El rastro de la fama · Manuel J. Lombardo

"El exceso de títulos en los festivales mata la libido cinéfila del espectador"

  • Pieza fundamental en la renovación de la crítica sevillana, lleva ya casi tres lustros analizando las películas que se estrenan en las salas de una ciudad con cada vez menos pulso cinematográfico.

-Alguien ha dicho que sus críticas de cine pertenecen al género de la demolición...

-¿Quién es ese amigo malvado? No estoy de acuerdo con él. Lo que pasa es que, por fortuna, tengo una cierta independencia del negocio cinematográfico, así como una idea muy clara de las diferencias que deben existir entre la promoción de una película, que es lo que más abunda hoy en día en los medios de comunicación, y su crítica.

-¿Cuáles son los ingredientes de una buena crítica?

-El crítico debe establecer un vínculo entre la película y el lector, descifrar sus claves... Toda crítica debe ser un ejercicio de análisis y divulgación. Para mí es muy importante el uso de un lenguaje actual, que no esté desgastado y que sirva para expresar el cine de nuestro tiempo, no el que se hacía en los años cincuenta.

-El humor es uno de sus recursos expresivos preferidos...

-El humor es una defensa contra las agresiones del cine. Hay que tener en cuenta que el noventa y cinco por ciento de las películas que se estrenan en la ciudad son de baja calidad, y si a esa circunstancia no se le aplica un poco de sentido del humor uno está definitivamente perdido.

-No se llega a la crítica de la nada. ¿Qué críticos tiene como referencia?

-Yo sí llegué a la crítica de la nada. La primera crítica de cine que escribí salió publicada en el primer número de este periódico, al que arribé gracias a Carlos Colón. Para mí siempre fue un referente Ángel Fernández-Santos, al que yo leía asiduamente cuando era estudiante. También, Alfonso Sánchez... El corto de poco más de diez minutos que hizo Garci sobre esta figura es el mejor retrato que se ha hecho nunca sobre un crítico de cine.

-Resulta curioso verle hablar bien de Garci, una de sus bestias negras.

-Su retrato de Alfonso Sánchez, que se puede ver en youtube, es su mejor película, la única por la que merece la pena ser recordado.

-Algunos críticos no han podido resistir la tentación de convertirse en una parte más del espectáculo. Estoy pensando en Carlos Pumares y, más recientemente y a otro nivel, en Carlos Boyero.

-En los últimos diez años se ha producido un enfrentamiento muy radicalizado entre la nueva crítica española y la vieja, que está representada por Boyero... Pumares es otra cosa, forma parte del freakshow de la televisión; él mismo ha renunciado a toda legitimidad como crítico de cine... Boyero es el caso más visible de cómo la crítica se ha convertido en un espectáculo del ego, de cómo se ha banalizado...

-Pumares, al menos, nos salvó de algunas largas noches de insomnio.

-Sí, pero lo que la gente recuerda más de él es cuando lo llamaban en directo para insultarlo o para hacer las típicas rimas... Era como un muñeco para golpear con una cierta memoria cinéfila.

-Usted fue programador y director adjunto del Festival de Cine Europeo de Sevilla. Hoy en día hay voces que ponen en cuestión la misma existencia de los festivales cinematográficos ¿Qué opina de esto?

-A mí, personalmente, cada vez me gustan menos los festivales, porque el exceso de películas que se programan mata la libido cinéfila del espectador. En general, en los festivales nunca se ven más de cuatro o cinco películas que merezcan la pena. Además, en el caso del de Sevilla, hay algo que me preocupa especialmente, que es que ha terminado por absorber al pequeño reducto cinéfilo que quedaba en la ciudad para hacerlo desaparecer el resto del año. Mientras el festival, según sus responsables, crece y crece, el público cinéfilo en Sevilla ha desaparecido. Un festival no puede ser sólo cultura del evento, sino que tiene que generar una dinámica el resto del año. Habría que intentar no quemar todos los cartuchos en la semana del festival y crear un tejido cinéfilo para recuperar un público que se ha perdido.

-Ese público se encontraba antes en los cine-clubs, algo que prácticamente ha desaparecido.

-Quedan pequeños reductos, como el del padre Alcalá en Cajasol, pero ya están desnaturalizados y con un público con el que ya no se puede hacer una labor pedagógica, que no apuesta por lo nuevo.

-¿Alguna sugerencia para mejorar el Festival de Sevilla?

-Debería emanciparse de toda esa parafernalia institucional que rodea al cine europeo, de todas esas secciones vinculadas a la Academia del Cine Europeo, a Eurimages y a otras instituciones de Bruselas que, en definitiva, son el cáncer del cine europeo. Los productores, evidentemente, dirán que esto que estoy diciendo es una barbaridad.

-Muchos suelen poner el modelo francés de gestión del cine como un ejemplo a seguir.

-Desde las primeras leyes de protección elaboradas en los ochenta por el ministro de Cultura Jack Lang, el modelo francés considera al cine no sólo como un bien que define una identidad cultural, sino también como un bien industrial. El cine en Francia ha sido asumido como una de las bellas artes. Además, las películas galas ocupan un cincuenta por ciento de la cuota de mercado en su país. El modelo francés ha permitido que coexistan películas muy comerciales y espectaculares con otras que pertenecen a la tradición de cine de autor que nació con la Nouvelle Vague.

-Por contra, en España, el cine divide más que une. La ceremonia de los Goya y su resaca posterior suele ser un auténtico ejercicio de guerracivilismo.

-El cine español ha sido instrumentalizado tanto por la derecha como por la izquierda. Al final, de lo que menos se habla es de su calidad y de sus verdaderos problemas. Todo se reduce a unos discursos simplistas entre la caspa de Torrente y el elitismo de Erice... No salimos de ahí... Además, la industria tiene muy poca capacidad de autocrítica, como se ha demostrado con el cierre de Alta Films. Me parece increíble y una irresponsabilidad enorme el que nadie haya entonado un mea culpa respecto al fracaso de todo un modelo empresarial que a la vista está no ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos... El único argumento de peso que esgrimen es la piratería en internet.

-¿Pero el cine español tiene calidad?

-El cine español tiene un problema de inflación de producción que desvirtúa su calidad. Es decir, se produce más de lo que se debiera porque esto es rentable debido a la política de ayudas y subvenciones. Del centenar de películas que se producen anualmente en España, la gran mayoría no tiene calidad ni público, sólo se salvan unas cinco.

-El cierre de Alta Films al que usted aludió antes ha sido considerado por muchos como una auténtica catástrofe cultural.

-Yo no lo veo así. Hacía mucho tiempo que Alta Films había renunciado a su papel de distribuidora de cine de autor.

-La subida del IVA cultural también es un problema para el cine español actual.

-No sé mucho sobre el IVA cultural, pero es evidente que está haciendo daño a las salas comerciales.

-¿Llegaremos a un escenario en el que haya cine sin salas de cine?

-Sí. Esta semana ha salido una noticia en la revista norteamericana The Hollywood Reporter que dice que, a finales de este 2013, ya no habrá ninguna sala en EEUU que proyecte en cine y todo se hará en digital. Evidentemente, la manera de ver cine está cambiando sustancialmente. Anoche yo vi en internet Los ilusos, de Jonás Trueba, una película de la que todo el mundo está hablando y que, sin embargo, no se puede ver en las salas de cine. Estos jóvenes cineastas están recuperando el cine como espectáculo itinerante, como bolo en el que uno viaja con su película en un disco duro y la proyecta en los sitios a los que le invitan.

-¿Pero cerrarán las salas de cine convencionales?

-Sin ser la pitonisa Lola creo que cerrarán las de versión original y las de mediano tamaño que hay en los centros de las ciudades, porque no han invertido como en EEUU para su reconversión digital. Quedarán los grandes multicines de los centros comerciales, que son necesarios para que las grandes películas de Hollywood inicien, y sólo inicien, su carrera comercial. Además, pervivirán reductos muy minoritarios para cinéfilos. El resto se trasladará a internet y a las plataformas digitales. Por eso es muy importante que la crítica de los periódicos no se limite al cine que se exhibe en las salas y que se abra a los nuevos caminos que ya están creando los propios lectores.

-Paralelamente a esta incertidumbre que amenaza a la industria, actualmente existe todo un renacimiento de la cinefilia, algo a lo que ha ayudado mucho internet y el boom de los blogs. Además, la aparición de nuevas cámaras digitales y otros medios tecnológicos ha puesto al alcance de muchos la posibilidad de hacer películas.

-Sí, pero el problema es que hay un gran caos. En internet se ha sustituido la figura del crítico gurú por una pluralidad de voces en la que es muy difícil separar el grano de la paja. Sobre el otro asunto es verdad que la tecnología digital está abaratando mucho la producción de películas y su difusión, lo que facilita la labor de aquellos que hacen cine en las márgenes del sistema cinematográfico.

-Antes aludió a la baja calidad de las películas que llegan a las salas sevillanas. ¿Nos estamos quedando sin ver en formato cine títulos verdaderamente importantes?

-Sí. El principal problema es que las distribuidoras sacan cada vez menos copias de las películas con mayor riesgo, apenas cinco por título, lo que deja a Sevilla fuera del circuito. Un ejemplo muy reciente es el documental que ganó el Oscar este año, Searching for Sugar Man. Es una película que le ha gustado a todo el mundo, que tiene el consenso del gran público y de la crítica más exigente. Sin embargo, no ha llegado a Sevilla porque los distribuidores consideran que no es una ciudad rentable. En algunos estrenos estamos, incluso, por detrás de Málaga. Vuelvo a lo de antes, tengo la sensación de que, con el Festival de Cine Europeo, quemamos nuestras naves para el resto del año.

-¿Europa también ha perdido su liderazgo en el cine de autor?

-Desde los años ochenta, Europa ha dejado de ser el referente del cine de autor. Ahora se vive una fiebre permanente del descubrimiento periférico, una necesidad de detectar movimientos en el extrarradio que no sé muy bien si responde a un agotamiento del modelo europeo o a una simple moda propiciada por la globalización. En los últimos años hay una mirada a países sin tradición en la historia del cine en los que se están haciendo cosas muy interesantes, como Tailandia o Filipinas...

-¿Y qué cineasta actual le parece más interesante?

-Me interesa mucho Gus Van Sant, uno de los directores claves del siglo XXI. En películas como Gerry, Elephant o Last Days ha sabido hacer una síntesis de la tradición autoral europea y del cine independiente americano y trasladarla al paisaje de EEUU. Al mismo tiempo, cuando hace películas alimenticias para Hollywood es capaz de filtrar la emoción cinematográfica a un material de segunda categoría.

-¿Y español?

-Del cine industrial me gusta Enrique Urbizu (La caja 507, No habrá paz para los malvados, etc.). Hace cine de género, pero habla de las cosas que pasan en España y representa esa vía intermedia entre el cine comercial y el de calidad. En el campo del cine más arriesgado y autoral destaco a José Luis Guerín y, por supuesto, a Erice.

-¿Y un clásico fundamental?

-Alfred Hitchcock y Jean-Luc Godard.

-¿Más que John Ford?

-Un gramo más.

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