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"Puedo decir con orgullo que en el año de la crisis he creado 40 empleos más"

  • Desde un cerro junto a Burguillos dirige las modernas instalaciones de la empresa de ingeniería química aplicada que fundó en solitario hace 18 años y ahora tiene en nómina a 175 profesionales en 20 países

QUIEN más quien menos come en Sevilla alimentos de origen andaluz o extranjero cuya calidad y ausencia de pesticidas ha sido testada por una empresa sevillana, Agriquem, mucho más importante que popular. Su sede está enclavada en la armoniosa placidez de una loma junto a Burguillos, una finca de 100 hectáreas que, hasta que no se entra en sus laboratorios, resulta difícil imaginar como el destino continuo de mensajeros que dejan con urgencia muestras de frutas, hortalizas y otras viandas cuyos compradores a gran escala, a cientos o miles de kilómetros de distancia, esperan con avidez el resultado del análisis efectuado en Agriquem, de referencia por sus acreditaciones oficiales.

Agriquem es el sueño hecho realidad por Estanislao Martínez, un emprendedor de vocación. Natural de Villaverde del Río, vino al mundo en 1966. Su padre era un agricultor que cambió su actividad hacia la distribución de fertilizantes. Estanislao conoció el internado del Colegio San Francisco de Paula, optó por la Autónoma de Madrid para estudiar Química con clara vocación por especializarse en química agroalimentaria. En sus andanzas madrileñas por lugares como el Café Gijón, comentaba a sus compañeros ideas que, años más tarde, convirtió en patentes y en la palanca para el desarrollo de su empresa. A partir de la investigación agronómica, se ha especializado también en la seguridad alimentaria y los controles medioambientales, en ella se trabaja de siete de la mañana a diez de la noche casi todos los días del año para compaginar las diferencias horarias y de calendario laboral y festivo entre sus sedes: Chile, Argentina, Perú, Egipto, Túnez, Marruecos, EEUU (California), México, Costa Rica y hasta un total de 20 países.

-¿Cómo se atrevió a dar el paso?

-En 1991 me animé en solitario, usando una nave prestada por mi padre en Villaverde. Al principio era un consultor especializado en química aplicada, asesorando a los propietarios de fincas agrícolas para mejorar el rendimiento de sus tierras y cultivos. Tuve claro que debía lograr beneficios desde el primer año y reinvertirlos. Me pareció un salto sideral incorporar a otras personas para repartirnos las tareas. La primera fue mi novia y ahora esposa, Coral Zamora, también química, y después otro compañero químico, Jesús Pineda.

-Para vender su I+D, fue una rémora ser sevillano de pueblo?

-Con 24 años y poca trayectoria, costó en España vencer el tópico. Fue decisivo que me llamaran de la finca Dittmeyer, en la provincia de Huelva, con una producción fuerte en cítricos. Estaban muy apurados por la pérdida de producción de los árboles por exceso de fertilización. Logré resolver su problema y el boca-oído hizo el resto. En pocos años ya tenía trabajo en casi todo el sector cítrico de Valencia.

-¿Cuál es su mayor innovación?

-Tenemos patentada, desde 1992, una sonda de succión. Es una sonda de cápsula porosa, cerámica, para estudiar los elementos orgánicos del suelo y sus nutrientes. Permite la gestión sostenible del terreno, que sólo se aporte lo que realmente necesite. Tradicionalmente, la agricultura ha tendido al exceso de agua y de abono, y eso es un doble problema, por mayores costes y por desequilibrar sus condiciones. Este método les resulta muy útil porque se maneja de modo práctico y allí mismo aporta datos con gran rapidez. Lo nuestro es una química de bota, no sólo de bata. El rendimiento de una finca mejora un 25 o 30 % en rentabilidad, incluyendo la reducción de costes. Ese método ha sido importante para el prestigio y crecimiento de la empresa, que es infrecuente por la integración que hemos logrado de laboratorio e ingeniería.

-¿Por qué eligieron Chile para comenzar su expansión?

-En el 2000 ya era un país con agricultura tecnificada, el 85 % de la producción se destina a la exportación y por su estabilidad económica. Y por otra razón: en Sevilla sufríamos en invierno el bajón de actividad provocado por la estacionalidad de algunas cosechas. Para amortizar toda la tecnología y personal que habíamos incorporado, pensamos en abrir mercado allí donde es verano cuando aquí es invierno. Y en lugares como el desierto de Atacama, donde se cosecha mucha uva para EEUU, Japón y Europa, a 11.000 kilómetros de Sevilla teníamos personal haciendo muestras y enviándolo aquí. Llegamos a afinar tanto la coordinación logística que el lunes por la mañana estaban tomando muestras para enviárnoslas y el viernes ya tenían allí los resultados. Tan bien nos fue que en pocos años montamos en la capital chilena un laboratorio, donde ahora trabajan 45 personas. En otros países, tenemos 3 personas en Egipto, 3 en Túnez, 4 en Marruecos (asesoramos a Dominios Reales, empresa agrícola ligada a Mohamed VI), 8 en Perú…

-En los supermercados abundan los alimentos procedentes de Perú, China, Turquía, etcétera. ¿Con esos productos está garantizada la seguridad alimentaria?

-Hoy en día se consume con más garantías que nunca. Buena parte de la fruta que llega a España de las compañías Chiquita, Dole o Del Monte (de capital norteamericano y árabe) la controlamos nosotros en origen. Nuestro acuerdo con Carrefour para hacer el control de aprovisionamiento en origen de frutas, verduras y algo de pescado incluye que un par de veces al mes vamos a las plataformas de distribución que tiene Carrefour en París y en Lens, con productos procedentes de todo el mundo, y directamente en los palets hacemos análisis a alimentos que son de países donde hay menos estructura de seguridad alimentaria. Es un control más para que tengan la tranquilidad de que está en buen estado. Si no lo están, las partidas enteras se apartan y se tiran. No se arriesgan porque saben del impacto mediático en los consumidores que tiene cualquier noticia sobre alimentos en mal estado o contaminados.

-¿En qué ponen más celo las autoridades españolas?

-En controlar la presencia de pesticidas. El Ministerio de Salud nos ha adjudicado el control en alimentos importados (frutas y hortalizas). En nuestro laboratorio de Burguillos realizamos al año unas 40.000 muestras para analizar pesticidas, con tecnología que detecta hasta 250 tipos de partículas distintas.

-Ya trabajan también para el líder de los supermercados, la norteamericana Wal Mart. ¿Qué supone eso para su empresa?

-Sobre todo prestigio. No sólo analizamos producto para ellos en Latinoamérica, sino que también le aconsejamos qué comprar y dónde. Estar vinculados a toda la cadena de producción agrícola favorece nuestra rentabilidad y acrecienta las oportunidades de negocio. En general, nuestra implantación en Estados Unidos va subiendo, también trabajamos ya con producción de uva de mesa en California, y en plantaciones masivas de olivar.

-¿Es posible seguir creciendo y creando empleo con esta crisis?

-En 2008 creamos 40 empleos estables. El incremento de facturación es del 48% y el de beneficios del 70%. Son magnitudes que sustentan un crecimiento continuo, es un orgullo. Y soy optimista.

-¿Cuáles son sus retos?

-Para los próximos dos años tenemos clara la estrategia. Consolidar las inversiones y tecnologías incorporadas en los últimos cinco años. Ser prudentes porque aumenta el riesgo empresarial del cobro. Y necesitamos esos dos años para madurar otro salto de dimensión: queremos introducirnos en sectores industriales de Estados Unidos, Canadá y Centroeuropa para colaborar en la creciente demanda de análisis medioambientales.

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