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La exquisitez del culto público a Su Divina Majestad

  • Procesión anual de impedidos de la Sacramental del Sagrario

Monaguillos de la Archicofradía Sacramental del Sagrario con la Giralda al fondo.

Monaguillos de la Archicofradía Sacramental del Sagrario con la Giralda al fondo. / reportaje gráfico: juan carlos vázquez

Cera roja, tiros largos. Estandartes de las hermandades de la feligresía, guión sacramental. Carráncanos y monaguillos. Muñidor, campanillas y pétalos de flores. Tantum ergo, Su Divina Majestad bajo palio. La Archicofradía Sacramental del Sagrario de la Catedral cumplió con el rito de llevar la comunión a los enfermos e impedidos de la feligresía con una procesión de gusto exquisito, que siempre se celebra el primer domingo tras el Domingo de Resurrección. Banda de música, representación militar, guantes, párroco. El cortejo deja su sello en calles con sabor propio: Cardenal Sanz y Fores, Argote de Molina, Zaragoza, Padre Marchena, Federico Sánchez Bedoya... Faroles repujados, albas, pertiguero, genuflexiones. El cortejo avanza en una mañana de cielo espléndido. Los ciclistas, casi todos, aguardan con respeto el paso veloz de la comitiva. Dos agentes de la Policía Local van cortando el tráfico con antelación. Basta con unos minutos. Todo es fugaz. Cada año hay menos enfermos a los que llevar la comunión a su casa, pero el rito se cumple haya tres, cinco o siete. Es la importancia del culto público a Su Divina Majestad.

Terminada la procesión, el párroco del Sagrario, Manuel Cotrino, da las gracias a las autoridades y representaciones por acompañar al Santísimo Sacramento con devoción y respeto. El centro sigue su vida, turística fundamentalmente. El tranvía vuelve a cruzar la Avenida con su particular toque de muñidor. Los niños se marchan hasta la próxima cita: el Jueves de Corpus. En las calles quedan los pétalos y el eco de algunas inocentes campanillas.

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