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crimen organizado

El asesino del Petit Bar

  • La banda que traficaba hachís oculto entre naranjas contrató a un sicario corso, Francis Castola, que figuraba entre los diez delincuentes considerados más peligrosos de Francia.

El restaurante Le Petit Bar, situado en la avenida Napoleón de Ajaccio, base de operaciones de la banda de Francis Castola.

El restaurante Le Petit Bar, situado en la avenida Napoleón de Ajaccio, base de operaciones de la banda de Francis Castola.

Querían a un tipo duro que les recuperara la droga que les habían robado y matara a los autores del robo. Ficharon a uno de los mejores. Tan bueno que no hay una sola foto suya en internet a pesar de que se le considera uno de los capos de la mafia corsa, que se ha visto envuelto en decenas de delitos y que ha sobrevivido a un intento de asesinato. Es Francis Castola, de 42 años, ex miembro de la banda del Petit Bar, llamada así por el bistró de Ajaccio en el que se reunían sus componentes. Castola, considerado como uno de los delincuentes más buscados de Francia, fue detenido en un apartamento de Estepona a finales de agosto. Desde allí tenía previsto desplazarse a Sevilla para cumplir con el encargo por el que le habían contratado, para el que ya le habían adelantado 2.000 euros, por supuesto en metálico. El problema es que los que se llevaron la droga no eran narcos, sino guardias civiles.

Castola fue contratado por una banda de traficantes que enviaban hachís al Reino Unido oculto entre toneladas de naranjas. La organización estaba asentada en las provincias de Málaga y Sevilla. La droga venía desde Málaga, se envasaba al vacío en una casa de Alcalá de Guadaíra y se guardaba y preparaba con los palés de naranjas en sendas naves industriales de Los Palacios y Dos Hermanas. Era una banda discreta. Habían creado una empresa completamente legal para la exportación de naranjas, para así pasar sin problemas cualquier inspección fiscal o aduanera. El hachís lo llevaban en la parte central de los remolques, todo rodeado de palés de naranjas, para así despistar a los perros de la Policía en caso de una inspección.

El negocio se torció el día que la Guardia Civil paró en un control de tráfico en la A-7 a uno de los camiones de la banda, cargado con mil kilos de hachís. Era un control rutinario. Los guardias no tenían ni idea de lo que había dentro. El camionero, al ver a los agentes, dejó el vehículo abandonado con la carga y huyó a la carrera. Sus jefes pensaron que se había quedado con la droga, que la había vendido a otros narcos o que simplemente los que la habían requisado no eran verdaderos guardias civiles, pues es práctica habitual entre traficantes la de hacerse pasar por policías para robar droga.

Para averiguar quién se había llevado la mercancía ficharon a Castola, que trajo consigo a un ayudante. Ambos llegaron a entrar en el piso de Torrox en el que vivía el camionero fugado, que pudo escapar. Puede darse por afortunado, si se examina el currículum del sicario que fue a interrogarlo. El transportista llegó incluso a denunciar el allanamiento de morada a la Policía Local de Torrox, pero obviamente no dijo nada del hachís ni tampoco sobre quién podía estar detrás de la entrada en su vivienda. Mientras tanto, la Guardia Civil seguía investigando el alijo de la A-7. La investigación derivó en la operación Rajado-Puntalero, en la que fueron detenidas 18 personas -cinco de ellas en la provincia de Sevilla- y se decomisaron otros 1.450 kilos de hachís, ocultos entre 21 toneladas de naranjas en un camión que salía de una nave de Dos Hermanas. También se intervinieron 104 kilos de marihuana.

Castola es uno de los 18 arrestados. Pese a que en el pasado ha estado implicado en asuntos de droga, se cree que en esta ocasión ejercía simplemente el papel de sicario, encargado de recuperar la mercancía supuestamente robada. Su nombre, y el de su familia, está relacionado con decenas de delitos y negocios turbios en Francia. Es, de hecho, el único hombre que queda vivo en su familia, después de que tanto su padre, también llamado Francis, y su hermano, Thierry, fueran asesinados en la década pasada, el primero en 2005 y el segundo en 2009. Con el crimen de este último se relacionó a Alain Orsoni, ex presidente del AC Ajaccio (club de fútbol que actualmente juega en la segunda división francesa) y ex socio de los Castola, y a su hijo, Guy Orsoni. A Thierry Castola lo asesinaron en compañía de otro miembro del Petit Bar llamado Sabri Brahimi. Francis Castola logró escapar de otro atentado con vida, aunque herido de bala.

Orsoni y Castola son dos familias vinculadas históricamente al movimiento independentista corso, que se reciclaron luego en actividades ilícitas. Francis Castola padre era el padrino de la hija de Orsoni, pero tras su asesinato comenzaron los problemas. Ambos tenían negocios en Nicaragua, relacionados con casinos, salas de juego y máquinas tragaperras. A la muerte de su padre, los Castola hijos dejaron de recibir ingresos de Centroamérica y pidieron explicaciones a Orsoni. Recibieron una carta que era una declaración de guerra: "La presa de una cacería no suele pagar los cartuchos del cazador que viene a por ella. Exterminaré vuestra raza. No os acerquéis a mi hijo". Aquella carta se encontraría después en la habitación de Thierry, dentro de la caja del DVD de la película Pozos de ambición.

Aquello desató una guerra de clanes entre los Orsoni y la banda del Petit Bar, capitaneada por Francis Castola hijo, que llenó de muertos las calles de Córcega. Castola sobrevivió a la guerra de familias corsas y se especializó en el narcotráfico y el crimen organizado. Figuraba en la lista de criminales más buscados de Francia desde hace años. De él se sabe que llevaba casi dos décadas metido en asuntos turbios. Ya en en el año 2000 estuvo relacionado con un caso de tráfico de estupefacientes. Desde entonces ha desarrollado una intensa carrera delictiva. La Policía francesa lo ha perseguido en numerosas ocasiones por distintos delitos: tentativa de asesinato, extorsión, pertenencia a banda organizada y tenencia ilegal de armas, entre otros.

Su padre y su hermano murieron asesinados en una guerra de bandas la década pasada

Ésta no ha sido la primera vez que Castola ha trabajado en España. En el año 2010 fue detenido por su presunta participación en una red dedicada al tráfico de hachís entre Marruecos y Francia, que atravesaba España para transportar la droga. En aquella ocasión, al igual que hizo tras su reciente detención, Castola negó los cargos y dijo que únicamente se había encontrado en el lugar equivocado en un momento inoportuno.

Por aquella historia, un tribunal de Marsella lo condenó a seis años de prisión, junto con otras 22 personas. Las escuchas telefónicas revelarían que Castola quería montar un negocio de máquinas tragaperras, como el que tenía con los Orsoni en Nicaragua, pero esta vez en Rumanía. Para ello necesitaba reunir 500.000 euros, que intentó conseguir mediante el tráfico de hachís. Fue condenado en el año 2013 y ya había cumplido parte de los seis años en preventivo. Como se ha podido comprobar, poco se ha rehabilitado durante su estancia en prisión.

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