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Las golondrinas ya no son tan oscuras

  • El último viaje del poeta. Una serie de actos van a recordar esta semana el centenario del traslado de Madrid a Sevilla de los restos de Gustavo Adolfo y Valeriano Bécquer

SEMANA de rimas y leyendas en Sevilla. La ciudad conmemora con una serie de actos el centenario de la llegada a Sevilla desde Madrid de los restos de los artistas Gustavo Adolfo y Valeriano Bécquer. Los restos de los dos hermanos llegaron a su ciudad natal el 10 de abril de 1913, casi treinta años después de que la Sociedad Económica de Amigos del País, con José Gestoso al frente, hubiera solicitado el traslado de los restos de Bécquer a Sevilla.

Además de poeta, junto con Espronceda una de las referencias del Romanticismo, Gustavo Adolfo Bécquer fue también escritor costumbrista. En los anales de la ciudad figura el artículo que le dedicó a la Feria de Sevilla. Aquel abril de 1913 que ahora se conmemora tuvo en el caso del poeta una simbología de restitución, de laica y metafórica resurrección. Era polvo, con los versos de Quevedo, mas polvo enamorado, cerrando el ciclo de amor crítico pero apasionado con la ciudad.

El 9 de abril de 1913 se exhumaron los restos de los hermanos Bécquer en la Sacramental de San Lorenzo de Madrid. Por eso, un siglo y dos días después, la plaza de San Lorenzo será el punto de partida de una Ruta Bécquer. No es casual la elección de esta plaza. En la calle Conde de Barajas está la casa donde se supone que nació el poeta. En la calle Potro, esa pequeña vía que desemboca en el Alameda Multicines, figura una placa que recuerda que allí pasó sus años escolares.

Los restos de los hermanos Bécquer fueron conducidos en una carroza de tiro de cuatro caballos a la estación de Atocha. Como la poesía es una herramienta de alta velocidad, estos viajeros, dignos de un viaje de Edgar Allan Poe, llegaban a la estación de Córdoba de Sevilla (también conocida como Plaza de Armas), donde los recibió una comitiva encabezada por el alcalde, Antonio Halcón, familia del poeta Fernando Villalón y del académico de la Lengua Manuel Halcón.

Siempre llueve en Sevilla en los acontecimientos históricos. En el traslado de los restos de Bécquer o medio siglo después en la coronación canónica de la Macarena (1964). Las lluvias de aquel día de abril impidieron el traslado de los restos al Panteón de Sevillanos Ilustres de la Universidad de Sevilla y, como le ocurre a tantas cofradías en Semana Santa, tuvieron que protegerse en la muy literaria capilla de las Siete Palabras de la parroquia de San Vicente. El traslado definitivo tuvo lugar un día después, el 11 de abril de 1913, después de una velada literaria en el Museo que organizó la Academia de Buenas Letras. Alumnos de la de Bellas Artes construyeron la carroza de estilo romano y renacentista en la que con pebeteros de incienso se realizó el desplazamiento definitivo.

La Universidad de Sevilla, que en esa época tenía su sede en la misma calle Laraña donde se encuentra el Panteón, figura entre las entidades que colaboran en este curioso centenario con la asociación Con los Bécquer en Sevilla, la librería El Gusanito Lector, Personas-Libro, la editorial En Huida, el Trío Bottesini, la Casa de los Poetas y las Letras y el ICAS del Ayuntamiento de Sevilla, además de Guillermo Sánchez, periodista y escritor, que hará las veces de cicerone en la ruta becqueriana.

Pocos poetas tienen tanta presencia en la ciudad. Su nombre preside una glorieta en el Parque de María Luisa, con una estatua del poeta y las tres musas obra de Coullaut-Valera; da nombre a una calle próxima a la Macarena, a un bar y figuró en un cine que pasó a la prehistoria de la ciudad. Hay un instituto Bécquer en el Tardón; el Ayuntamiento instituyó un certamen literario con el reclamo del poeta, presente en la arquitectura de la ciudad a través de la Venta de los Gatos o el convento de Santa Inés donde recreó la leyenda de maese Pérez el Organista.

Un niño de 10 años llamado Luis Cernuda, que también moriría lejos de Sevilla (mucho más lejos: en México), figuraba entre la multitud que salió a la calle a ver el traslado de los restos de Bécquer. Si Góngora fue el padrino de los poetas del 27, Bécquer es otra luminaria. A su generación la llamó Fernando Ortiz "la estirpe de Bécquer". Máximo Moreno hizo un disco de sevillanas con letras de poemas de Gustavo Adolfo Bécquer que presentó en La Carbonería; el poeta murió en la misma casa del madrileño barrio de Salamanca donde nació madre María de la Purísima, la heredera del legado de Sor Ángela de la Cruz.

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