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Rimas, leyendas y la prosa de algún 'Se Vende'

  • Antología. El callejero de esta barriada es un repaso a la obra de Gustavo Adolfo Bécquer, desde la Venta de los Gatos, objeto de abandono oficial, a la leyenda de Maese Pérez el Organista. Limita con la dársena y el camino viejo del cementerio.

La barriada de las Golondrinas se extiende desde la Venta de los Gatos hasta la Glorieta Olímpica. Los Juegos de Tokio 2020 coincidirán con los ciento cincuenta años de la muerte de Gustavo Adolfo Bécquer, recordado en esta barriada tanto en el callejero como en la nomenclatura de sus edificios. La Venta de los Gatos, donde habitaron las musas del poeta, es un lugar abandonado, al socaire de los vándalos, y que está en venta. Dicen los vecinos que piden por él seiscientos mil euros, lo que en su día fueron cien millones de pesetas.

La Avenida del Romanticismo es la calle principal. Entre nombres tan poéticos de quien escribió que "podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía", hay algún prosaico "Se Vende". La zona es tan romántica que la caída de una letra de la calle Cueva de la Mora la ha convertido, junto a una tienda de Polvillo, en Cueva del Amor. "Bécquer, romántico por educación literaria y por su condición personal", escribe Francisco López Estrada en la edición de Rimas y Leyendas de Austral, "reconoció en el amor uno de los motivos más inlfuyentes en la vida del hombre".

La calle Monasterio de Veruela evoca la abadía donde Bécquer escribe 'Cartas desde mi celda'La Expo revalorizó unos pisos que antes tenían vistas al campo y a la vía del tren

Un Rayo de Soles una canción del verano, un Rayo de Luna es una leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer que da nombre a una plaza en la que está sentado Iván acompañado de sus perros Gordo, boxer cruzado con pitbull, y Turco, labrador. "No se preocupe, están adiestrados por la Policía". No ha leído a Bécquer tanto como quisiera. Trabajó muchos años de cocinero, está en el paro y lee el best-seller de autoayuda El secreto, de la australiana Rhonda Byrne. De la Venta de los Gatos a su particular Venta de los Perros en el tecnicolor del blanco y negro.

El nombre más universal de la poesía sevillana, con permiso de Herrera, Machado y Cernuda, inspira los nombres de una barriada donde conviven extranjerismos como la peluquería llamada New Look o faltas de concordancia en uno de los bares: "El valor de las Tapas son el mismo en la barra como en las mesas". La poesía de verdad está en los habitantes de esta barriada tranquila y laboriosa. Virginia tiene 26 años, está recién llegada al barrio, pasea con su perro Yanqui y confiesa que nunca leyó a Bécquer. Eduardo es ingeniero y tiene que coger el autobús. Lleva más de cuarenta años en el barrio, cuyas viviendas se distinguen por su construcción y el color de sus fachadas.

"Yo le llamo Nicli-Nacle-Chinacle a la combinación de las Golondrinas, la barriada siguiente y el cementerio", dice Eduardo con una clave generacional del juego de canicas que consistía en meter la bola del rival en un hoyo golpeándola un máximo de tres veces. Un juego de onomatopeyas donde el hoyo es una metáfora del cementerio. Un territorio fúnebre que siempre inspiró a Bécquer. Hay fotos antiguas en las que Las Golondrinas se corresponde con unas huertas aledañas al camino viejo del cementerio. Éste coincidiría con la actual avenida Sánchez Pizjuán, en cuyo número 25 está todavía la Venta de los Gatos.

Venta de los Gatos. Gota de Rocío. Rayo de Pasión. Una antología becqueriana en el callejero, donde también está, ya en el límite del barrio, Periodista José Couso, en recuerdo del reportero que murió en el conflicto de Iraq. Los reporteros de guerra son los últimos románticos. Junto a Las Golondrinas está la barriada de La Paz. Hay edificios que se llaman Las Rimas, Las Leyendas o Maese Pérez, éste junto a la guardería Los Diminutos.

Ángel lleva 45 años viviendo en Las Golondrinas y no consigue salir del laberinto. "Hasta los números están del revés". Dice que su boda en 1973 fue "muy romántica". De sus circunstancias, "es muy largo de contar". Trabajó en una zapatería y en la construcción. "Algún libro de Bécquer habrá en mi casa. Mi hija Elena seguro que lo ha leído porque es actriz de teatro".

María Luisa Caldero vive en la Avenida del Romanticismo. Nació en Osuna y con días la trasladaron a Lúcar, Almería, "de donde es Juan y Medio". Se conoce al dedillo la historia de un barrio al que llegó desde Alicante con sus hijos muy pequeños "y mi niño tiene ya 43 años". Dice que la Avenida del Romanticismo sólo tiene números impares "porque los pares ya son de otra barriada". Asocia la leyenda de Maese Pérez con "la polémica del órgano de Santa Inés". "Tengo a mis nietos Nacho y Belén en el colegio San Francisco de Paula y todos los martes y viernes voy al convento a por los bollitos de Santa Inés". La barriada de Las Golondrinas la construyó el promotor Ramiro Lahoz Abad, que también construyó Los Campos de Soria. Un barrio que como toda la ciudad vivió una transformación radical. Desde la esquina de la Avenida del Romanticismo, junto al colegio de Infantil y Primaria Pedro Garfias, se ve el tirante del puente de Santiago Calatrava. A Nicolás Martín, 23 años, vecino de Las Golondrinas, le contó su abuela, Rosario José Villarán, vecina del barrio desde 1975, que en el proyecto inicial estaba previsto desecar una parte del cauce del Guadalquivir a la altura del actual puente del Alamillo para construir un parque.

"Cuando dieron los pisos", recuerda María Luisa Caldero, "nadie quería las vistas que ahora dan al río, porque sólo se veía un descampado y la vía del tren. Hoy las quiere todo el mundo". Hay calles que evocan las aficiones viajeras del poeta: Leyendas Sorianas, Monasterio de Veruela. Éste, una abadía cisterciense del siglo XII, lo conoció Bécquer en uno de sus viajes a Soria y vivió entre sus paredes entre diciembre de 1863 y julio de 1864. Allí escribe Cartas desde mi celda y Expedición de Veruela, un libro con casi un centenar de dibujos de su hermano Valeriano.

El bar Feliciano no es nada convencional. La pantalla del televisor es muy pequeña y nadie repara en ella porque todo el local está lleno de cuadros de diversa temática. Algunos representan a Fray Leopoldo de Alpandeire, el Cristo de Pasión o la Catedral de Cádiz. Dice una de las camareras que los han pintado el esposo y el primo de Maribel, que está en la cocina preparando las primorosas tostadas del nuevo día.

Junto a la Venta de los Gatos está la parada del 14. Allí espera el autobús un señor con su nieto. Explica que al otro lado de la barriada de Las Golondrinas, los primeros edificios que se ven pertenecen a la barriada San Francisco de Asís, "una cooperativa de ferroviarios. En mi bloque sólo quedamos dos". El último tren de Gun Hill. Con Bécquer, podrá no haber ferroviarios, pero siempre habrá ferrocarril. El tren de la vida y los recuerdos. Bécquer murió con 34 años, el día de la lotería de 1870, fecha que emuló su admirador Antonio Susillo. El poeta muere el año de los bombardeos alemanes sobre París.

Virginia. Eduardo. Ángel. María Luisa. Iván. Nicolás. Vecinos de un barrio que no tiene nada que ver con el madrileño barrio de Salamanca donde murió el poeta, retratado en su lecho mortuorio por Vicente Palmeroli en un cuadro del Museo Romántico. Pero un barrio lleno de vida. Se conserva el cartel de Las Golondrinas. Parque Residencial. Debajo, una amplia cafetería, "Churros mañanas y tardes" que en tiempos fue oficina de la constructora con una maqueta en la que enseñaban las viviendas a los interesados para que volvieran con claros propósitos a las oscuras golondrinas del poeta, "un acordeón tocado por un ángel" (Bécquer según Eugenio d'Ors).

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