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El 'fraile' Murillo

  • Emoción. Entre 1665 y 1669, Murillo vivió en el convento de Capuchinos de la Ronda y pintó una veintena de cuadros que los frailes quieren 'recuperar' en copias por el centenario

Francisco Luzón, guardián del convento, con los cantantes Enrique Casellas y José Manuel Soto. A la derecha, imagen de Murillo.

Francisco Luzón, guardián del convento, con los cantantes Enrique Casellas y José Manuel Soto. A la derecha, imagen de Murillo. / Juan Carlos Vázquez

Entre 1665 y 1669, Bartolomé Esteban Murillo pintó y residió con sus oficiales en el convento de los Capuchinos. Fue contratado por el fraile Francisco de Jerez y, cuando éste es destinado a Roma, por Antonio de Ondárroa para decorar una iglesia a la que llegó esta comunidad en 1627 y que tenía como titulares a las Santa Justa y Rufina y desde 1920 a la Divina Pastora.

Francisco Luzón, guardián del convento, granadino de Cogollos Vega, invita a subir por unas escaleras cuya balaustrada perteneció al Hospital de las Cinco Llagas. En la primera planta, donde estaban las celdas de los frailes, Luzón abre lo que parece una puerta de armario. El misterio, como en Harry Potter, está servido. Dentro no hay ningún misterio: cientos de libros, la mayoría de temática religiosa, y un par de sillones en torno a una pantalla de televisión generosa en pulgadas. Pero en ese mismo lugar tan prosaico está documentado que estuvo el lugar de trabajo del pintor. "Algo habrá que hacer porque el sitio tiene su historia".

Enrique Casellas dará un concierto benéfico para la Divina Pastora, cotitular del convento

El convento tiene historia a espuertas. Dicen que Dios está en los fogones y la realidad no podía dejar por mentirosa a Santa Teresa de Jesús. Amelia Rodríguez trabajó de cocinera en el convento. Eso convirtió este lugar en un lugar de juegos y de alguna siesta para su hijo, el cantante Enrique Casellas, cada vez que salía del colegio. Como empezó a cantar en el coro de la hermandad de la Divina Pastora, en la que fue costalero, ha decidido dedicarle la recaudación del concierto que el próximo domingo dará en la Sala Chicarreros para conmemorar sus 25 años con la música.

Algunos de los que le acompañarán -José Manuel Soto, Isabel Fayos, Virginia la Pipi...- se apuntaron a la visita al convento con el timón excepcional del fraile granadino, que empezó por anotar los dos expolios fundamentales que sufrió el convento y que al fin y a la postre lo dejaron sin uno solo de los 22 cuadros que aquí pintó Murillo: la invasión francesa y la desamortización de Mendizábal, que se llevó además de los cuadros la biblioteca y el archivo.

Ante el altar mayor formado íntegramente por cuadros de Murillo tuvo Fray Isidoro de Sevilla la idea de la Divina Pastora. "No decía visión para no vérselas con la Inquisición", dice Luzón. Donde estaban los cuadros del pintor del año hay ahora dos imágenes de las patronas de la ciudad que se atribuyen a Duque Cornejo; un San Francisco de Asís en éxtasis en el que Virgilio Mattoni se inspiró en Fray Diego de Valencina "al que incluso pintó con gafas"; una Piedad de Cristóbal Ramos; un Beato Diego José de Cádiz de Antonio Susillo, que tiene otras obras en el convento; un San Francisco de Asís "que suena a Montañés"; una Divina Pastora de José Fernández Guerrero con una reliquia procedente de la final de Eindhoven.

El convento de los Capuchinos es una síntesis de la historia de Sevilla y sus artistas: Orce, Susillo, Domingo Martínez, Sebastián Santos. En la entrada, tres azulejos de José Gestoso. En la parte posterior, un azulejo pintado por Enrique Orce, asiduo en el patrimonio conventual, que retrata el fervor de la ciudad por la coronación en 1920 de la Divina Pastora. En los ángulos inferiores están retratados los ceramistas Ramos Rejano y Enrique Orce.

"El convento es una realidad viva", dice el guardián. En el comedor huele a comida, olor que procede de la misma cocina en la que trabajó la madre de Casellas. En la mesa, tres fuentes con naranjas de los naranjos del patio, donde una columna romana la han coronado con una cruz. Entre las muchas curiosidades del convento, un San Francisco de Asís en el que la pintora se inspiró en Félix Rodríguez de la Fuente y acaricia a un lobo, o la réplica de la Divina Pastora de Barquisimeto que en la ciudad venezolana saca a la calle tres millones de fieles y es procesionada cada 14 de enero por la comunidad de ese país residente en Sevilla.

El convento donde vivió y pintó Murillo entre 1665 y 1669 quiere sumarse a los actos del cuarto centenario. Tienen el proyecto de encargarle a un copista cordobés las copias de la veintena de cuadros de Murillo en el convento. "Queremos empezar por el de las santas Justa y Rufina". En el comedor hay una copia de la Virgen de la Servilleta y Orce copió la obra en la que San Francisco de Asís se abraza a Cristo en la cruz. A la visita fueron Aurelia Álvarez, hermana mayor de la Divina Pastora, y Pedro, de la junta, virtuoso en el mester de freiduría. Murillo pintó en otros conventos de capuchinos. En el de Cádiz tuvo una caída que precipitó su muerte.

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