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Esta guerra púnica la ganó Cartago

  • Historias. Una novelista de éxito, un académico con una legión de lectores y una historiadora de la posguerra coinciden en Sevilla con el nexo de su vinculación a Cartagena

María Dueñas, Arturo Pérez Reverte y María Victoria Fernández Luceño.

María Dueñas, Arturo Pérez Reverte y María Victoria Fernández Luceño. / D.S.

Ha sido la semana de autores de Cartagena en Sevilla. La inició María Dueñas (Puertollano, 1964), una autora que pese a su cuna manchega de ascendientes norteafricanos a los que da tributo en El tiempo entre costuras, fue en Cartagena donde inició su carrera literaria, que al principio hacía compatible con su trabajo como profesora de Filología Inglesa en la Universidad de Murcia. Reside en Cartagena, de donde estuvo viajando de forma itinerante a Nueva York para buscar escenarios y recrear personajes de su última novela Las hijas del Capitán, tercera historia americana después de Misión Olvido y La templanza. Si ésta, con escalas en México y Cuba terminaba en una bodega de Jerez, Las hijas del Capitán, recorrido por el Nueva York de la colonia de españoles, arranca en el barrio malagueño de La Trinidad.

En el mismo escenario donde María Dueñas habló de su novela, el patio de la Fundación Cajasol, Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) ha regresado para la tercera edición del ciclo Letras en Sevilla junto a Jesús Vigorra que de la Guerra Civil ha pasado este año a la idea de España como mito y realidad. El novelista y académico ha vuelto a la ciudad donde se inicia la trama de Eva, segunda entrega de las aventuras de Falcó, el condottiero castizo que en la novela inicial de la serie participa en un intento fallido para liberar a José Antonio Primo de Rivera de la cárcel de Alicante donde finalmente murió fusilado el 20 de noviembre de 1936. En Sevilla encontró Pérez-Reverte a los dos cómplices de sus aventuras: Juan Eslava Galán, que ha participado en estas jornadas, y Rafael de Cózar, al que inmortalizó en una de las entregas de Alatriste. El amigo que le introdujo en los secretos de Sevilla, el pigmalión de La piel del tambor, que murió el 12 del 12 del año 14 cuando intentaba apagar el incendio de la biblioteca de su casa de Bormujos.

Muchas novelas podrían salir de las investigaciones que ha realizado María Victoria Fernández Luceño (Cartagena, 1945), catedrática de Historia que ayer en la Casa de la Provincia y hoy en la Agrupación Socialista Julián Besteiro (calle Esteban Márquez, 7) presenta el libro La Ranilla. Prisión de presos políticos del franquismo. Esta cartagenera ha dedicado muchos años a investigar la historia del presidio de Sevilla. Un edificio con diseño de Juan Talavera que se terminó de construir siendo directora general de Prisiones en la Segunda República Victoria Kent. Una prisión muy avanzada que en los primeros años de represión política del franquismo disparó su capacidad máxima de 600 reclusos a 4.600, incluidos muchos mendigos a los que se les aplicaba la ley de Vagos y Maleantes. La prisión ya cerró y es un centro cívico. El 28 de junio de 1991, Eta mandó una carta-bomba que causó cuatro muertos: dos presos, un funcionario y un familiar que estaba de visita.

Fernández Luceño hizo la tesis doctoral sobre los médicos andaluces represaliados. Sólo en Sevilla en el verano de 1936 fueron fusilados veinte médicos. Una buena parte de estos galenos figuran en el callejero de la ciudad. Esta historiadora publicó una biografía sobre José Díaz, el panadero de la Macarena que fue lugarteniente de Stalin y murió en Tiflis, la capital de la ex república soviética de Georgia.

Historia y novela unidas a un topónimo tan literario como el de Cartagena, donde Ramón J. Sender ambientó su novela Mr. Witt en el cantón, obra a la que homenajea María Dueñas en Misión Olvido. La ciudad donde nació Carmen Conde, la primera mujer que ingresó en la Academia de la Lengua, a la que tuve la fortuna de conocer en Sevilla en una doble visita: cuando en 1980 ganó el premio Ateneo de Novela con la obra Soy la madre y en el homenaje que se le hizo en Coria del Río como letrista de un disco de coplas de Antoñita Moreno, la tonadillera sevillana que canta las saetas que sazonan las procesiones de la Semana Santa de Segovia que Orson Welles filmó en su película Mr. Arkadin.

Pérez-Reverte ocupa un sillón en la Academia a la que perteneció su paisana Carmen Conde. La presencia del novelista y María Dueñas en el patio de la Fundación Cajasol, donde la semana pasada se presentó el libro de Francisco Infantes Florido Jirones de toda una vida, antología del autor de La hija de don Juan Alba, pone de manifiesto el dinamismo cultural de la institución.

El ciclo Letras en Sevilla lo abrió Alfonso Guerra. Entre el público, estaba Juan Eslava Galán. El que fuera catedrático de Inglés en el instituto del Polígono San Pablo ganó el premio Planeta en 1987 con En busca del unicornio. Ese año Guerra era vicepresidente del Gobierno; José Rodríguez de la Borbolla, presidente de la Junta; Manuel del Valle, alcalde de Sevilla; Antonio Cruz y Antonio Ortiz todavía no habían empezado la estación de Santa Justa ni el estadio de la Cartuja. Una Sevilla de los ochenta que tres décadas después se daba cita en el patio de la antigua Audiencia de Sevilla.

Ranilla es un centro cívico y los campos de San Benito una estación del tren de Alta Velocidad. Tres autores de Cartagena en Sevilla, una de residencia, dos de cuna. La ciudad del cantón estuvo en la Expo con el submarino de Isaac Peral, símbolo junto a las flores de la huerta del pabellón de Murcia. María Dueñas al final ejerció de manchega y disfrutó del vino y los complementos de la bodega Morales, paisanos de Valdepeñas en García de Vinuesa.

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