Sevilla

El parricida de Alemania podría pasar el resto de la vida en la cárcel

  • La Justicia alemana contempla la cadena perpetua revisable y la ha aplicado a al menos seis asesinos, dos de ellos de niños, en los últimos cinco años

Una imagen de la famila.

Una imagen de la famila.

Sergio Oliva podría pasar el resto de su vida en prisión por asesinar a sus dos hijos, Miguel Ángel y Leonardo, de 5 y 4 años de edad. El Código Penal alemán contempla la cadena perpetua y ha condenado con esta pena a al menos seis asesinos en los últimos cinco años. Oliva, de 38 años y natural de Sevilla, mató presuntamente a sus hijos el pasado fin de semana en su casa de Aurich, una pedanía de la ciudad de Vaihingen der Enz, a unos 25 kilómetros de Stuttgart. Según las primeras investigaciones, golpeó a los menores con una piedra en la cabeza y luego les clavó un cuchillo en el pecho. Podría haberlo hecho por despecho hacia su ex mujer, Yulia Lantukh, de 34 años y nacionalidad rusa, a la que amenazó con hacer lo mismo que José Bretón si no volvía a vivir con él.

En Alemania existe la cadena perpetua revisable, si bien una sentencia del Tribunal Constitucional de 1977 estableció que estaba en el límite de lo admisible y le puso algunas trabas. En la práctica esto se ha traducido en que sólo se aplica para los casos considerados especialmente graves, como los genocidios o determinados asesinatos. En el último lustro, dos asesinos de niños han sido condenados a cadena perpetua.

La pena suele revisarse a los quince años, aunque la fecha de la revisión puede variar en función de la gravedad del caso. En los asuntos antiguos, las cadenas perpetuas se han revisado casi siempre a favor de los reos, que finalmente han venido a cumplir una media de unos 19 años de prisión. Ninguno de los condenados por los asesinatos de niños recientes ha llegado todavía a la fecha de la revisión, por lo que no existe un baremo medianamente acercado con el que se pueda comparar mínimamente el caso de Sergio Oliva.

En el último lustro, el primero de los condenados a cadena perpetua en Alemania fue Martin N., que asesinó a tres niños y violó a decenas de menores. Era un pedagogo de Bremen que tenía antecedentes por delitos sexuales, que se había dedicado en el pasado al tutelaje de menores y en el momento de su detención residía en Hamburgo, donde llevaba diez años viviendo y trabajando como educador de adultos. El hombre llevaba una doble vida sin que nadie sospechara de él. Era por las noches cuando actuaba. Iba enmascarado y vestido de negro, se colaba en las viviendas y en las habitaciones de los niños en casas de colonias y campamentos. Se le pudieron imputar los asesinatos de un niño de 13 años en el año 1992, de otro de 8 en 1995 y de un tercero de 9 en 2001, además de la violación de decenas de menores en el norte del país.

En febrero de 2015 fue condenado a cadena perpetua un enfermero identificado como Nils H., quien mató a dos pacientes inyectándoles una sobredosis de sustancias químicas. Aunque se le juzgaba por dos muertes, en el juicio admitió que había asesinado a más de 30 personas. En su confesión explicó que había actuado de manera impulsiva y pidió perdón a los familiares de las víctimas. Los crímenes se cometieron en una clínica en cuya Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) trabajó.

A finales de ese mismo año, en diciembre, fueron condenados a cadena perpetua dos personas por matar a su hija, Lareeb Khan, de 19 años, en un crimen de honor. La pareja, musulmana, asesinó a la joven por "llevar la vergüenza a la familia", al haber tenido relaciones sexuales con un hombre al que no consideraban apropiado. El padre de la joven la estranguló de noche en su habitación, mientras la madre observaba. Luego, se deshicieron del cadáver arrojándolo a un dique.

También en diciembre de 2015 fue condenado en Fráncfort un ex alcalde ruandés por la matanza de más de 400 tutsis en abril de 1994. El tribunal determinó que Onesphore Rwabukombe, de 58 años, fue responsable como coautor de la masacre perpetrada en abril de 1994 en la ciudad de Kiziguro, en la que fueron asesinados al menos 400 miembros de la etnia tutsi que se habían refugiado en una iglesia católica.

La quinta condena a prisión permanente fue en julio de 2016 para el asesino de dos niños refugiados. A uno de ellos, Mohamed Januzi, de cuatro años y origen bosnio, lo secuestró en un centro de refugiados de Berlín, adonde había llegado con su familia en busca de asilo. También admitió haber matado a otro niño de seis años, Elias, en Postdam. El condenado, Silvio S., de 33 años, fue detenido después de que su propia madre alertase de que estaba implicado en la desaparición del niño bosnio, cuyo cadáver fue hallado después en el maletero de su coche. Otro caso reciente de condena a cadena perpetua en Alemania fue el de dos ex espías de la antigua Yugoslavia que asesinaron a un disidente hace más de tres décadas en el estado alemán de Bavaria.

La cadena perpetua alemana es diferente a la ley que aprobó el Gobierno de Mariano Rajoy hace dos años, que establece que la primera revisión ha de ser a los 25 años. En Alemania el tribunal debe justificar que hay circunstancais excepcionales que obligan a prolongar la estancia del condenado en prisión, mientras que en España lo determinante para excarcelar a un reo condenado a cadena perpetua es que no haya posibilidad de que pueda volver a cometer un delito. En España, todavía no hay ninguna persona condenada a cadena perpetua. El primero podría ser otro sevillano, Francisco Morillo Suárez, el violador del Parque de María Luisa, que el 23 de febrero de 2016 mató a una joven que había acudido a quitarse la vida a la glorieta de Bécquer después de violarla brutalmente. Para este hombre, la Fiscalía de Sevilla ha pedido la prisión permanente revisable. Es la primera vez que el Ministerio Público pide esta pena en la capital andaluza. El juicio está fijado para el 8 de mayo.

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