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Miguel álvarez ortega. Profesor de filosofía del derecho de la US

"Es una irresponsabilidad decir que en España hay un déficit democrático"

  • Este joven y brillante profesor domina cinco idiomas e investiga cuestiones tan inusuales y exóticas como el Derecho y la filosofía budista o la regulación del uso de las lenguas

La raposa que aprende japonés. Cuando el plumilla entra en el despacho del entrevistado le llega a las narices un golpe de zoco, un aroma de infusiones de origen levantino. En una de las estanterías burbujea un kettel y de las paredes cuelgan sedas con ruedas habitadas por monstruos y critaturas de filiación budista. Este despacho, sin embargo, no es el almacén de un buhonero de cacharrería orientalizante, sino el habitáculo donde trabaja -cuando sus investigaciones no lo llevan a Nueva Zelanda, Oxford, Alemania o Nepal-, Miguel Álvarez Ortiz, un joven, brillante, políglota y cosmopolita profesor sevillano que, siguiendo la famosa división del mundo académico de Isaiah Berlin, se define a sí mismo como "una zorra", es decir, como un animal inquieto que lo mismo husmea en los conventos tibetanos que en las escuelas neozelandesas para, al final, abordar cuestiones tan espinosas como la política lingüística catalana o el diálogo del mundo contemporáneo con las religiones orientales. "El día que me tenga que quedar en mi pisito de Sevilla y venir a la Facultad todos los días a contar tres o cuatro cosas no sé que va a ser de mí", asegura este docente profundamente comprometido con la Universidad pública. Sobre su mesa, un cuaderno de caligrafía japonesa, la endiablada lengua que Miguel Álvarez ha comenzado aprender para su próxima aventura en la tierra de Casio y el Trono del Crisantemo.

-Profesor de Filosofía del Derecho... Justifique el sueldo.

-Es la única disciplina que aborda el fenómeno del Derecho en su conjunto. Intentamos responder a preguntas esenciales como qué es el Derecho justo o cómo éste se relaciona con las fuerzas sociales. Es bueno que el jurista no sea un mero leguleyo glosador de normas, sino que se pregunte por la finalidad de esas normas, que considere su oficio como una función social más. Cuanto más críticos, más cultos, más humanistas y más sensibles sean los juristas, mejor funcionará la Justicia.

-Uno piensa en Montesquieu, en Rousseau, en los grandes popes de la Ilustración, pero me imagino que esta disciplina tuvo que nacer mucho antes.

-El origen de la Filosofía del Derecho no es diferente al de la Filosofía en general. Desde que el hombre intenta explicar racionalmente la realidad siempre se ha preguntado, de una manera más o menos sistemática, por la regulación social justa. Esto se ve claramente en el mito de Antígona, quien decidió dar sepultura al cadáver de su hermano pese a la prohibición expresa del rey de Tebas. En la tragedia de Sófocles, Antígona justifica su acción diciendo que hay leyes que están por encima de las leyes de los hombres. De esta manera se está oponiendo al orden establecido y se está interrogando sobre lo que es justo y lo que no.

-Del Código de Hammurabi y su diente por diente a la regulación del matrimonio homosexual se ha recorrido un largo camino. ¿Es el Derecho eso que algunos llaman un work in progress?

-Hay historiadores del Derecho como Guido Fassò -maestro de mi maestro, Antonio Pérez Luño- que creen que la historia del pensamiento jurídico-político de Occidente, desde Grecia hasta nuestros días, es una evolución hacia el racionalismo, el secularismo y la universalidad. Nuestra manera de entender el mundo sería el resultado de un desarrollo progresivo de estas ideas.

-¿Y en qué punto de este feliz camino estamos ahora? Algunos quieren extender los derechos del hombre a los animales.

-Estoy totalmente en contra de esta tendencia. Los derechos, sobre todo en el sentido moral, pertenecen sólo a las personas. Eso no quita el que generemos normas para proteger la vida y evitar en lo posible el dolor de los seres vivientes.

-Pues hay pensadores de renombre, sobre todo en el ámbito anglosajón, que creen que los hombres no tienen derecho a sentirse los únicos sujetos de derecho, y perdón por el juego de palabras.

-Sí. También desde el pensamiento budista contemporáneo se ha generado la idea de que los derechos humanos son una categoría excesivamente reducida que coloca a la humanidad en una posición injustificadamente privilegiada, excluyendo a otros seres sintientes que también son capaces de padecer y de tomar ciertas decisiones. Sin embargo, desde el mismo budismo ya se ha contestado a estas teorías.

-Para otros el gran problema del Derecho actual es la gran cantidad de normativa que genera, algo de lo que se quejan mucho los ciudadanos

-La hipertrofia normativa es un poco inevitable debido al grado de complejidad que tiene la sociedad actual, que obliga al Derecho a pronunciarse sobre cuestiones tan variopintas como el uso de las playas o el lanzamiento de satélites. Este exceso de normativa se produce con mayor intensidad en nuestro sistema latino o continental que en el anglosajón, ya que nosotros tendemos a buscar más la seguridad jurídica en el código, que es un texto tasado, algo que una persona puede prever y, por lo tanto, no estar al albur, como pasa en el ámbito anglosajón, de lo que un hombre bueno o razonable considere una solución adecuada para un caso determinado. Digamos que, por razones históricas complejas, tenemos más confianza en el legislativo que en el judicial. No creo que este exceso de normativa sea el gran problema del Derecho actual.

-¿Y cuál es entonces?

-La legitimidad de la producción de las normas. Hoy en día, el ciudadano, y muchas veces el jurista, ha perdido la noción del origen de las normas. Por ejemplo, el Derecho comunitario tiene una legitimidad democrática bastante reducida... Vivimos en una tecnocracia mucho mayor de lo que pensamos y muchas decisiones que nos afectan directamente se producen en esferas sobre las que no tenemos ningún control. El paradigma del Estado-Nación está en crisis, tanto por tensiones internas -como es el caso de Cataluña- como por los entes supranacionales como la Unión Europea o, lo que es más grave, todas esas fuerzas económicas que se escapan al control del Estado y de los ciudadanos, algo vital para la convivencia. Hay un libro del filósofo Ernesto Garzón Valdés que se titula, La democracia y el mercado: dos instituciones suicidas. En él se afirma que el mercado dejado a sí mismo degenera en oligarquía y, finalmente, en autodestrucción...

-¿Y la democracia?

-También hay que poner límites para evitar su suicidio. Los estados modernos se basan en el principio democrático, pero también en el principio de que hay una serie de cosas que no se votan, como los derechos fundamentales o la misma estructura del estado. Si tuviésemos una democracia continua sobre todos los aspectos de la convivencia acabaríamos en un caos y, finalmente, en la tiranía.

-Esta reflexión es especialmente oportuna en estos momentos en los que por todas partes surgen profetas del famoso derecho a decidir.

-Con lo del derecho a decidir hay mucha demagogia, mucho argumento falaz y facilón.

-Ahora está de moda pedir un referéndum sobre la jefatura del Estado argumentando que la actual Constitución no fue votada por muchos españoles que aún no habían nacido o no tenían edad para acudir a las urnas.

-Ese argumento es tremendamente infantil. En una conferencia reciente, el profesor Martín-Retortillo recordaba que la constitución más antigua que funciona actualmente es la de EEUU, que es de finales del siglo XVIII... Evidentemente, las constituciones se pueden revisar, pero es absurdo pretender que cada nueva generación tenga la obligación de iniciar un periodo constituyente. Es una irresponsabilidad decir que en España hay un déficit democrático y que se nos impuso la monarquía.

-¿Usted prefiere la monarquía o la república?

-No creo que sea una prioridad jurídico-político el debate república-monarquía. Cuando estamos hablando de mantener los comedores de los colegios abiertos porque hay niños que no tienen qué comer en verano, de privatizar Aena... Hay cosas que afectan mucho más a la vida de los ciudadanos.

-Llama mucho la atención que un profesor de Derecho de la Universidad de Sevilla investigue el Derecho y la filosofía budista. ¿Cómo llegó a este campo?

-Como decía Isaiah Berlin, existen dos tipos de académicos: los tipo erizo y los tipo zorra. Los erizos son aquéllos que se vuelcan sobre un solo tema, sobre sí mismos, y no sale n de él en toda su vida académica. Las zorras son los que van por ahí olisqueando diferentes temas...

-¿Y usted es tipo zorra?

-Trato de ser una zorra moderada, alguien que trabaja en diferentes temas, pero con conocimiento de causa, sin ser un picaflor. Tras realizar mi tesis doctoral sobre Garzón Valdés, lo que me permitió la posibilidad de estudiar mucha filosofía contemporánea y anglosajona, decidí dedicarme a varias líneas. La primera de ellas fue la de la regulación del uso de las lenguas, para lo que me fui a Nueva Zelanda y estudié Lingüística e hice un máster en traducción; la otra fue explorar hasta qué punto las filosofías contemporáneas son permeables a las diferentes visiones del mundo, como les gusta presentarse a sí mismas. Para probar esto escogí el budismo, una visión del mundo muy distinta a la nuestra, poco apegada a cuestiones normativas, de punición, de regulación... Una filosofía muy del desapego. Para ello he realizado tres estancias de investigación en Katmandú y he estudiado tibetano coloquial y clásico. Ahora estoy trabajando en las conclusiones.

-Desde hace tiempo hay toda una moda budista en occidente: famosos que dicen seguir sus preceptos, casas decoradas con cabezas de Buda, libros de filosofía tibetana... ¿A qué se debe esta atracción?

-Es muy importante la crisis de espiritualidad que vive Occidente. Parece claro que las personas necesitan algún tipo de espiritualidad y que esta demanda no la está colmando ni el paradigma cientifista ni, desde el siglo XIX, la religión cristiana. La versión del budismo que llega a Occidente presenta a éste como un sistema que no es religioso, que no tiene rituales ni comportamientos mágicos, que es moderno, compatible con la ciencia y con las creencias previas de cada uno, una especie de coletazo de la era New Age... Sin embargo, el budismo es algo muy rico y amplio y el que se practica en los escenarios tradicionales es una religión tremendamente ritualista que conlleva creer en espíritus y dioses o en cuestiones como la reencarnación. El budista de a pie es como una de esas señoras ancianas de los pueblos de la sierra que están todo el día rezando el rosario y pidiendo protección y parabienes a los santos. Además, cuando se vive en el Tíbet se observa hasta qué punto el budismo puede llegar a ser una oligarquía feudal, con grandes diferencias jerárquicas entre los monjes, con muchos casos de abusos sexuales en los monasterios...

-Comentó antes sus investigaciones sobre la regulación del uso de las lenguas. Es inevitable hablar de la educación en Cataluña. ¿Se han respetado los derechos educativos de los niños?

-No. Todas las teorías que hablan sobre la educación y los derechos lingüísticos indican que lo ideal es que todos los niños sean educados, principalmente y siempre que sea posible, en su idioma materno; también que la jerarquización de las lenguas produce efectos negativos en la educación de los escolares. Si tenemos en cuenta que al menos la mitad de los niños catalanes tienen como lengua madre el castellano, nos daremos cuenta de que la política lingüística de la Generalitat es una anomalía. Hemos llegado a un auténtico despropósito. Hay muchos estudios científicos y estadísticos que afirman que la escuela catalana ha sido diseñada para generar nacionalistas.

-Usted también ha realizado algún trabajo sobre los pueblos indígenas desde la Filosofía del Derecho. ¿Es posible un Derecho universal igual para todas las culturas, o esta idea no es más que una herramienta de dominación de Occidente, como afirman algunos?

-Soy un universalista convencido. Cuando un jeque árabe habla de relativismo cultural o cuando un empresario chino dice que los derechos humanos responden al ombliguismo de Occidente, normalmente lo que pretenden es seguir oprimiendo a sus propias sociedades y continuar siendo ellos las oligarquías dominantes. El relativismo cultural es siempre la ideología que impide la emancipación de la humanidad. Todas las personas, en cualquier parte del mundo, tienen derecho a un juicio justo, a la libertad de expresión, a participar en elecciones...

-Pongamos el caso del velo en las mujeres. En Francia se consideró una auténtica afrenta al ideal republicano de igualdad, mientras que en Gran Bretaña, siempre más pragmática, se permite que las mujeres policías lleven esta prenda sin ningún problema.

-En la actitud británica hay cierto racismo encubierto: "Yo sigo siendo el hombre blanco y tú permítete todos los exotismos que quieras, porque no eres como nosotros"... Las excepciones culturales tienden a acentuar ciertos prejuicios, evitan que veamos a los otros como un igual.

-Pero lo cierto es que hay gente que está dispuesta a renunciar a libertades a cambio de un poco de terruño... A cambio de, entiéndame bien la expresión, un poco de alma.

-Si el alma pasa por la ablación del clítoris de una niña de 13 años... No se pueden hacer concesiones.

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