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La muerte en vida de Yulia Lantukh

  • La madre de los niños asesinados ha recibido el alta médica, se ha despedido de sus hijos en la morgue y tiene permiso para incinerarlos

Hoy se cumplen ocho días desde que Yulia Lantukh descubrió a uno de sus hijos muerto y salió corriendo de la casa de su ex marido, Sergio Oliva, pidiendo ayuda. No llegó a ver al otro niño, que también había sido asesinado presuntamente por su padre. Yulia Lantukh, de 34 años y nacionalidad rusa, tuvo que ser llevada a un patrullero por un policía alemán, a quien ella le insistía en que la dejara entrar en la vivienda porque sólo quería recoger a los niños y llevárselos para su casa. En el primer momento, su propia mente se negaba a procesar que estaba muertos. Tuvo que ser sedada y ya se despertó después en el hospital, el mismo en el que estuvo ingresado unos días el presunto parricida.

Yulia pasó tres días hospitalizada, en los que apenas durmió ni comió. Su madre se desplazó desde Rusia con una amiga de nacionalidad griega para poder atenderla en esos días. Cuando recibió el alta médica, una de las primeras cosas que hizo fue dirigirse a una copistería para imprimir a gran tamaño unas fotografías de sus hijos, que colocó en su casa y también en la guardería a la que iban los pequeños.

De este centro educativo los recogió el padre el pasado viernes, algo que hizo sospechar a la joven rusa, puesto que lo habitual era que fuera ella quien los recogiera y los llevara a casa de Sergio Oliva. Sin embargo, aquel viernes 17 de febrero, los profesores le comunicaron a Yulia Lantukh que su ex marido ya se había llevado a los pequeños. Yulia estuvo intranquila desde el viernes. Aquel día llamó a su ex pareja y ésta le comunicó que los menores estaban descansando. El sábado telefoneó varias veces, sin obtener respuesta. Por eso decidió acudir a última hora del día a la casa en la que residía Oliva en Aurich, para ver cómo estaban los niños. No esperó al domingo, cuando tenía previsto recogerlos de nuevo.

Allí se encontró a Sergio Oliva ensangrentado en el suelo y a su hijo mayor, Miguel Ángel, muerto en un sofá. Comenzó a gritar y salió de la casa. Los vecinos llamaron a la Policía y Oliva fue detenido inmediatamente como presunto autor del doble crimen.

El jueves, ya con más fuerzas que los primeros días después del crimen, Yulia pudo volver a ver a sus hijos. Los visitó en la morgue, vio sus cuerpos y pudo comprobar las lesiones que habían sufrido. Estos días también han sido de trámites. La mujer ha conseguido el permiso para incinerar a los pequeños en Alemania, aunque tendrá que pagar 9.000 euros por las gestiones de los servicios funerarios. Todavía no sabe qué hará una vez que los pequeños sean incinerados, si seguirá en Alemania, regresará a Rusia o se establecerá de nuevo en Sevilla, donde conserva buenos amigos y adonde llegó en el año 2004. Fue aquí donde conoció a Sergio Oliva hace más de seis años y donde nacieron los dos niños. La relación que fue muy tensa desde el principio porque él no quería a los niños. De hecho, se fue solo a Alemania para buscar trabajo y no fue hasta tres meses después cuando pidió a su mujer que se fuera con él. De lo contrario, aseguraba que se iría a vivir a una casa que tienen sus padres en Sanlúcar de Barrameda.

Los amigos que Yulia Lantukh conserva en Sevilla, entre los que hay tanto rusos como españoles, tienen previsto ponerla en contacto con Ruth Ortiz, la ex mujer de José Bretón, para que pueda ayudarla a superar este trance. Oliva amenazó a su ex pareja con hacerle lo mismo que Bretón le hizo a sus hijos, y la Policía alemana no descarta incluso que intentara descuartizar a los niños y deshacerse de los cadáveres para que el domingo, cuando la madre tenía que volver a por ellos, no pudiera encontrarlos.

Mientras tanto, los vecinos de la pedanía de Aurich, donde se produjo el doble crimen, han realizado improvisados homenajes a los pequeños, colocando flores, velas y juguetes en las puertas de la vivienda donde fueron asesinados.

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