PASA LA VIDA

El jaque de Kasparov

NADIE mejor que Kasparov para jugar la partida de ajedrez entre el Hombre y el Poder. Un campeón excepcional (y un ego descomunal), el que más veces ha librado pulsos en el tablero contra la inteligencia artificial de los ordenadores, ahora como vitriólico líder político libra su batalla más difícil: darle jaque al despotismo del sistema político ruso y sus resabios totalitarios, que maneja a su antojo el reloj como juez y parte sin imparcialidad, cuyas torres son las del Kremlin y cuyo rey intocable es Putin.

El arresto de Kasparov y su encierro en prisión durante cinco días (ayer salió en libertad) en vísperas de las elecciones legislativas impulsaron a su eterno rival, Anatoli Karpov, a verlo y solidarizarse con él. Pero no le dejaron pasar. ¡Qué guión ha abortado la Policía rusa!. Un vis a vis 20 años después de jugarse en Moscú, Londres, Leningrado, Sevilla, Nueva York y Lyon el dominio del ajedrez mundial dentro y fuera de los tableros. El primero, avalado por la ortodoxia soviética; el segundo, representando la perestroika en marcha. Uno de los duelos más largos y enconados en la historia del deporte, que dio lugar al cisma en el ajedrez internacional y a reivindicar cada uno por separado la prevalencia de sus títulos para ganar millones y vivir como estrellas.

¡Cuántas confidencias podían compartir Karpov y Kasparov a partir de un reencuentro de visita carcelaria! Cuando el director de la prisión impidió a Clara Kasparova ver a su hijo y darle alimentos, seguro que ambos añoraban sus días felices en Sevilla, cuando ella le preparaba la comida y le hacía la colada en un chalé de la urbanización Colina Blanca. Karpov también cultivará la nostalgia, cuando se sentía en la cima del mundo y era un icono del comunismo que jugaba al tenis en las pistas de Pineda en los días sin competición en el Teatro Lope de Vega.

Si se unieran ambos, qué defensa siciliana podrían plantearle a Putin. Y al polonio.

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