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Día de todos los santos El bullicio se repite en San Fernando

La desmesura frente al vacío

  • El cementerio volvió a recibir miles de visitas, a pesar de que la tradición va a menos · Se impone la moda de los centros de flores de motivos profanos

A las viejas tradiciones, como la de visitar los cementerios el Día de Todos los Santos, se añaden nuevas, como los atascos en la SE-30, que fueron ayer constantes desde media mañana en los accesos al de San Fernando. Familias completas a bordo de los coches reemplazaron a los conductores solitarios que reinan entre semana. Pero no hay prisas por llegar al cementerio. Ningún día. Y el subinspector Armijo, responsable desde hace 30 años del dispositivo de la Policía Local por el 1 de noviembre, aseguraba que la tradición va a menos.

"En lo que va de mañana han entrado dos sepelios y los dos han acabado en incineración. El año que viene no vendrán a dejarles flores", adujo el municipal, que estaba al frente de 20 hombres, pocos más que los que controlaban el mercadillo del Charco de la Pava, el otro punto de concentración del sábado. El agente cumplió el día anterior con los suyos, limpiando el lugar en el que reposan sus padres, y se sobresaltó ya en casa, al filo de las once de la noche, cuando llamaron a la puerta. "Eran unos niños disfrazados que intentaron darme un susto". Nuevos argumentos para su tesis, porque para esa generación será tan entrañable colocarse las caretas la víspera del 1 de noviembre como la contrición al intentar comprender por qué los horizontes se agotan en San Fernando. Entre la neblina, ayer sobrecogía el bostezo de cientos de sepulcros abiertos, en los que la estructura de hierro que soporta las losas se asemejaba a oscuras tapas de piano. Había quien alargaba el cuello ante alguna sin atreverse del todo a escrutar su vacío.

El bullicio en los puestos de flores no cesaba. Aunque, a diferencia de otros años y debido la crisis, pocos eran ya los que encargaban ramos sin preguntar el precio y ajustarse a un presupuesto, según Sandra, una de las 30 personas de la familia López que llevaban días trabajando a destajo. Estuvieron desde las cuatro preparando tumbas dentro del cementerio. El éxito en cuanto a exornos ha sido el conejito de Playboy, un paradójico reclamo de la carne, cuando la carne se desvanece. El encargo más inverosímil fue un "centro floral en forma de porro" por el que le pagaron cien euros.

Es un ejemplo más de los contrastes que se dan tapias adentro: la sobriedad de las rosas que Dolores colocó sobre la tumba de su padre y su cuñada, en el área de San Hermenegildo, y la desmesura de flores y color con la que, a la espalda, una familia gitana hacía presentes a los suyos. Una madre daba un potito a un niño sentada sobre la piedra y cerca un puñado de niños dibujaban con piedrecitas sobre el albero humedecido. El propio subinspector Armijo dice que nada le impresiona tanto como cuando estos grupos, tan presentes en el día de Todos los Santos en el Cementerio, rompen a cantar.

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