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Francisco José Contreras. Catedrático de filosofía del derecho de la hispalense

"Si queremos evitar el desastre demográfico en España tenemos que reaccionar ya"

  • Este intelectual, que se autodefine como conservador, reflexiona sobre la crisis de la familia, el 'invierno demográfico' o el regreso de la religión Forma parte de la lista electoral de Vox.

Lo primero que ve el plumilla cuando entra en el despacho del catedrático Francisco José Contreras es un póster con las cubiertas de su libro Liberalismo, catolicismo y ley natural, en el que se puede ver a Ronald Reagan con tupé descomunal hablándole a Juan Pablo II, quien mira al horizonte sonriente y confiado. Evidentemente, no estamos en territorio correctamente progresista. El discurso de este intelectual que se define como cristiano y conservador de raíz anglosajona no busca aplausos fáciles ni cómodos lugares comunes. Se podrán compartir o no sus ideas, pero siempre están bien argumentadas y revestidas de esa inquietante lucidez que a veces exhibe el pensamiento conservador. Francisco José Contreras forma parte de la lista de Vox para las elecciones andaluzas. Sin embargo, es difícil imaginarlo recorriendo mercados para besar niños y abrazar pescaderas. Desde el principio de la entrevista queda claro que es una persona tímida y sólo cuando avance la conversación empezará a moverse con comodidad. Su educación es exquisita, un tanto intimidatoria, tanto que casi levanta un muro con el interlocutor. Sabe muy bien lo que quiere decir en cada momento y no improvisa. Posee la virtud de la santa paciencia. El plumilla lo puede certificar.

-No es usted un pensador que siga la corriente principal en una España donde tanto la izquierda como la derecha se autodefinen como progresistas. ¿Se siente  cómodo en la etiqueta de intelectual conservador?

-Sí, reivindico la etiqueta de conservador sin ningún problema. España es el único país donde, al parecer, a nadie le gusta que le consideren conservador, incluso los que objetivamente lo son, lo que no deja de ser una anomalía con el resto de Europa y Estados Unidos, país en el que media opinión pública y medio electorado se autodefinen como conservador sin ningún problema. También es cierto que el conservadurismo norteamericano no es lo mismo que el europeo.

-¿Cuál es la diferencia?

-El conservadurismo norteamericano es liberal; lo que quiere conservar es la inspiración originaria de la nación en el siglo XVIII, los principios de su declaración de independencia, de su constitución, de los padres fundadores -Jefferson, Washington, etcétera-, principios que eran liberales. Precisamente EEUU rompió con Inglaterra para experimentar con un tipo de sociedad distinta, más liberal, democrática, sin diferencias estamentales. Sin embargo, en Europa hubo un conservadurismo antiliberal durante el siglo XIX.

-¿La gran corriente reaccionaria protagonizada por De Maistre, Bonald...?

-Exactamente, pero como decía antes yo me identifico con el conservadurismo-liberal de EEUU, con raíces en la ilustración anglosajona y alemana, que se pareció poco a la ilustración francesa, que fue muy antirreligiosa.

-¿Por qué la derecha española tiene ese complejo de inferioridad intelectual frente a la izquierda? ¿Todavía está pagando los errores del franquismo?

-He pensado mucho sobre este asunto y todavía no tengo todas las claves. El complejo cultural de la derecha frente a la izquierda es evidente y arranca, como mínimo, de la Transición. El complejo de culpabilidad histórica por el franquismo es uno de los factores que lo explican. Sin embargo, curiosamente, en la segunda parte de este periodo  ya se venía preparando ese complejo. En aquellos años, el franquismo pasó a ser una dictablanda y el régimen dejó de ser ideológico para convertirse en tecnocrático, sin un discurso cultural e intelectual potente. En esa derecha tecnocrática del tardofranquismo tenemos quizás un antecedente de lo que ha sido la derecha acomplejada de la Transición.

-Además, más allá de las razones históricas, en la derecha siempre ha habido un cierto desprecio por las carreras digamos intelectuales, humanísticas y artísticas en favor de otras más útiles, como las Ingenierías, el Derecho, los negocios...

-Es cierto, siempre ha habido un cierto descuido de la cultura y una especie de desprecio hacia la batalla de las ideas por parte de la derecha social. Además, en España ha pesado mucho la inexistencia de una derecha liberal y siempre pesó más lo conservador en el sentido europeo y antiliberal... Reaccionarios ante la Revolución Francesa. Los grandes intelectuales españoles de derecha han ido en esa dirección: Donoso Cortés, Vázquez de Mella, Ramiro de Maeztu... Hoy en día es casi imposible defender las teorías de esos pensadores: la unión del trono y el altar, la unidad católica...

-De hecho, al PP le cuesta buscar antecedentes intelectuales con cierta actualidad. ¡Aznar terminó reivindicando a Azaña!

-El antecedente de la FAES se llamó Fundación Cánovas del Castillo, pero claro éste era sobre todo un estadista, no un intelectual...

-El PP ha tenido hasta ahora la habilidad de unificar a toda la derecha, desde la más autoconsciente a la más centrista. Sin embargo, por varios factores le están saliendo competidores tanto por el centro (Ciudadanos y UpyD) como por la derecha con Vox, formación en cuyas listas electorales para las andaluzas figura usted. ¿Por qué ha dado ese paso?

-Porque en Vox veo una defensa clara de los principios en los que yo creo, principios de los que ha dimitido el PP.

-¿Cuáles son esos principios?

-Por ejemplo la defensa de la vida, punto irrenunciable para mí en el que el incumplimiento del PP ha sido bochornoso. En este asunto le ha dado una bofetada a su electorado sin ninguna excusa... Pero hay más cosas en las que el PP me ha defraudado: han pretendido enjugar el déficit público (sin conseguirlo, por cierto, pues sigue siendo muy alto) subiendo brutalmente los impuestos, en lugar de recortando gasto público (especialmente gasto político: burocracia, subvenciones, administración paralela); no han plantado cara al secesionismo en Cataluña ni al nacionalismo vasco; no cuestiona la estructura autonómica de España, con los 17 estaditos; no ha revocado una sola de las leyes ideológicas de Zapatero. La del aborto, por supuesto. Pero tampoco la del matrimonio gay, la del divorcio exprés, las de procreación artificial y experimentación con embriones, la de Memoria Histórica, las de ideología de género (ley de Violencia Doméstica: y me refiero a su parte doctrinal y a la que prejuzga la culpabilidad del varón: no, yo no quiero que se mate a las mujeres, pero tampoco quiero una ley ideologizada que adoctrine a la sociedad en el esquema "varón depredador-mujer víctima"). Por último, el PP no ha hecho nada para afrontar el problema demográfico. Le trae sin cuidado.

-¿No le importa estar en una lista que encabeza el juez Serrano, el cual ha sido condenado por prevaricación?

-Por lo que conozco del caso, la condena fue injusta totalmente. El juez Serrano ya había sido señalado con el dedo por las organizaciones feministas, las que creían que no podía estar en la carrera judicial alguien que criticaba y denunciaba con valentía la ideología de género y las falsas denuncias por malos tratos.

-Sólo hay que echar un vistazo a su currículum para darse cuenta de su vinculación a la Iglesia católica. ¿Qué opina del laicismo?

-Lo primero que me gustaría es distinguir laicidad de laicismo. La laicidad es un invento de la civilización judeocristiana, que ha sido la única que ha disociado con claridad el poder temporal del espiritual, lo que no se da en otras culturas como el Islam. Ya desde Israel se tenía claro que el estado no era sagrado y que el emperador no era Dios y, por tanto, se podía equivocar. El estado laico es neutral con las religiones, mientras que el estado laicista es beligerante con ellas, porque las indentifica con la superstición y las hostiga de forma brutal en los países comunistas y de forma más sutil en las democracias laicistas. Uno de los mecanismos de hostigamiento, por ejemplo, es tratar a los ciudadanos creyentes como ciudadanos de segunda. ¿Cómo? Cuando se les intenta callar la boca cada vez que quieren decir algo alegando que quieren imponer su fe a los demás.

-Ponga un ejemplo.

-Cada vez que el movimiento provida critica el aborto, automáticamente lo que esgrime el otro sector es que está intentando imponer su fe a los demás. Sin embargo, es muy raro que una organización provida utilice argumentos religiosos vinculados al alma. Más bien se utilizan argumentos científicos, como que el embrión tiene un código genético irrepetible, que lo configura como un individuo de la especie homo sapiens distinto de su padre y de su madre. ¿Cuál es la diferencia entre un embrión y un hombre hecho y derecho? Sólo en el tamaño y en el grado de desarrollo, rasgos que Aristóteles hubiese calificado como accidentales, que cambian con el tiempo y no son la esencia. La esencia es la pertenencia genética. Si el tamaño tuviese relevancia moral entonces un recién nacido merecería menos respeto que un jugador de baloncesto. ¿En este argumento hay algo de religioso?

-¿El ya mencionado presidente Rodríguez Zapatero fue especialmente laicista?

-Con Zapatero lo que hubo fue un hostigamiento a todo lo que son los valores tradicionales en el plano familiar, el bioético, la educación... Hubo una batalla cultural deliberada contra la visión conservadora del ser humano.

-Usted ha reflexionado y escrito sobre lo que se ha denominado la cristofobia. ¿En qué consiste exactamente?

-Es el odio al cristianismo. Esto se manifiesta de muchas maneras, como la ya apuntada de callar la boca a los creyentes, cosa que no se hace con los ateos y su cosmovisión. Después hay agresiones más traumáticas, como los ataques de las Femen, las pintadas en las iglesias, alguna bomba casera... Eso está creciendo en toda Europa y ya existe un organismo en Viena que se llama Observatorio sobre la Intolerancia y la Discriminación contra los Cristianos, que hace un informe anual que cada vez es más gordo. Estos ataques son mucho más intensos contra los judíos.

-Hay una larga tradición en Europa de antisemitismo.

-Sí, una larga tradición en la que la Iglesia no está libre de culpa, pero eso ya acabó. Ahora el antisemitismo es islámico.

-Recientemente hemos vivido el suceso sangriento del ataque a Charlie Hebdo. ¿Qué debe primar, el respeto a la libertad de expresión o el respeto a las religiones?

-Es un debate muy complicado. La blasfemia es todavía ilegal en muchos países democráticos y lo era en todos hasta recientemente. Yo no tengo nada claro que la blasfemia tenga que estar penalizada. La blasfemia es una ofensa contra Dios y un estado laico no debe presuponer la existencia de Dios. Además, si la penalización de la blasfemia la justificamos por ser ésta una ofensa a los sentimientos religiosos de las personas entramos en una pendiente muy resbaladiza, porque herir los sentimientos es algo muy abstracto. De hecho, esta teoría, incluso, se puede volver contra los cristianos: los únicos que han tenido problemas con la justicia por abuso de la libertad de expresión han sido obispos que pronunciaron homilías que ciertos colectivos consideraron que herían los sentimientos de los homosexuales. Me inclino por una libertad de expresión legal lo más amplia posible, donde lo único que sea ilegal sea la incitación abierta a la violencia o la calumnia. Dicho esto, lo que hacía Charlie Hebdo me parecía asqueroso y sin ninguna gracia.

-Entre las instituciones tradicionales que están sufriendo mutaciones importantes destaca la familia. Usted, incluso, ha llegado a plantear que la familia está dejando de ser una institución.

-Sí, está claro que hay un proceso de desinstitucionalización de la familia. Una institución es una pauta estable de relaciones entre seres humanos, y son tuteladas por el Estado y promovidas por el derecho porque de su práctica se derivan beneficios no sólo para los interesados sino para la sociedad en su conjunto. Por eso el derecho ha regulado el matrimonio en todas las culturas. La comunidad en su conjunto necesita que haya muchas parejas heterosexuales estables que duren lo suficiente para que tengan tiempo suficiente de procrear y educar a los hijos. En la actualidad se ha perdido de vista este sentido institucional e, incluso, se habla de la privatización de la familia. Ahora se interpreta la familia como una relación afectiva privada y se cree que la función del matrimonio no es otra que certificar y oficializar unos sentimientos... Si el derecho y el Estado han puesto su sello durante milenios sobre el matrimonio no era para bendecir sentimientos -lo cual sería totalitario, porque no necesitamos que el Estado venga a autorizar nuestros sentimientos-, sino para crear un marco estable en la procreación y educación de los hijos.

-Esta crisis del matrimonio puede estar vinculada a lo que usted ha llamado el invierno demográfico.

-El invierno demográfico no es una opinión mía, sino un hecho estadístico que se da en  toda la Europa mediterránea, oriental y central, la cual tiene una tasa de natalidad entre un 30% y un 40% inferior del índice de reemplazo generacional, que son 2,1 hijos por mujer. Unas de las principales consecuencias va a ser la insostenibilidad socioeconómica dentro de 20 años. Pensemos en el sistema de pensiones: en España, si seguimos así, en 2040 habrá dos personas de más de 65 años por cada tres de entre 20 y 64 años.

-¿Y qué cree usted que se puede hacer para mejorar estos índices?

-Hay gente como Alejandro Macarrón, que dirige la Fundación Renacimiento Demográfico y publicó El suicidio demográfico de España en 2011, que está llamando a las puertas de muchas personas e instituciones sin que hasta el momento nadie se lo tome en serio. En demografía no se puede improvisar y si queremos evitar el desastre hay que reaccionar ya. Hay una clara relación entre la erosión de la familia y el hundimiento demográfico, porque la simple cohabitación supone un compromiso mucho más débil que hace que, sobre todo las mujeres, se piensen más el embarcarse en la maternidad.

-¿Pero qué medidas en concreto se pueden tomar?

-Muchas cosas. Por ejemplo, pagar más pensión a las personas que hayan tenido más hijos, lo cual, además, es de justicia.

-¿Que los hijos vengan con una pensión bajo el brazo?

-Sí, es interesante ver cómo el Estado ha ido desplazando a la familia tanto en el cuidado de los niños como en el de los mayores. El problema es que, en un futuro, el Estado no va a poder cumplir, porque no va a haber los suficientes jóvenes cotizando.

-No estamos teniendo en cuenta la posible llegada de inmigrantes.

-Como ya he escrito en un artículo, lo observado en el último lustro permite albergar serias dudas acerca de que la inmigración vaya a seguir siendo un lenitivo de la crisis demográfica española. En efecto, lo que se ha producido ha sido, por el contrario, el retorno de muchos inmigrantes a sus países de origen, al reducirse las oportunidades de empleo por la crisis. Peor aún: España ha vuelto a convertirse en un país de emigrantes; decenas de miles de nuestros jóvenes mejor formados están dejando el país. Macarrón ya ha avisado de que es seguro que no volveremos a ver una avalancha inmigratoria como la que se produjo entre 1998 y 2008.

-¿Usted observa como otros pensadores un resurgir del fenómeno religioso?

-Max Weber daba por supuesto que la modernización económica, social y técnica implicaba la secularización. En realidad, esa pauta sólo se ha cumplido en Europa, pero no en el resto del mundo, donde vemos que países que se están modernizando, como China o Rusia, están viviendo un renacer religioso pese a los intentos deliberados de acabar con la religión de los regímenes comunistas. EEUU, que está a la vanguardia de la modernización, sigue siendo tan religioso como hace cincuenta años. También se está produciendo un resurgir islámico con consecuencias perturbadoras.

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