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Sevilla

"Si se lo dices a mamá, te corto la lengua"

  • Una madre reprueba la decisión de un juez que obliga a sus hijos a volver a ver a su padre después de que éste, según asegura ella, les amarrara y encerrara bajo llave

En la primavera de 2013, Carmen Espejo decidió incumplir el régimen de visitas e impedir que su ex marido viera a sus dos hijos de 5 y 7 años. Lo hizo después de ver en las muñecas de su hijo pequeño varias marcas, y de que éste asegurase que su padre le había atado a una silla por portarse mal. Así consta en la denuncia que esta mujer presentó el mismo día de los hechos en una comisaría de Camas, donde residía entonces.

Tres años después, el pasado 28 de abril, un Juzgado de Violencia sobre la Mujer de Sevilla, "en beneficio e interés de los menores", dictaminó retomar el contacto con el progenitor mediante visitas tuteladas, al no "apreciar secuelas ni daño psicológico en relación con un posible maltrato", según cita el informe psicológico que recoge la sentencia.

"¿Quién me garantiza la seguridad de mis hijos?", manifiesta Carmen Espejo, que, aunque autoriza que se publique su nombre, no quiere que se le vea el rostro. "He recurrido a todas las instituciones, pero nada, nadie me ayuda. Hay muchos recursos para proteger a las mujeres maltratadas, pero ¿y a los niños? Nada. Están desamparados", denuncia.

Esta mujer se casó con apenas 19 años. Conoció a su pareja cuando tenía 15 años, en 1999. Una década después, y con dos hijos en común, se marchó del domicilio familiar con los pequeños después de que su ex les encerrara en su casa con llave y ella pudiera huir por el garaje, según relata. "No cogí nada, sólo un bote de leche del niño".

Carmen Espejo apenas habla de la violencia que ella sufrió, sólo se centra en sus hijos. Es su acompañante quien le anima durante la entrevista a relatar los episodios que padeció: "Me encerraba en una habitación y me obligaba a pedir perdón de rodillas", cuenta. "Me hablaba tan cerca de mi cara y con tanta agresividad que me mordía el labio y me tiraba arroz hirviendo a la cara. Pero, salvo el día del arroz, yo no era consciente de que estaba sufriendo violencia de género".

Esta sevillana admite que nunca denunció a la Policía estos hechos, "posiblemente por miedo". Sí hay constancia de los daños sufridos en los diferentes partes médicos. Además, un Juzgado de lo Penal de Sevilla condenó a su ex marido a nueve meses de prisión y a dos años sin poder acercarse a ella a menos de 300 metros por un "delito continuado de amenazas agravadas por la presencia de menores".

La sentencia, con fecha de enero de 2013, cita algunas de las amenazas que el acusado dirigía a su víctima como "me voy a llevar los niños a África", "de la cárcel se sale pero del cementerio no" o "mi hobby va a ser hacerte la vida imposible". "Nunca reaccioné, hasta que hizo daño a lo que más quiero, mi hijos", comenta nerviosa.

Esta madre asegura que el día que fue a bañar a su hijo después de que éste pasara la tarde con su padre y vio las marcas en sus muñecas, el pequeño le contó que el progenitor le había amarrado a una silla. Su hija, dos años mayor, admitió no haberlo visto porque se encontraba dormida, pero que su padre les encerraba con frecuencia en una habitación y que les obligaba a pedir perdón de rodillas.

Estos hechos están recogidos en la denuncia que Carmen Espejo presentó el 18 de abril de 2013 en una jefatura de la Policía Local. A la denuncia aportó un parte de lesiones sobre las heridas que su hijo presentaba en ambas muñecas, y otro informe del servicio de Urgencias de su hija, con fecha de diciembre de 2012, que describe una herida y un hematoma en el labio, "con frenillo incluido", que se produjo, según el parte médico, "cuando estaba con su padre". La menor relató en aquel momento a su madre que se hirió cuando su padre le introdujo con fuerza una cuchara en la boca para que comiera.

Durante una vista judicial, que según la madre fue grabada, la menor relató que su padre les amarraba a una silla cuando lloraba o se portaban mal, pero que les ponía un peluche en la barriga para no dejar marcas. Además, les daba a oler y a lamer un "peluche apestoso que les provocaba náuseas". "Les amenazaba diciéndoles 'si se lo dices a mamá, te corto la lengua y la garganta'. A mi hija le dio un ataque de ansiedad cuando lo contó, y tuvo que ser consolada por la fiscal". Su hijo, sin embargo, apenas hablaba sobre el problema pero "sufrió caída del cabello, se le formaron costras y padeció una dermatitis a causa de la ansiedad", relata su madre, que asegura que su abogada posee imágenes que lo demuestran.

Esta mujer -que presenta unas manos agrietadas y con heridas, según asegura, porque somatiza la ansiedad- comenta que, después de tres años, desde que conocen la sentencia del magistrado sobre el retorno de las visitas, han vuelto "las pesadillas y a tener que dormir con la luz encendida". "La niña, que ya tiene 10 años, se ha vuelto en mi contra, reprochándome que le dije que la protegería". Carmen Espejo teme que tras las horas tuteladas, el régimen de visitas se amplíe, pero sin presencia de un tercero: "Él no es tonto. No le va a hacer nada a los niños en público, pero cuando estén a solas con él, ¿quién los va a proteger?".

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