EN el Mundial de 1982, Pablo del Barco se acercó a la concentración de la selección de Brasil, un país al que se fue en 1975, poco antes de la muerte de Franco, para hacer un estudio sobre el modernismo becado por el Gobierno brasileño. Compatriota fugaz y reincidente, aprovechó aquella incursión para departir con Zico y con Sócrates. "Hablé más con Zico, Sócrates estaba más en su mundo".

Sócrates hacía con la pelota lo que Pablo del Barco con los poemas: los sueña, los pinta y los escribe. Poeta y editor, pintor y mecenas cultural, el miércoles presentó en la Fundación Cruzcampo el libro Vivir contra el espejo, una edición bilingüe. El clima de recesión pospuso la presentación del libro en la Bienal Internacional de Poesía de Brasilia para el que fue concebido. Ni Pablo del Barco viajó a Brasilia ni el centenario arquitecto que diseñó esta ciudad, Oscar Niemeyer, ha podido ver rematada la Fundación con su nombre en la ciudad asturiana de Avilés, que cerró sus puertas por la puerta grande, con el baile de María Pagés.

Pablo nació el 11 de diciembre de 1943. El mismo día, años distintos, que Frank Sinatra y el cineasta portugués Manuel de Oliveira. Pocas veces unos versos han tenido tanta vida en una presentación literaria. Los recitó su autor, los traducía al portugués Ana Paula Pimenta, una lisboeta nieta de un anarquista que tuvo que exiliarse huyendo de Salazar, y finalmente Alicia Rivera los transformaba en canciones, conla guitarra de Javier Facundo.

Pablo del Barco, burgalés de nacimiento, un barco en Castilla, suena a El Cid en Valencia, el sueño de Fitzcarraldo entrando con un barco en la selva para que Caruso pudiera cantar en Manaos. Es el poeta que vive más cerca del palacio de Dueñas, cuya titular, Cayetana de Alba, presenta el próximo día 20 en el Alcázar su autobiografía. Poeta y duquesa unidos por un apellido. En el palacio, julio de 1875, nació Antonio Machado. Y a Burgos, la ciudad natal de Pablo del Barco, llegaba Manuel Machado el 16 de julio de 1936. Una fecha que le acarreó un injusto estigma político, cuando en realidad iba con su mujer, Eulalia Cáceres, a visitar a una hermana monja.

En país tan cainita, Pablo del barco consiguió que el Ayuntamiento de Burgos rotulara una calle con los hermanos Machado, los dos juntos, como firmaron La Lola se va a los Puertos, en cuya versión cinematográfica Josefina Molina patrimonializa a Rocío Jurado, acervo común como el Guadalquivir o la Alhambra, cantando el himno de Andalucía.

Tiene casa y galería en San Juan de la Palma, la zona de Sevilla con más editores por habitante: José Manuel Padilla, Rogelio Delgado, Pablo del Barco, todos ellos amigos de no conformarse con hacer una sola cosa. Los minutos que departió en el Mundial de Naranjito con Zico y con Sócrates no le sirven para mejorar la posición del Burgos, el equipo de su ciudad, un club histórico, testigo de excepción del debut de Gordillo en Primera el día que el Príncipe Felipe cumplía nueve años o del ascenso del Betis de Serra Ferrer en el Plantío en 1994. El Burgos es el último del grupo segundo de Segunda B, superado por el Mirandés y la Arandina. Es Pablo del Barco como el Burgos, un farolillo rojo que alumbra con la linterna del sol, hallazgo de esos versos sostenidos por el tratado de Tordesillas, donde se hacen brasileños Castilla y Sevilla. Vive cerca de donde nació Fernando Villalón, el poeta y ganadero del 27 al que le gustaban las mujeres que se quitaban las medias a patadas y del convento donde todos los días parejas de religiosas practican el anónimo sevillano.

En Burgos fue a la recepción que la ciudad le dispensó a Charlton Heston y Sofía Loren cuando fueron a rodar El Cid de Anthony Mann. Burgos es topónimo sevillano en el Cristo que sale por la plaza de San Pedro y en el periodista de Bami que escribía en Triunfo cuando Pablo del Barco lo hacía en Sábado Gráfico.