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Los invisibles

"Quizás pecara de Indiana Jones, una vez me rajaron las ruedas del coche"

  • Se formó en el Museo Arqueológico y desde hace 25 años es profesora de Prehistoria y Arqueología en la Universidad a Distancia. Vive entre la edad del Cobre y el siglo XVI

EN una familia de farmacéuticos, fue el garbanzo negro al estudiar Arqueología. La vocación le surgió en la rebotica de la farmacia de su tío Paco, donde su padre, veterinario, iba a hacer fórmulas magistrales. Estuvo en el primer equipo que excavó en la Encarnación.

-¿Qué recuerda de aquella excavación?

-Que tenía una niña de un año y estaba embarazada de la segunda. Fue el primer proyecto de Garum, la primera empresa de arqueología que se creó en Sevilla. Estuvimos cuatro meses. Fue una excavación muy bonita. Hicimos un pozo de más de nueve metros. La información le sirvió a los arqueólogos que fueron después. Como infraestructura montamos un invernadero, pero aquel año, el 92, fue muy seco, y aquello sólo sirvió para que crecieran las hierbas cuando nos fuimos.

-¿Es fácil vivir al día y al milenio?

-Yo he entendido y sigo entendiendo mejor a la civilización del tercer milenio antes de Cristo, la edad del Cobre, que a ésta del tercer milenio después de Cristo. La arqueología conlleva una vinculación afectiva. Es muy dura, para una mujer más. He trabajado con obreros del PER que iban para hacer peonás y a los quince días te los cambiaban. He ido por los pueblos viviendo en pensiones.

-¿A cuántos siglos equivale un centímetro de subsuelo?

-Las estructuras se van superponiendo. En ciudades como Sevilla, que son intramuros, unas estructuras van rompiendo otras, porque todas quieren vivir intramuros. Hay ciudades como Osuna que crecen de una manera horizontal y donde es más fácil trabajar. Allí el poblado íbero-romano está en las cotas altas, la ciudad del XVI en las cotas medias y la moderna en las cotas más bajas. Sevilla es un caos estratigráfico y es muy difícil. Los arqueólogos trabajamos con mucha tensión, con presión. Nos están pisando los talones las máquinas retro, la promotora, los arquitectos. Somos los malos de la película.

-¿En el subsuelo: alianza, fractura o rebujina de civilizaciones?

-En la base de la torre mudéjar de Santa Catalina hay sillares romanos. En la Giralda, también. Los árabes aprovechan todo tipo de materiales. En las casas del siglo XVI los patios están llenos de materiales de acarreo. Los que acompañan al hombre en su búsqueda de nuevos habitáculos. Siempre me interesó la ocupación de espacios y por eso me encanta el diseño de interiores. Es una pena que arquitectos y arqueólogos vayan cada uno por su lado. Cuando empezamos a trabajar con la geología en las catas estratigráficas, los arquitectos decían que nos separábamos del trabajo artístico.

-¿La fiebre del ladrillo ha inducido al estrés a los arqueólogos?

-Todas las excavaciones que hacemos son de urgencia. Se excava mucho, demasiado. Yo le digo a mis alumnos que no pierdan la visión del historiador, que no estamos para horadar el suelo. Que no somos poceros, aunque suene duro. Pero enseguida tienes la espada de Damocles de los plazos, del convenio. Trabajé en una excavación en un molino de aceite de Utrera, el último que quedaba de los cien que había recogido Madoz. Se lo cargaron para hacer casas neosevillanas.

-¿Qué pueden hacer?

-Yo he visto desaparecer el corral de vecinos donde vivió Pepe Luis Vázquez o una noria del siglo XVI que estaba en la Florida y de la noche a la mañana la embutieron como el templete de la Cruzcampo. Quizás haya pecado de Indiana Jones. Me he visto en situaciones muy duras. Me han rajado las ruedas del coche. Me han metido una escopeta por la ventanilla del coche. Me recuerda una novela de Delibes, El tesoro, en la que a unos arqueólogos los toman como forasteros que van a llevarse el tesoro del pueblo.

-Hablando de Indiana Jones, ¿su oficio es tan cinematográfico?

-Te posibilita el contacto con el campo, con esa parte campestre y asilvestrada que llevo por familia. Siempre tengo un palaustrín en el coche por lo que pueda pasar. Me lo decía mi padre: tanto estudiar para estar con un pico y una pala. Lo más peliculero que me ha pasado quizás fue en Osuna. Yo soy de las primeras que he trabajado en restauración arqueológica. Estaba en una de esas misiones y me encontré un esqueleto de la época romana. Nadie quería hacerse cargo del muerto, nunca mejor dicho. No podía tenerlo a la vista y lo tuve cuatro meses debajo de mi cama hasta que me lo traje en el coche al Museo Arqueológico.

-¿Excavó la Sevilla extramuros?

-Es fascinante. Fuera estaban los almacenes de aceite, las necrópolis, los palacetes. Dentro de la muralla, Sevilla tenía sus guetos. Estaba el barrio judío, yo soy de la judería de San Bartolomé; la morería, con sus iglesias mudéjares: Santa Catalina, San Román, San Marcos. Las diferentes culturas se han ido solapando, por falta de espacio en muchas ocasiones.

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