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calle rioja

45 años, 45 revoluciones por minuto

  • Reestreno. El mundo teatral sevillano se rinde ante el magisterio de Távora, emocionado por este reconocimiento en la reposición de 'Quejío' casi medio siglo después de su estreno

Se rompió el maleficio del 26. Es la línea de Tussam que atraviesa el Cerro del Águila y el número de representaciones que se habían hecho de Quejío en Andalucía hasta su reposición 45 años después de su estreno en el TEI de Madrid el 15 de febrero de 1972. 26 representaciones en su tierra de un total de 750 por todo el mundo. Una de cada treinta. Más que roja, colorada de puro pudor y sonrojo en vísperas de la celebración del Día de Andalucía.

Fue una noche emotiva por muchos conceptos. En tiempos en los que la sociedad de consumo fomenta la competencia y el eclipse interesado, la entronización de lo nuevo en detrimento de lo añejo, los discípulos le mostraban su gratitud y reconocimiento al maestro. 45 años del estreno de Távora a 45 revoluciones por minuto. Por el teatro que lleva su nombre se pasaron Pedro Álvarez-Ossorio, Ricardo Iniesta, Alfonso Zurro, José Luis Castro, Ramón Bocanegra, José María Roca. La mayoría eran adolescentes cuando se produjo el histórico estreno en febrero del 72.

Paco Piñero hizo de Tiresias en las Bacantes y Acuña fue uno de los hermanos Vicario

Ese verano se celebraron los Juegos Olímpicos de Múnich, los del atentado contra la delegación israelí. El dolor de la Andalucía sojuzgada, humillada, desangrada, se traducía en un derroche físico hasta la extenuación, marca de la casa del que se fajó en el tajo de las hilaturas y después en el ruedo hasta que un toro acabó con la vida del rejoneador Salvador Guardiola y se cortó la coleta. Pero a Távora, en el coso teatral, lo siguen reconociendo como el primero del escalafón.

Noche de reencuentros. Allí estaban Paco Piñero, el Tiresias de Las Bacantes en la versión que Távora hizo de la obra de Eurípides; Gregor Acuña, uno de los hermanos Vicario de la adaptación de Crónica de una muerte anunciada, un trabajo que produjo el asombro y la admiración del propio García Márquez. En aquel montaje, Santiago Nasar, el eje del sacrificio, era Manuel Quincalla, cantaor de Paradas cuya voz ayer estremeció la sala con una saeta que cantó junto a Casero y Chamizo rematada por los ecos del ensayo de una banda de cornetas y tambores.

El alcalde Juan Espadas, que desde la oposición avaló el boca a boca a este teatro que agonizaba, no se quiso perder el reestreno. En 1972, el alcalde de Sevilla era Juan Fernández Rodríguez García del Busto, que un año después se llevaría la Feria del Prado a los Remedios. La única fiesta con la Semana Santa que se aceptaba en la Andalucía de entonces, como dirían Liliane Drillon y Ángela Monleón, a cuyo padre, José Monleón, y a Paco Lira se les rendía memoria con este regreso de un clásico del teatro español.

En 1972, los costaleros se forjaban en el destajo de los estibadores portuarios, que nueve lustros después cambiaron el quejío por la queja. En 1972 faltaba un año para que los extranjeros llegaran al fútbol español. Los españoles llevaban años saliendo al extranjero, y no para jugar al fútbol. Uno de ellos fue Luis Blas Infante, el único hijo varón del notario de Casares, que se fue a trabajar de camarero a Holanda.

La Cuadra le abría las puertas a La Jácara, La Imperdible, Esperpento, Atalaya, La Tarasca, El Globo, compañías que fueron naciendo al calor del carisma de este dramaturgo que llegó al teatro porque hacía falta un cantaor para el Oratorio del Teatro Lebrijano, el texto de Alfonso Jiménez Romero con dirección de Juan Bernabé, alianza de Arahal con Lebrija, tan fructífera como la que Távora estableció con Nancy, Monterrey o Manizales.

Del 72 se mantenían Jaime Burgos en la guitarra; Juan Romero, que cambió el baile por la flauta que acuñó y acunó Pepe Suero; y el propio Távora, que pasó de cantaor a anfitrión. Era el regreso a las páginas de Triunfo donde publicaba sus críticas de teatro José Monleón, maestro de Justo Ruiz y Rosalía Gómez -presentes en la sala-, a una España de curas obreros y gobernadores civiles, de colegios mayores y carta de ajuste. A la première del Cerro acudieron las bailaoras Cristina Hoyos y Pepa Montes, con Ricardo Miño. Los escritores Salvador Compán, que vio Andalucía Amarga entre emigrantes en Bruselas, y Eva Díaz Pérez. Este teatro sevillano es la forja del gran momento del cine andaluz. José Luis Castro ha dirigido óperas en China y Gregor Acuña hace un Ibsen en Basilea.

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