Calle rioja

Una ballena entre almadrabas

  • Bohemia. En recuerdo de Paco Algora, el actor madrileño que debutó en el teatro con 'El burlador de Sevilla' y en 1984 rompió con la Corte de los Milagros para irse a vivir a Vejer

EN la zona con el mejor pescaíto del mundo y las más famosas almadrabas, Paco Algora buscó refugio en una ballena. Por fin, después de nueve años en el paro, le van a dar un Goya. En la próxima edición de los premios de la Academia del cine español, su nombre, Francisco Javier Jiménez Algora (Paco Algora en las carteleras y los repartos) saldrá entre los fallecidos de este año. Tres días después del Domingo de Resurrección, el actor murió el penúltimo día de marzo, Miércoles de Insurrección. La insurrección de los cómicos fue su quinto libro. Me lo dedicó hace dos años en la feria del Libro de Sevilla. En la portada llevaba una imagen de la Virgen de la Novena, patrona de los cómicos, que sale en Misericordia de Galdós.

A Paco Algora lo conocí personalmente hace unos años cuando vino a Sevilla, a una edición anterior de la Feria del Libro, para presentar un libro de su amiga Mayrata O'Wisiedo. La actriz de tantos Estudio 1 publicó Chico no sabe que es perro, un conmovedor memorial de la convivencia con un chucho que, entre otras vicisitudes, vivió el 23-F en un garaje de la carrera de San Jerónimo mientras su dueña participaba en un ensayo en el Bellas Artes.

He oído en la radio que a mediados de abril Vejer será escenario de unas jornadas sobre la felicidad en las que, entre otros, intervendrán Jorge Valdano, Boris Izaguirre y la sexóloga francesa Valerie Tasso. Faltará el principal ponente. Paco Algora es uno de los pocos infelices que tenía la pócima de la felicidad. Feliz porque no tenía ni móvil ni internet; feliz porque trabajó en lo que más amaba, actor que debutó en Barcelona con El burlador de Sevilla; feliz porque en su filmografía figura la película Nosotros que fuimos tan felices; feliz porque en 1984, cuando hacía Luces de bohemia de su amado Valle-Inclán, decidió romper con la corte e irse al sur, a Vejer, donde daba talleres de interpretación y proyectó crear un grupo de actores con los presos del penal de El Puerto.

La atracción del sur fue definitiva. Su primer libro, que conservo dedicado con fecha 2 de mayo de 2005, lo tituló con un verso de León Felipe, Me llamo Jonás… vengo del vientre de la ballena y humildemente pido la palabra y se lo editó Quorum, con sede en el número 27 de la calle Ancha de Cádiz. Se lo dedicaba "a Kinito, a los cómicos y a Fernán Gómez". El humor sin dolor no es humor, es frivolidad. La felicidad que no se trabaja deviene en superficialidad. "El sufrimiento es una de las vías de redención, Jonás, si lo transmutas en canto, llegarás a la risa", dice uno de los personajes. El Jonás de la Biblia tardó tres días en atravesar Nínive, Algora invirtió veinte años de su vida en escribir esta maravilla, la segunda ballena más literaria después de Moby Dick.

Un actor de paradojas. Como Tony Leblanc, nació donde su padre trabajaba de portero; si el actor de Los tramposos lo hizo en el Museo del Prado, Algora vino al mundo en el Observatorio Astronómico de Madrid. Los dos edificios, obra del arquitecto Tomás de Villanueva. Fue un republicano que coincidió en cuatro películas con su amiga Bárbara Rey; llegó a tener cuatro películas de protagonista en la Gran Vía madrileña antes de transitar por el Kalahari del olvido y la indiferencia, con entrevistas de trabajo ante ejecutivos disfrazados de creadores que no habían oído hablar en su vida del actor que intervino en la adaptación cinematográfica de cuatro de las obras cumbres de la literatura española del siglo XX: La colmena, de Cela (dirigido por Mario Camus), Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos (Vicente Aranda), Réquiem por un campesino español, de Ramón J. Sender (Francesc Betriu) o Soldados, a partir de una novela de Max Aub.

"La libertad es sagrada y gratis, pero es el peaje más caro", me dijo en una entrevista llena de melancolía. En Madrid su casa era parada y fonda de gente que quería abrirse paso en el gremio. Su apartamento estaba en la calle Tirso de Molina, no cabe nombre más teatral, y por allí pasó Loles León, que se encontró con toda la discografía de Serrat. La insurrección de los cómicos llevaba prólogo de Emma Cohen, con la que coincidió por primera vez en un episodio de Curro Jiménez titulado Aquí durmió Carlos III. El hijo del Observatorio ya se ha reencontrado con el bandolero de Cantillana (Sancho Gracia) y con El Estudiante (Pepe Sancho). José Luis Garcí fue su director de cabecera: desde El abuelo contó con él en seis películas. Se conocieron cuando el director trabajó de guionista en Tocata y fuga de Lolita, con una bellísima Amparo Muñoz dirigida por Vicente Aranda.

Decía que Franco mandaba comisarios a los teatros pero las subvenciones, a las que llamaba subversiones, eran los nuevos "grilletes y mordazas". Denunció una mal entendida memoria histórica que había eliminado de los libros de texto a Ganivet, León Felipe o Bergamín, un falso progresismo que eliminaba la palabra alma de los libretos de Valle-Inclán y una generación de analfabetos posmodernos que ignoraban quiénes fueron Alfonso Sastre, Lauro Olmo o Buero Vallejo, que conoció al Miguel Hernández auténtico y contó en algunas de sus obras con un actor apellidado Bódalo que vivió dos exilios en su vida y apareció en la película del Oscar de Garci.

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