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Una monja organista en la Catedral

  • Dieciocho hermanas de la Cruz de Huelva vinieron a Sevilla a renovar sus votos. Dos de ellas con un grupo de fieles visitaron el órgano de Ayarra, que tocó la hermana Alba

La hermana Alba, de las hermanas de la Cruz, interpretó ayer el órgano en presencia de Ayarra.

La hermana Alba, de las hermanas de la Cruz, interpretó ayer el órgano en presencia de Ayarra. / A.N.

Que un cura y dos monjas caminen por el interior de la Catedral de Sevilla no tiene nada de particular. Unos minutos antes ha terminado la misa Pontifical de la Inmaculada y la iglesia se ha despejado de público. El cura y las dos monjas se dirigen al Coro; les sigue un nutrido grupo de personas, la mayoría mujeres.

Lo singular está a punto de ocurrir. El cura es José Enrique Ayarra, organista de la Catedral desde hace 53 años. Las monjas son la hermana Alba y la hermana María del Amor, del convento de las hermanas de la Cruz de Huelva. Han venido con otras 16 religiosas para renovar sus votos y la madre superiora, la hermana Teresa, ha elegido la Catedral de Sevilla para celebrar sus bodas de oro. Han oído misa junto a la Turris Fortissima, han visto belenes y no quieren marcharse sin una visita muy particular.

"A un hábito así no puedo decirle que no". Ayarra tocó en la misa Pontifical y lo haría de nuevo en la misa de una y cuarto. Cierran la verja del Coro y el grupo se coloca en torno al órgano. "Es el instrumento musical más parecido al hombre", les dice Ayarra. Más de mil conciertos en más de 53 países le contemplan. El último fuera de Sevilla lo dio en Roma. "Ya no puedo tocar fuera. Tengo ciática y eso ya no se opera; estoy trasplantado de riñón y he cumplido 80 años".

Las hermanas de la Cruz tienen dos conventos en Huelva. Las que han venido a Sevilla pertenecen al que está en el barrio de las Colonias. Se levantaron bien temprano, acompañadas de un grupo de vecinas, feligreses y trabajadoras del convento. Ayarra les da una conferencia magistral que ninguna esperaba. El Coro tiene una altura y superficie equivalentes a un bloque de diez pisos. Contiene más de once mil tubos para conseguir esa música celestial, en el sentido más literal de la expresión. Más de mil tubos están ocultos, metidos en un vagón de mercancías de Renfe. "Como se lo cuento. El organero Aquilino Amézua, guipuzcoano, fue quien fabricó este órgano en 1903 y pensó que el mejor soporte metálico para los tubos era uno de los vagones que fabricaban en Beasain". Para tocar el instrumento, hay que ser organista y maquinista de la General.

Hace pruebas de sonidos. El embeleso se apodera del grupo, en especial de una de las religiosas. La hermana Alba es organista. Cuando Ayarra conoce este detalle, le pide que se ejercite sobre el teclado. Así lo hace y se lleva un cariñoso aplauso. El organista que ha recibido obsequios y parabienes de Obama "y de todas las reinas, de doña Sofía, de Sirikit de Tailandia, de Isabel II de Inglaterra, de Letizia todavía no", está feliz con gente tan humilde, el pueblo llano.

Les habla de dos personas que han tenido predicamento en su manera de entender la vida y la fe; una, Juan Pablo II, para el que tocó el órgano en el Vaticano, "un papa que nunca usó la silla gestatoria"; la otra, más próxima a estas religiosas, la Madre María de la Purísima, la monja que relevó a Ángela Guerrero, la religiosa madrileña de cuna que nació en la misma casa donde murió Gustavo Adolfo Bécquer. La hermana Alba estaba reviviendo la leyenda de Maese Pérez el Organista.

Ayarra es el timonel de este barco de sonidos. Los días 19 y 20 hay concierto de Navidad; Ayarra compartirá cartel con el organista de la Sagrada Familia de Barcelona después de que lo revisen unos técnicos alemanes. "Estarán tres noches; de día con los turistas no se puede". Si no falla la provisión económica, la Catedral de Sevilla será la única del mundo, según Ayarra, que contará con un órgano barroco y otro romántico. "Los mejores organistas del mundo han pasado por aquí".

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