Los invisibles

"He asistido en más de 3.000 partos y a mis hijos los tuve que traer de Rusia"

  • Su padre fue a Rusia con la División Azul y sus hijos vinieron de Rusia, cerca de los Urales, en régimen de adopción. Matrón del hospital Virgen del Rocío, con más de 3.000 partos.

TUVO guardia en la primera noche tras el desbloqueo del contencioso de las matronas. Alfonso de la Corte (Sevilla, 1960) nació por cesárea en una clínica de la Alameda y ha asistido como matrón en más de 3.000 partos.

-¿Matrón o matrono?

-Nosotros hemos masculinizado la palabra. Creo que aún no figura en la Academia. Hice Enfermería y soy un efecto rebote de la discriminación positiva. La palabra enfermera se asocia con la persona que cuida de los enfermos. El enfermero es el camillero que lo lleva por los pasillos.

-¿Cómo llegó a matrón?

-Yo estaba en la otra punta de la vida, en Cuidados Intensivos, en las Urgencias. Aprobé el examen de acceso, pero hasta 1995 no me llamaron del Virgen del Rocío por si me interesaba. Y hasta hoy.

-¿Lo eligió por tradición familiar, por descarte, por vocación?

-Al terminar el Bachiller en el plan antiguo, dudaba entre Enfermería y Medicina. Se me pasó el plazo de la matrícula y mi padre me dijo que no podía quedarme un año parado. Entré en Magisterio y a los tres meses lo dejé. No me veía de maestro. Mi padre, que era muy estricto, además de militar, me dijo una cosa que ahora me hace gracia. ¿Sabes que te vas a la mili este verano? Le dije que no había firmado nada y me respondió que él había firmado por mí. Lo curioso es que íbamos en el mismo coche al mismo cuartel, yo de recluta, él de capitán.

-¿No le inculcó el oficio militar?

-Mi padre fue un militar de su tiempo. En el 36, con 16 años, lo movilizaron, y fue de los que mandaron a Rusia con la famosa División Azul. De la guerra no le gustaba hablar, pero sí de lo que se encontró. Era como la guerra de Gila, unos jóvenes enviados a un país pasmado de frío a una guerra que no era la suya. Mi madre guarda algunas medallas.

-Es un privilegio asistir en el paritorio a la lección de la vida.

-A los estudiantes que se están formando en la especialidad les digo que nunca den nada por supuesto, nada por hecho. Siempre hay algo que te sorprende. Más en un mecanismo tan preciso y sorprendente como ese cuerpo tan pequeño en el que se produce un cambio abismal a nivel científico.

-¿Afecta a su rol de padre?

-La casualidad de la vida es que habiendo ayudado a más de 3.000 niños, unos 200 anuales, a venir al mundo, los míos he tenido que ir a buscarlos a Rusia.

-Su particular División Azul...

-La confirmación de que estaba embarazado llegó un 6 de enero. No podía recibir mejor regalo de Reyes. El 4 de enero viajé con Inmaculada, mi mujer, a conocerlos, a verlos y a firmar los papeles de la adopción. De Madrid a Moscú y de Moscú a Cheliabinsk, que está pasados los Urales.

-Dos niños sevillanos.

-Miguel cumple 9 años el día de la Inmaculada, que es la fiesta nacional de mi casa, porque es el nombre de su hermana. El viaje definitivo lo hicimos el Domingo de Ramos de 2002. Fue la primera vez en 25 años que dejé de salir de costalero con la Soledad de San Lorenzo. El Viernes Santo se celebró el juicio y el lunes siguiente estábamos de vuelta. Los costaleros hicieron de padrinos para hacer a mis hijos hermanos de la Soledad.

-Una vuelta más agradable que la de su padre...

-En febrero a mi mujer la habían operado de una lesión de columna y viajó convaleciente. En Moscú, mientras yo me daba una vuelta por la Plaza Roja y el Kremlin, ella se quedó en el hotel.

-¿Saben que su abuelo también estuvo en Rusia?

-Murió sin conocerlos. Mi padre falleció un Viernes Santo. Yo le pedí al Gran Poder que no sufriera y ese mismo día decidí hacerme hermano y salir de nazareno con esa hermandad. Al padre de mi mujer, el abuelo Camilo, sí lo conocieron. Vivían en San Telmo, una antigua aldea minera donde fui en 1983 en mi primer destino como enfermero. Mi suegro trabajó en la mina y después tuvo un bar y regentó el casino. Cuando se jubiló, se fueron a Rosal de la Frontera, el pueblo donde detuvieron a Miguel Hernández.

-¿Los padres están en su sitio en el momento del parto?

-La palabra no es capacitación ni preparación, pero debería tener más implicación: conocer los procesos por los que pasa su mujer, hacer la prueba del embarazo ficticio. El padre es un convidado de piedra que tiene que solidarizarse con ella cuando sufre, confortarla y templar gaitas porque hay situaciones que se vuelven eternas.

-En Rusia, ¿el enfermero pensó alguna vez en el doctor Zhivago?

-Cada uno vive su película. Hice de extra en una serie sobre Cervantes de Julián Mateos. Estaba en tercero de Enfermería. En el Alcázar buscaban gente con barba. Nos pusieron con calzas, jubones y camisas de época en el patio de las Doncellas. Se supone que éramos compañeros de presidio de Cervantes en Argel.

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