo mismo de mí.

-¿Mandaba Manuel del Valle?

-La primera legislatura nos llevábamos como el perro y el gato. Yo sigo en la política, cada vez más rojo, y digo que Manuel del Valle ha sido el mejor alcalde de Sevilla y no lo ha superado ninguno.

-¿Por qué se fue en 1988?

-Llamé a Bosco y Aristu y les dije: me voy. Lo de Adolfo Cuéllar era un disparate. Muy gracioso, simpático, el típico señor de la casta sevillana. Él se puso malo, estuvo ingresado y fui a verlo. Cuando no hablábamos de política nos llevábamos muy bien. Lo habían colocado en el sitio que no era, como si me ponen a mí de canónigo.

-¿Un recuerdo?

-No quiero fotos, no quiero funerales, no quiero recuerdos. Lo de la trascendencia a mí no me va.

-¿Ejerció de sevillano?

-He ido dos veces a la Maestranza. La primera, recién llegado, fue para acompañar a una médico australiana. Me encantó el ambiente, pero me tapaba los ojos. La última fue siendo concejal en la plaza de toros de Nimes. Fui con Manuel del Valle, Javier Arenas y Curro Rodríguez al hermanamiento de Sevilla con Nimes.

-¿Es mitómano?

-Mi hija se llama Amanda por la canción de Víctor Jara. Es ingeniera de montes y la madre de Jaime. Mi nieto es guapo, es listo y no hay mayor objetividad que la de un abuelo. Mi hijo se llama Alejandro por Alejandro Magno. Es guardia civil y más rojo que yo.

-¿Mantiene su afición a la ornitología?

-Tengo diamantes, ninfas y un guacamayo arara que chilla muchísimo pero es una preciosidad, una joya. Era de un biólogo alemán que estaba ingresado y le habló del pájaro a una enfermera. Esa misma noche se murió y un día después recogí el guacamayo. Ése era el origen de mi afición. Los pájaros me los traían los niños del clegio para que se los cuidara.

destino. Imagen de 2001, cuando Fernando Villamil, segundo de los cinco hijos de Fernando y Luisa, era jefe del servicio de Endocrinología del Virgen del Rocío, donde se incorpora en 1969.

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