los invisibles

"Volví a Honduras en el 92, con el finiquito que me dieron en la Expo"

  • Carolina Gamero. Hondureña, trianera consorte, llegó con 10 años a Sevilla, donde sus padres encontraron refugio a su exilio político. Deshizo las Américas y trabajó en la Expo

Carolina Gamero

Carolina Gamero / Juan Carlos Vázquez

Tiene doble nacionalidad, hondureña y trianera. A Carolina Gamero (San Pedro Sula, Honduras, 1969), un contratiempo político de sus padres le regaló una ciudad y una familia.

-¿Con qué edad llega a Sevilla?

-Estaba a punto de cumplir los 10 años. Mis padres eran exiliados políticos que salieron huyendo de una dictadura militar.

-¿Volvió a Honduras?

-Volví en el 92, después de la Expo. Con el finiquito que me dieron. Me impresionó la naturaleza y la vegetación. Todo era muy grande. Las arañas eran tarántulas y los potos enredaderas.

-¿Qué hizo en la Expo?

-Trabajaba con Julio Cuesta en Relaciones Institucionales y Protocolo del Estado. Mi mentor fue Carlos Telmo, que había llegado a Sevilla desde Canadá. En la Expo empecé en 1989 de azafata haciendo las visitas en autobús de colegios y jubilados, cuando en la Cartuja sólo estaban el Monasterio y las grúas.

-¿Algún visitante ilustre?

-Era coordinadora de un grupo de ocho azafatos y azafatas y me pedí hacer la visita con Gabriel García Márquez. Tenía un ejemplar muy viejo de Cien años de soledad de mi padre y crucé la Pasarela de la Cartuja para comprar un ejemplar nuevo en El Corte Inglés para que me lo firmara. Me dijo que prefería firmarlos viejos porque era señal de que los habían leído.

-En Sevilla presentó el libro Nueve cuentos pregrinos...

-También me firmó El amor en los tiempos del cólera. Lo acompañé a un almuerzo en el pabellón del País Vasco, pero se indispuso y lo tuve que llevar al hotel Alfonso XIII.

-¿Dónde vio el España-Honduras del Mundial 82?

-Ese partido nos lo robaron. Lo vi en La Tribu, un bar que tenían mis padres en la calle Alfarería. Me crié entre Alfarería y Pureza.

-¿Por qué vienen a Sevilla?

-Porque tenía un buen Conservatorio, mi padre estudiaba Canto y Guitarra.

-¿Y su madre?

-Hizo Políticas en Cuba y aquí, en el pabellón de Chile del 29, se hizo ceramista. Nunca ejerció. Era cocinera y creó una empresa de nachos y tortillas de maíz que regenta mi sobrina Carolina.

-Se hizo sevillana consorte...

-A Manolo (Ramos Corona, imaginero) lo conocí en el instituto Vicente Aleixandre. Era amigo de un repetidor de mi clase. En el colegio José María Izquierdo mis profesores de Matemáticas y de Lengua eran don Manuel y doña Conchita, los padres de la consejera María Jesús Montero.

-¿Dónde se casaron?

-Yo quería en la Esperanza de Triana, pero Manolo era del Cachorro. Nos casamos dos semanas después que la infanta Elena, entre Semana Santa y Feria.

-¿Ya era imaginero?

-Cuando lo conocí ya hacía santos. Tenía su taller en la calle Magallanes.

-¿Hizo algo para Honduras?

-Un Niño Jesús para la catedral de Tegucigalpa. Ahora está haciendo un Cristo para una parroquia de Venezuela.

-¿Conoció a Aguas Santas Ocaña, la sevillana de Brenes que fue primera dama de su país?

-Yo no. Mi padre sí.

-¿Se trajo el ritmo del Caribe?

-El jazz para escuchar y la salsa para bailar. Estuve en el concierto de Michel Legrand en el Lope de Vega. Fue emocionante volver a oír la música de Un hombre y una mujer o Verano del 42. Lo de la salsa debe venir de que con once años asistí en el solar de la Maestranza a un concierto de Celia Cruz y Rubén Blades y entré en el camerino a saludarlos.

-¿Se reinventó tras la Expo?

-Trabajé de relaciones públicas de un restaurante que mis padres abrieron en Palomares del Río. A pesar de los estudios y los idiomas, nadie quería contratar a una madre con dos niños chicos. En 2009 restauramos la casa y abrimos dos apartamentos turísticos por los que han pasado turistas de todo el mundo.

-Es vecina de Caracol, Chicuelo y la Niña de los Peines...

-Me encantan las fiestas. La Navidad, la Feria, porque para mí la Semana Santa no es una fiesta.

-¿Qué es para usted?

-Una semana cultural donde Sevilla muestra el arte en la calle. Ninguna ciudad en el mundo puede ver fuera de los museos obras como el Gran Poder o Pasión. Imagine que en abril todos los años sacaran La Gioconda por las calles de París.

-¿Encontró la Honduras de su niñez?

-Visité a mis amigas del colegio, aunque muchas vivían en Estados Unidos. No he vuelto. No me gusta repetir en los viajes. No es agradable ir a un país donde ha habido elecciones amañadas.

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