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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

galería del olvido

Donde habite el amor

Donde habite el amor

Donde habite el amor

N style="text-transform:uppercase">o se me oculta la gravedad y delicadeza que entraña manifestarse sobre la figura con la que he querido abrir esta galería. No obstante sé que su importancia e inmensidad aconsejaban correr el riesgo que la ocasión me otorgaba. Ítem más, de antemano pido disculpas a quienes se pudieran sentir concernidos y aclaro que en ningún momento he pretendido ni reprender a nadie, ni mostrar queja personal alguna, si acaso sólo dar el testimonio al que mis principios y mi formación me conducen. De la dificultad del trance da cumplida muestra el gran místico Juan de la Cruz cuando escribía en su Cántico: "Yo no supe dónde entraba, pero cuando allí me vi sin saber dónde me estaba, grandes cosas entendí, no diré lo que sentí que me quedé no sabiendo, toda ciencia trascendiendo".

Días atrás se habrá vivido en Roma el ambiente festivo que la invade cada vez que alguien es promovido y elevado a los altares. En esta ocasión, además, con total seguridad no habrán faltado las castañuelas y la música de Turina. El apóstol del Sagrario, el más apasionado paladín del Santísimo Sacramento, aquel que un día fuera niño seise, ha sido recientemente canonizado. Sin duda nos harían falta hoy muchos Manuel González para comprender la importancia y apreciar lo que en Sevilla existe hace siglos, en plena Plaza Nueva, presidida también por un santo muy nuestro, el rey Fernando III, el conquistador.

Y aunque el entorno urbanístico haya cambiado tanto, desde aquellas joyas arquitectónicas que eran el Gran Hotel Oriente, el edificio de la Compañía Telefónica Nacional, el de La Unión y el Fénix, la Casa Longoria, o el antiguo inmueble de las oficinas Philips, hoy la obsesión consumista nos ha dejado como baluartes O'Kean, Loewe, Shaw, de tal forma que sólo hubo un edificio que permaneció tras veintiún siglos fiel a sí mismo como estandarte de la venerable Hermandad de las Ánimas. Ciertamente su ubicación se antoja algo oculta, si bien su horario es ininterrumpido, su entrada libre y su llamada indiscriminada a cualquiera que por allí transite, no en vano su inquilino es el gran valedor del amor y la misericordia. Así nos lo ha querido transmitir recientemente S.S. Francisco cuando nos advierte que "para seguir a Jesús debemos despojarnos de la cultura del bienestar y de la fascinación de lo provisional".

No obstante nadie, o muy pocos, suelen reparar en ese enclave. A veces alguien entra casi a hurtadillas a hacer una visita, aprovechando que alguien sale, todo muy fugazmente, y sin apenas un gesto de cortesía o gratitud hacia el mejor de los anfitriones. Pero es que el verdadero sentido de la visita no es entrar y permanecer ahí un rato; muy por el contrario, la visita es para salir con Él, muy dentro de cada uno, comprometidos con su soledad, deseando sinceramente un pronto reencuentro y continuar desde y hasta entonces pletóricos de su divina presencia. Es decir, no se entra sólo para acompañarlo, eso es muy fácil, sino para salir acompañados de Él.

Sin embargo, no hay duda de que esta Sevilla nuestra actual es mucho más de la madera que del espíritu. El sevillano mata por las imágenes de su devoción hasta el punto de entrar en los templos con un único punto de mira sin detener ni por un momento su mirada en el Sagrario. No, claro que no, es que Dios no está ahí, oiremos con frecuencia, Dios es aquel que está allí, crucificado, o con la Cruz al hombro y una rica túnica bordada, por eso se le piropea, se le dice guapo, machote, moreno, pero El Otro, o lo otro, es cosa de curas, tabú, y demasiado complicado para gran parte de una ciudad que ha acabado por hacer del vulgar fetichismo su bandera y su referencia. Sin embargo, como muy atinadamente afirmara E. Rojas, "algunos confunden no tener tabúes con no tener principios".

Pues bien, Ese es el mayor y primer gran desconocido e ignorado para una gran mayoría de ciudadanos. Ese al que muchos dicen se han inventado los curas con un título muy mediático, "La Adoración permanente", y al que ni se adora ni permanece en nuestros corazones más allá del siguiente favor que le vayamos a pedir, Ese por el que somos, al que todo debemos, que nos ama más que nadie pueda nunca amarnos, Ese, sevillanos, es el Santísimo, San Onofre su morada diaria y su mensaje la única y mayor verdad de que pueda disponer el hombre.

Capilla de San Onofre.

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