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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

Sevilla

El corazón verde de la ciudad está sin riego sanguíneo

  • El parque de María Luisa, uno de los lugares más visitados por el turismo y por el residente para el solaz y el deporte, presenta un lamentable estado de abandono y suciedad.

De Dante Alighieri (1265-1321) a Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870). Seis siglos de literatura sin salir del parque de María Luisa. Un espacio ideado para el solaz, los paseos y las evocaciones románticas. Que sigue concitando un interés del turismo que sorprendería a quienes lo dejan languidecer de olvido y abandono. Como un libreto romántico leído del revés en noche de pesadillas.

El verdín se come a la dama que preside el arco de entrada. La estatua la firma Pérez Comendador y está fechada en 1929. Un año esencial, el de la Exposición Iberoamericana que difundió el parque de María Luisa. Una fecha con retranca: ese año van a morir Aníbal González, autor del diseño de la plaza de España; y dos hombres recordados en sendas glorietas, Torcuato Luca de Tena Álvarez Ossorio, que era primo del arquitecto, y Luis Montoto y Raustensbusch, que desde 1914 fue cronista de la ciudad.

La Avenida que separa el parque de los pabellones americanos también se llama de María Luisa. El teatro Lope de Vega arrancará su nueva temporada con la presentación del último trabajo del guitarrista Rafael Riqueni, titulado precisamente Parque de María Luisa. Aún no han cambiado la programación. El curioso puede comprobar que el tránsito de Alcaldía (11 de junio) coincidió con la presencia del musical Chicago. De Chicago a Sevilla, dos ciudades hermanadas por el pulso previo del 92 y por una canción de No me pises que llevo Chanclas.

El servicio de Lipasam retiró los restos de la botellona entre los pabellones de Perú y Uruguay. Pasear un 11 de septiembre por la Avenida de Chile es un ejercicio de gimnasia mental contra las tiranías. La fecha vuelve a estar presente en el grupo de turistas catalanes que atraviesan el paso de cebra con sus senyeras. Al parque se entra por el paseo de Isabel la Católica. Están ocupados casi todos los bancos de la glorieta de Gustavo Adolfo Bécquer. En febrero se cumplieron 175 años del nacimiento del poeta. El parterre en el que descansan las musas está asqueroso, la suciedad blanquea el color negro del ángel caído. Algarabía infantil en el parque infantil próximo a los urinarios. Variante del pabellón-retrete que diseñó Puig i Cadafalch para la Exposición de Barcelona del mismo año. Hay un castaño de Indias y una araucaria australiana.

El estanque tiene forma de corazón. Al fondo, una dama, mitad sirenita mitad musa de poetas, recostada con medio sol incaico a sus espaldas. Hay un punto de préstamo de intercambio de libros y de juegos de Ingenio. No hay nadie en lo de los libros, donde sobresale un ejemplar de Machado. La gente hace cola en el servicio de bicicletas de paseo. También tienen primeros auxilios: una madre administra betadine en la barbilla de su hijo.

La casita parece de Hansel y Gretel. Está cerrada a cal y canto, con arabescos en puertas y ventanas y estrellas en la pared. Hay telarañas, cartones de sueños sin rumbo, el cristal de la buhardilla está roto. El mismo año 1929 que murieron Aníbal González, Luis Montoto y Torcuato Luca de Tena nació Juanita Reina. Al mediodía del 10 de octubre de 1994 el alcalde Alejandro Rojas-Marcos inauguró una glorieta con el nombre de la tonadillera.

El agua es ciénaga en la llamada Isleta de los Pájaros, que concentra la mayor población infantil. El libro de estilo de la ornitología, "Quienes no saben amarlos (a los pájaros) y convivir con ellos se hacen acreedores al más duro reproche", debería hacerse extensivo a todo el patrimonio del parque de María Luisa. "¿Por qué es el más importante, mamá?". "Porque es el más antiguo". Y la madre sigue: "¿Y sabes por qué se llama de María Luisa...?".

En la fuente de las ocho ranas, con un pato haciendo las veces de fuente central, hay una extranjera que lee un libro de Mary Higgins Clark, un laberinto en torno a un naranjo moruno y dos señalizaciones, una relativa al Ciprés de los Pantanos, y otra que sitúa allí el ejercicio 5 de la ruta 2, relativo al endurecimiento del abdomen, con gráficos alusivos.

Unas valkirias toman el sol bajo una palmera en el estanque de los cuatro leones. No corre el agua. Hay niños que saben botánica: "¡Quillo, más nenúfares!". La mejor manera de endurecer el abdomen es escalar el monte Gurugú. Es la máxima altura del parque. Ensoñación africana. Lo atraviesa un túnel ciego que hace las delicias de los ciclistas, siempre pendientes de esquivar inmundicias. Hay un tetra-brik de tinto Gran Duque. Desde arriba se ve imponente el pabellón Mudéjar. Mejor esa visión que la de la cascada. El panorama es dantesco, y no por Alighieri: botes, botellas, bolsas de plástico, restos de comida. Llegan al mirador unos padres con sus cinco niños. Visto y no visto. "Está asqueroso", dice el padre, "aquí se mean, hacen el amor, hacen botellona. Vámonos, cariño. Vámonos, guruguru". De vergüenza. Una madre juega con su hija a Dora Exploradora. "¿Dónde vamos? A la montaña más alta".

Sería un magnífico programa para el teatro Maestranza: Tosca, Aida, Otelo, Lohengrin, La Bohème... Óperas de Wagner, Puccini, Verdi. Homenaje a Ofelia Nieto (1898-1931), soprano de vida tan corta como la de Bécquer. La glorieta la preside un dibujo de Juan Miguel Sánchez. Como está a la intemperie, sin vigilantes como en el Museo de Bellas Artes, algún imbécil se ha permitido la licencia de dejar su impronta en el libreto que lleva una de las protagonistas del dibujo.

Los bancos que unen esta glorieta con el Jardín de los Leones los suelen utilizar los que dan cuenta allí de sus bocadillos. El reino del papel Albal al que estigmatizó el protocolo de la Expo. Tampoco corre el agua por el estanque circundado por las obras de los hermanos Álvarez Quintero. Serafín en un lado; Joaquín, en el otro. Testimonio a sus "cien comedias". A dos pasos del busto de Dante, autor de La Divina Comedia, que parece castigado.

El parque de María Luisa es un vergel versallesco que da grima. Y no cesa el tránsito de turistas. No sólo de nenúfares vive el hombre. No se cabe en la terraza del Citroen ni en el bus que va al aeropuerto y tiene parada en el Prado de San Sebastián. Un turista es el mejor embajador y encima no usa valija diplomática.

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