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  • Premio Cervantes. El mismo día que los Reyes eméritos celebraban en Sevilla los 25 años de la Expo, Felipe VI entregaba el Cervantes al escritor Eduardo Mendoza

Vista de los pabellones de la Cartuja desde el puente de la Barqueta.

Vista de los pabellones de la Cartuja desde el puente de la Barqueta. / juan carlos vázquez

La coincidencia fue además de simbólica muy hermosa, una celebración por adelantado del día del Libro. El mismo día 20 de abril que los reyes Juan Carlos y Sofía asistían en el Alcázar a la celebración de los 25 años de la inauguración de la Exposición Universal de 1992 de Sevilla, su hijo Felipe, ya rey Felipe VI, acompañado de la reina Letizia participaba en Madrid en la solemne sesión que concedía a Eduardo Mendoza el premio Cervantes. Cuando se inauguró la Expo, el príncipe Felipe era un chaval de 24 años y Letizia Ortiz una estudiante de Periodismo de 19.

La Expo empezó un día después del Domingo de Resurrección, comienzo de la temporada taurina. Obviamente, al Rey de entonces le gustaban más los toros que al de ahora, que es más colchonero que su padre. En 1992, el premio Cervantes lo recibió la escritora cubana Dulce María Loynaz. Los Reyes del final del siglo XX en Sevilla, los Reyes del siglo XXI en Madrid con un escritor de Barcelona. Las tres ciudades que compartieron el estrellato internacional de 1992.

La Expo tuvo mucho de prodigio que no logró eclipsar a la ciudad de los asombros La parte cervantina de Eduardo Mendoza estuvo muy presente en la Expo 92

El mayor mérito de Eduardo Mendoza es haber sabido administrar el tiempo y su carrera de escritor después de arrancar con una novela tan extraordinaria como La verdad sobre el caso Savolta, en la que ya es imposible separar a Pajarito de Soto de su encarnación cinematográfica de José Luis López Vázquez. Pero su novela más cartujana fue La ciudad de los prodigios. El título literario del viaje de Onofre Bouvila a la Barcelona que preparaba las dos Exposiciones Universales de 1888 y 1929 (nuevo paralelismo con Sevilla) es el mejor reclamo para lo que fue Sevilla entre abril y octubre de 1992. Una ciudad de los prodigios que no consiguió eclipsar lo que siempre había sido, la ciudad de los asombros.

La parte cervantina de Eduardo Mendoza estuvo muy presente en la Expo 92. El italiano Maurizio Scaparro se volcó con el Quijote y asumió una triple adaptación en el teatro, que se estrenó en el Maestranza, en el cine y en la televisión. La versión teatral tuvo ocasión de verla en el Corral de Comedias de Almagro. Además de esa proeza, Cervantes estuvo presente en la Expo en el Quijote escultórico que presidía el pabellón de Alemania, tan espectacular como sus salchichas de Fráncfort; y sobre todo en el reestreno del Quijote de Orson Welles en el cine Expo, con un caballero andante interpretado por el ruso Akim Tamiroff, una cinta recuperada por los buenos oficios de Jesús Franco, especialista en cine gore y de terror.

Carmen Millán es una periodista de Noticias Cuatro que nació en diciembre de 1992. Estuvo toda la Expo en el vientre de su madre y el otro día nos reunió a algunos periodistas que cubrimos la Expo o nos vimos cubiertos por ella. Enmedio se celebraron los Juegos Olímpicos de Barcelona, con presencia de artistas sevillanos como Cristina Hoyos o Salvador Távora. Pero el triple salto, molinos que eran gigantes de verdad, maquetas que fueron puentes, secarrales que fueron pabellones, lo dio Sevilla en la Expo, que tenía hasta su pabellón del COI frente al de la Cruzcampo. Ya hay que decir por qué Eduardo Mendoza se quedó sin noticias de Gurb en los Juegos de Barcelona. Le pareció mucho más interesante la Expo 92. Curro tenía más glamour que Coby y el gigante del pabellón de Pakistán habría mandado a los albañiles a los figuras de la NBA.

Parte de Isla Mágica ocupa lo que fue la avenida de los pabellones autonómicos. La España de Bono, Rodríguez Ibarra, Fraga y Pujol. La del submarino de Isaac Peral y la custodia de Arfe. En el pabellón de Cataluña, con el calcetín de Tàpies en la portada, entrevisté a Manuel Vázquez Montalbán, el padre literario de Pepe Carvalho. La Barcelona literaria de Sant Jordi es mucho más rica, y española, que la Barcelona política de Sant Pujol, que se trajo a la celebración del día de su comunidad un castellet con sardanas.

De los Reyes Juan Carlos y Sofía a Felipe y Letizia. Al fin y al cabo, esta historia empezó en Granada con Isabel la Católica.

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