Los invisibles

"Pusieron muchas trabas, creían que un tablao al lado del Alcázar era un lupanar"

  • 45 años en el barrio de Santa Cruz. El sueño flamenco de un madrileño y una catalana. Su hija pequeña mantiene el testigo añejo del duende y el pellizco.

EL tablao Los Gallos lo abrió en 1966 un madrileño del barrio de Salamanca que se había casado con una catalana de Puigcerdá. Ahora lleva las riendas Blanca Núñez de Prado (Madrid, 1963), la más pequeña de sus cuatro hijas.

-¿Qué tiene de catalana y de madrileña?

-Soy sevillana por los cuatro costados. Mi padre, José Luis Núñez de Prado, era un hombre de clase media-alta relacionado con negocios de minas de carbón. Muy amigo de Manolo Caracol, su única relación con Andalucía era que en la guerra lo mandaron interno a los Salesianos de Utrera.

-¿Y su madre?

-Mi madre contaba en catalán todavía, nació en un pueblo del Pirineo. El aficionado al flamenco era mi padre, pero cuando se muere en 1972, mi madre, una viuda catalana con cuatro niñas, se hizo cargo del negocio. Doña Kety para todo el mundo.

-Los Gallos era su guardería...

-Yo tenía 3 años cuando lo abrió mi padre. Le costó muchísimo trabajo conseguir la licencia de apertura. Un tablao al lado del Alcázar, los flamencos se asociaban con maleantes y creían que era un lupanar. Mi padre era amigo de Utrera Molina, gobernador civil por entonces, que le ayudó para que pudiera abrir.

-¿En qué cambió el panorama?

-El flamenco sólo se podía ver en las ventas o en El Guajiro. Mi padre lo dignifica artística y laboralmente. Quizás fuera el primero que dio de alta a los artistas.

-¿Y se lo agradecieron?

-Murió de un infarto en la calle Mateos Gago. En su casa alguien a depositó una rosa muy bonita. Había sido La Paquera de Jerez. Una de las muchas que actuaron. Como Merche Esmeralda, Cristina Hoyos, Carmen Albéniz, Matilde Coral, Manuela Carrasco, Remedios Amaya, Ana María Bueno, Manolo Marín, El Cabrero...

-¿Quién le puso Los Gallos?

-Mi tío Fernando, que también estuvo interno en Utrera.

-Se llama como la casa que Caballero Bonald, un escritor muy aficionado al flamenco, tiene entre Sanlúcar y Chipiona.

-Habrá venido por aquí. Mi madre era muy amiga de Adolfo Marsillach o Raúl del Pozo. Venían mucho José Antonio Blázquez, Antono Pulpón, que nos ayudó cuando salió ardiendo el tablao, y Enrique el Cojo, que todas las navidades venía para ensayar los villancicos.

-¿Se repusieron del incendio?

-Afectó al tablao entero. El fuego destruyó el decorado, un mural de Viola, un pintor abstracto amigo de mi padre. El que está ahora, los dos gallos, lo pintó María Jiménez en la playa de Chiclana.

-Un retrato de Farruco está en la entrada del tablao...

-Lo pintó Benito Moreno, junto a unas manos, las de Camarón, que nunca estuvo en Los Gallos. Farruco sí. Era muy amigo de mis padres. Aquí actuaron sus hijas Rosario y Pilar; su yerno, el marido de Rosario, ya fallecido, el padre de Farruquito. Las primeras botas a medida se las regalaron aquí cuando tenía tres años. Salió en un fin de fiesta y ya era un genio. Farruco impactaba. No necesitaba pegar cuatro saltos ni hacer acrobacias en el escenario.

-Su madre estaría encantada viendo esta noche a un cantaor de Badalona, Miguel Poveda, en el teatro de la Maestranza...

-Se fue muy joven a Madrid, pero sí le haría mucha ilusión. Tenía mucha sensibilidad. Era muy amiga de Mario Maya. Su hija Belén estuvo aquí veinte días.

-45 años en el barrio de Santa Cruz...

-Se dice pronto, sí. Hubo un cambio drástico cuando empezaron los festivales. Mi madre consiguió que muchos artistas vinieran con limitación de caché.

-En la última película que rodó Buñuel sale un tablao de Sevilla.

-Se rodó en lo que es el consulado de Francia. Recuerdo a Fernando Rey fumándose un puro.

-¿Qué vienen más, turistas o aficionados?

-Un 60% son extranjeros, un 40% nacionales. Lo sé por las tarjetas de crédito. No sé por qué hablan despectivamente de los guiris. El sábado de la Copa Davis se llenó el local de argentinos. Bastante público español, de Sevilla menos, sólo cuando tienen un compromiso.

-¿Mucho japonés?

-Pues menos. Ahora tengo público europeo. Está comenzando el chino un poquito. Un matrimonio japonés estuvo viniendo 25 años seguidos. Ya son muy mayores. Los primeros japoneses que actuaron en Sevilla, Kojima y Yoko Komatsubara, que ahora le abren las puertas a los artistas andaluces que van al Japón, pasaron por Los Gallos.

-¿Es una institución?

-No hemos recibido nunca el menor apoyo, más bien nos han obviado. Alguna vez siento vergüenza por algún tipo de espectáculo que se presenta como tablao flamenco en un patio con un guitarrista y un bailaor.

-¿Se imagina a sus vecinos Murillo y Santa Teresa de Jesús entre el público?

-También fue nuestra vecina Lina, que tenía su taller de costura al lado. Fue la que aligeró la bata de cola para bailar y metió el tergal. Las artistas se hacían aquí mismo los arreglos.

-¿Son la cantera del flamenco?

-En nuestro cuadro artístico hay dos ganadoras del festival de las Minas de La Unión, Rosario Toledo y María Ángeles Gabaldón. Y un bailaor que promete mucho, Hugo Sánchez, de Madrid.

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