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L La subida de los precios

Una penitencia para el bolsillo

  • Los precios se incrementan en Semana Santa, un periodo en el que la mayoría de los bares dejan de servir tapas y obligan a los clientes a pedir medias raciones

Una ración no demasiado generosa de bacalao por 19 euros como la que ofrecen en un conocido restaurante de la calle Albareda en Semana Santa demuestra que el IPC cofrade sube mucho más que el del resto del país. Si este último cerró 2007 con un aumento del 4,2%, el primero debe estar multiplicándose por tres. O al menos esa es la sensación generalizada entre el público que cada día sale a la calle a ver cofradías cuando se para un rato a comer.

La inflación es un fenómeno común y hasta socialmente aceptado cuando la ciudad está en fiestas. La víctima, el consumidor, suele soltar algún comentario jocoso pero termina pagando sin protestar demasiado. Más aún cuando se ha pasado la tarde haciendo kilómetros para ver cofradías y busca desesperadamente un momento para descansar y reponer fuerzas. Pero al menos queda el derecho al pataleo.

Lo cierto es que en el centro está todo caro en Semana Santa, incluso los artículos de primera necesidad. Por ejemplo, el agua. Dos euros por una botella de litro y medio y 1,20 por la de 33 centilitros en un quiosco de los jardines de Murillo. Claro que los precios fluctúan y es posible adquirir una botella pequeña por algo menos, como los 0,85 euros que cuesta en una máquina expendedora de la calle Dos de Mayo, quizás la más barata del casco histórico e ideal si la cofradía que se quiere ver pasa por el Postigo.

La cuaresma, en su función de vísperas, supone un aviso de lo que viene después. Las torrijas no bajaron en este tiempo previo de los 2,30 por unidad en cualquier confitería decente y a ese precio siguen. Los pestiños están a seis euros el cuarto. Si a ello se le une un café que no suele costar menos de 1,10, la merienda del cofrade se convierte casi en un lujo.

Pero donde realmente se nota el aumento de los precios es en los bares. Primero porque la inmensa mayoría de los establecimientos de la ciudad dejan de servir tapas y obligan a los clientes a elegir entre las medias raciones o las raciones completas. Y eso que la tapa forma parte del patrimonio gastronómico de la ciudad, como consta en todas las guías turísticas de la ciudad y en las propias rutas que organizan las administraciones públicas.

Así que no queda más que decantarse por la media ración. Al menos eso dice la carta, porque lo que en muchos sitios ofrecen como media es poco más que una tapa grande y cara y lo que sirven como ración completa es una media disfrazada con patatas fritas y verduras. Al ritmo que va esto no es descartable que también la supriman en los años próximos y sólo quede la opción de la ración completa.

Valgan unos ejemplos. En el mismo bar de Albareda en el que el bacalao está a precio de oro ofrecen cuatro pedacitos de lomo al xerez (escrito así, con x) por 15,99 y encima dicen que es una ración completa. Pero la clavada no es patrimonio exclusivo de la Plaza Nueva y su entorno. En Santa María la Blanca el plato de jamón está a 16 euros y el de caña de lomo a 18. Las gambas cocidas valen 12 y al ajillo 10. Los chocos y los boquerones están a 8, el pulpo a la gallega a 9, la paella a 7 y cualquier pan de la casa con algo de jamón y tomate alcanza los 10 euros.

En el Salvador los precios no son mucho más baratos. Hay un bar en la Cuesta del Rosario que es famoso por sus tapas pero que en Semana Santa no las tiene en su carta. Eso ya no sorprende a nadie. Ni siquiera los montaditos se venden por unidad. Media o completa. O lo que es igual, tres montaditos por 5 euros o cinco por 7,50. Así que si van dos parejas tienen dos opciones: que uno no coma o que otro se coma dos. La media de solomillo al whisky roza los ocho euros y las patatas bravas cuestan más de tres.

Lo que sí resiste un poco es la cerveza. Sube, como todo, pero no tanto. Aún es posible encontrarla por un euro y lo normal es que llegue a los 1,20 e incluso a los 1,50. Inflación sí, pero despreciable comparada con lo que suben los alimentos. Incluso los refrescos están más caros y hay quien cobra dos euros por una botella de 20 centilitros de Coca-Cola. La mitad de lo que vale el pack ahorro de cuatro litros en el Mercadona.

Los clásicos de la espera también suben. Las pipas y las patatas fritas son fundamentales para hacer más ameno el transcurrir de las filas de nazarenos de una cofradía. Las primeras valen a 0,40 el paquete, más caras que en el fútbol. Las segundas han cogido vuelo. Premio para quien encuentre un paquete de patatas de churrería y no de marca por menos de dos euros. Por su parte, la tarrina pequeña de helado está a 2,60 y la grande a 3,70.

Si se busca bien, y en Semana Santa no siempre hay tiempo para ello, aún pueden encontrarse bares que ofrezcan tapas y no hayan colocado ese cartel en el que se indica de forma educada que en Semana Santa la carta de tapas no está disponible. Uno de ellos es el bar Candelaria, ambiente cofradiero frente a la parroquia de San Nicolás. A dos euros las papas alioli, los pimientos asados, los pinchitos, la ensaladilla rusa y el aliño de langostinos. Y a dos euros también los montaditos de chorizo y queso Roquefort.

También hay bares que mantienen las tapas pero algo subidas de precio, como uno de la calle Santa María la Blanca especializado en el público foráneo. Las más baratas, las de espinacas con garbanzos o habas baby llegan ya a los 2,20 euros. La de pincho moruno y carrillada alcanzan los 2,50. Y por un flamenquín hay que pagar 3,75. También hay platos, claro. El de salpicón de mariscos y el de garbanzos con espinacas valen 7,50. Lo mismo que la tortilla, que cuesta igual que en la Feria del año pasado.

La opción que más seguidores tiene, sobre todo entre los jóvenes, es la del bocadillo. Primero porque hay cientos de puestos para comprar uno rápido y no perder tiempo en comer si se va apurado. Y segundo porque es lo más asequible que se puede encontrar, por lo menos para matar el hambre hasta que se llegue a casa de madrugada y allí se arrample con el frigorífico.

Un bocata de tortilla viene a oscilar entre los 2,50 y los 3,50. Lo normal es que sea un pan pequeño y que la tortilla haya que buscarla por ahí dentro, pero eso ocurre con todo. El de chorizo picante, por ejemplo, está a tres euros. En Los Terceros uno de choped (con una sola loncha) vale dos euros. La lata de refresco en estos sitios no suele pasar del euro.

Una buena alternativa es la de las freidurías. Tienen la ventaja de que no han subido tanto sus precios como los de los bares y restaurantes, pero el inconveniente de que están siempre a rebosar y de que hay que comer de pie o buscar algún lugar para sentarse. Las escalinatas de la Catedral y del Archivo de Indias y los bancos de la Puerta de Jerez y de la Plaza Nueva son sitios estratégicos para ello.

En la freiduría de García de Vinuesa, por ejemplo, el cuarto de adobo y el de chocos están a cinco euros, el de huevas a 6,90, el de merluza a 4,90 y el de croquetas a 3,00. En la de la Puerta de la Carne las croquetas están a 3,25; los chocos y las huevas a 5,50 y el frito variado a 5,25.

Mención aparte merece el bacalao, pez cofrade por excelencia como ya dijo Antonio Burgos en el Pregón y cuyos precios hace tiempo que dejaron de ser populares. 7,50 euros el cuarto, 13 la ración de tortillitas y si lo quieren con tomate preparen el billete de 20 y hasta el de 50 porque lo lógico es que también se pidan algo para beber. Siempre queda la opción de las franquicias de las cadenas de comida rápida, que mantienen los precios de todo el año.

Y preparen también el bolsillo para la Madrugada, sobre todo para desayunar calentitos. La ración de churros con chocolate se ha puesto en cinco euros en la Puerta de la Carne. Eso sí, el encargado advierte que son grandes. Pero el chocolate lo sirven en un vasito similar al de las máquinas de café que hay en todas las oficinas. Y el chocolate solo, sin calientes, cuesta 2,50. Toda una penitencia para el bolsillo.

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