El gran poder deja san lorenzo Traslado temporal por las obras en la Basílica

La mudanza más dulce del Señor

  • El céntrico barrio acepta el primer traslado de la talla desde que llegara a la actual Basílica, aunque se cuestiona por qué no se opta por llevarla a la vecina parroquia

"El Señor tiene que quedarse aquí, en San Lorenzo, en la parroquia que ha sido su casa. Ha sido la reacción general de la gente". El debate se inicia en el kiosco de prensa de Rafael García, en torno a papeles y titulares. "¿Dónde está Santa Rosalía?", pregunta un vecino que acaba llevándose un periódico. Todo empieza muy temprano, casi de amanecida, a la hora en que los numerosos devotos del Gran Poder llegan a San Lorenzo para encontrarse con el Señor. "Si se lo tienen que llevar, habrá sus motivos", comenta Diego Morón mientras retira su diario. Es el fatum, inevitable destino al que pocos objetan: se hará lo mejor para el Señor.

El trasiego de fieles se acelera con la fina lluvia que cae sobre la plaza de San Lorenzo. No ha habido aún tiempo para lágrimas. Lejos del fragor de los titulares mañaneros, el desconocimiento es generalizado. La mayoría no sabe nada del traslado. "¿Que se lo llevan a dónde? Él se queda en su casa, en su plaza", dice Paqui del Bosch, octogenaria devota que sale de la Basílica de brazos de su hijo. Pero el Señor no se irá muy lejos. Si el cabildo general de la hermandad ratifica la propuesta de la junta de gobierno, la talla del Gran Poder marchará en abril a la iglesia del convento de clausura de Santa Rosalía, sita en la vecina calle Cardenal Spínola. Allí estará la imagen mientras duren las obras para adaptar la Basílica a novedosas medidas de seguridad y conservación. Apenas dos centenares de metros de mudanza. La devoción no abandonará el barrio. "Podrían poner una foto grande del Señor en el altar, porque la gente seguirá viniendo a la plaza", dice Juan Carlos Hidalgo, encargado del bar Sardinero. En 1703 el Señor llegó a la parroquia de San Lorenzo, donde estuvo hasta 1965, año en que recaló por vez primera en su Basílica. Nunca desde que está en su actual sede ha tenido que ser trasladado.

María Josefa Carmona y su esposo, Manuel Reina, ochenta y tres años de visitas ella al Gran Poder, tienen claro el orden de prioridades. "Si acaban de restaurarlo es lo mejor para el Señor. Se llega incluso antes desde el Duque". No hay dudas. En la misma línea opinan María del Carmen Roca y Mercedes Rodríguez, dos veteranas vecinas que se conocieron en San Benito, lugar de nacimiento de la hermandad del Gran Poder. "Va a estar muy cerca y una temporada". El kiosquero, Rafael García, mira por todos ellos. "Es mucha la gente mayor que viene a ver al Señor. Cardenal Spínola es estrecha y está llena de inconvenientes para que caminen. Además, será peor para las bodas".

San Lorenzo es plaza neurálgica y, por ende, de intercambio y comercio. El cuponero de la puerta de la Basílica, Francisco Sánchez, está inquieto. "Me iré a Cardenal Spínola. Creo que hay un ensanche para poner el puesto". Los bares cifran las pérdidas, pero saben que no es propio hablar de ellas con el Señor mediante. La pregunta de por qué no en la parroquia de San Lorenzo está en el aire. "Será por falta de sitio. Pero lo que decidan, bueno será. Lo importante es que no esté expuesto a nada", dice Gloria Blanco, una hermana del Gran Poder que reza ante la Soledad de San Lorenzo.

En Cardenal Spínola, el sosiego conventual se quiebra esperanzadoramente cada Navidad. El belén de la solidaridad, que desde hace cuatro años construyen personas transplantadas, hace de la futura casa del Señor del Gran Poder un lugar transitado estos días. Mientras, la madre abadesa y el resto de la congregación capuchina del convento trabajan en las cocinas ajenas al trasiego de carritos, padres y madres. Business as usual. El cardenal, muy vinculado al colectivo de transplantados de corazón, les visitó en la tarde de ayer en el convento y cenó con la comunidad. Alegría y total disposición ante la noticia. Entretanto, ora et labora.

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