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Sevilla

El caso de Dominique Philippeaux y otros sicarios 'sevillanos'

  • Tres crímenes de los últimos años pudieron ser obra de profesionales a sueldo.

Dominique Philippeaux sale de los juzgados de Sevilla.

Dominique Philippeaux sale de los juzgados de Sevilla. / m. g.

Francis Castola no es el primer sicario que viene a Sevilla contratado por una organización de narcotraficantes. Ni siquiera es el primer francés. En los últimos años han sido varios los matones a sueldo detenidos por la Policía Nacional o la Guardia Civil que habían actuado, o tenían previsto hacerlo, en la provincia de Sevilla. Los que caen son muchos menos de los que existen, puesto que la contratación de este tipo de profesionales es una práctica habitual entre organizaciones dedicadas al narcotráfico, entre las que suele haber robos de droga, de los que las Fuerzas de Seguridad rara vez llegan a tener conocimiento.

El caso más recordado es el de Dominique Philippeaux, el asesino del Tío Tom, un sicario francés que alguien contrató -estos tipos no suelen revelar quién les hizo el encargo- para recuperar una partida de cocaína que había desaparecido. En aquella ocasión sí que intervino la Policía, pero porque a Philippeaux se le fue la mano. Torturó a su víctima, posiblemente sólo con la intención de obtener información, pero terminó matándola. Ocurrió el 9 de diciembre de 2002. Aquel día, en un piso de la primera planta de la calle Vib Arragel, en la Barqueta, apareció el cadáver de Francisco Carrasco Córdoba, de 24 años, camarero del cercano bar Tío Tom. Lo halló su jefe, el dueño del local, que se acercó a buscarlo a su casa al ver que no llegaba al trabajo.

El ADN permitió cazar al asesino del Tío Tom diez años después del asesinato

El cuerpo de Carrasco Córdoba estaba colocado en un sillón, como si estuviera sentado, en una habitación de la casa. Tenía los pies y las manos atados con cinta adhesiva y había recibido numerosos golpes por todo el cuerpo. Junto al cadáver había una caja fuerte de gran tamaño, en la que la Policía halló después cuatro kilos de cocaína y 8.000 euros. El tamaño y el peso de la caja fuerte hicieron imposible que el asesino se la pudiera llevar. Antes de marcharse, buscó sin éxito las llaves de la misma por toda la casa, como demostraba el hecho de que todo estuviera revuelto en la vivienda, y todos los cajones y muebles abiertos.

El caso no se esclarecería hasta diez años después, gracias a la firma de un convenio internacional para compartir informaciones de perfiles genéticos de siete países. El ADN hallado en el piso de Vib Arragel coincidía con uno que había en esta base de datos internacional. Correspondía a Dominique Philippeaux, un ciudadano francés que se encontraba cumpliendo condena en la cárcel de Mauzac, en el sur de Francia. En el año 2004, había sido detenido por atropellar a un gendarme. Philippeaux fue juzgado y condenado en Sevilla, si bien aprovechó que la Audiencia lo había dejado incomprensiblemente en libertad para fugarse. Sería detenido meses después en Bélgica.

Otro crimen cometido por sicarios que nunca se esclareció fue el de Matahacas. La víctima, Francisco Barroso, recibió tres tiros en la puerta de su casa, en el número 5 de esta céntrica calle, el 5 de octubre de 2004. La Policía llegó a sospechar de dos colombianos, pero las investigaciones se estancaron y el caso se archivó. El otro homicidio que falta por esclarecer en Sevilla capital pudo ser también obra de un profesional a sueldo. Fue el asesinato de Fernando Mula, un traficante de Los Pajaritos, hallado muerto el 9 de junio de 2014 en su casa de la calle Mirlo.

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