Sevilla

Del récord histórico a la turismofobia

  • Sevilla huele la polución de visitantes que sufren ciudades como Venecia y trata de diseñar una estrategia que, a día de hoy, pasa por la imposición de una tasa que cada vez gana más adeptos

Turistas toman fotografías en la Plaza Virgen de los Reyes.

Turistas toman fotografías en la Plaza Virgen de los Reyes. / juan carlos vázquez

Justo la misma semana en la que los vecinos de Venecia han salido a las calles para protestar por la invasión de turistas, Sevilla ha acogido unas jornadas para debatir sobre el futuro de este sector en una capital donde las estadísticas de afluencia de visitantes se celebran con bombo y platillo cada mes. Uno tras otro desde hace más de un año se destrozan los récords históricos. ¿Dónde está el techo? ¿Es que lo hay? Debe haberlo porque, de hecho, en ciudades como Barcelona o la italiana a la que se hacía referencia antes ya se ha tocado ese tope. ¿Sevilla lo tiene? Hoy camina por una senda que conduce a compararla en materia turística con las grandes capitales europeas, léase Roma, Londres, París o Bruselas. A esta aspiración se une el hecho de que cada vez más turoperadores estén eligiendo España como destino turístico, lo que garantiza un crecimiento en los próximos años que, por ahora, tiene más que ver con el low cost (y esos turistas cuyo mayor gasto es en suelas de zapatos, que diría el agente sevillano Antonio Távora) y con que se esté trabajando desde las administraciones públicas para mejorar las conexiones del aeropuerto de San Pablo.

Sevilla ha olido ya el riesgo de polución turística, como dicen algunos, que desemboca en una amenaza mayor: la turismofobia. No parece que la capital andaluza se vaya a despertar hoy con pintadas del tipo "Stop guiris" o "Turismo=cáncer" que han aparecido en Palma de Mallorca o Barcelona. Pero lo cierto es que la marea de turistas que circula desde hace meses por Sevilla resulta un poco hartible ya a algunos en la ciudad, sobre todo a quienes abominan de ese turismo de chanclas y sobaco que descansa en la jungla de veladores y pizarras en la que se han convertido ciertos enclaves del casco histórico.

Lejos de cualquier exceso de celo conservacionista, la situación requiere de una regulación. Y en eso está ahora el Ayuntamiento de Sevilla. Por suerte, los encargados de regir en estos momentos el devenir del turismo lo tienen muy claro. Lo primero es hacer ver a la ciudadanía la importancia del turismo, esa industria que supone el 15% de la economía total de la ciudad. Y para eso hay que explicar que el turismo que necesita Sevilla no es precisamente ese de bajo coste que llena los fines de semana la capital de ruidosas despedidas de solteros o que cuelga el cartel de lleno en los apartamentos turísticos sin control en bloques de residentes donde convivir con el visitante de turno es un calvario.Y también que no sólo se trata de invertir en promoción y acarrear grandes masas hasta Santa Justa y el aeropuerto, sino de invertir en la ciudad. Dice el delegado municipal de Turismo, Antonio Muñoz, que hay que tener la casa en condiciones. Y no se equivoca. Es más, lo tiene tan claro que en ocasiones dice sentirse como Galileo Galilei, cuando dijo que la tierra era redonda. Esto es, cuando dice con valentía que Sevilla tiene que imponer una tasa a los turistas y muchos (son menos de los que parece) aseguran que no lo entienden.

Sevilla dispone aún de tiempo para elaborar un plan estratégico capaz de evitar en el futuro la saturación y los riesgos de un crecimiento sin control del turismo. Y ése es el argumento por el que el Consorcio de Turismo ha organizado esta semana la Sevilla Week Tourism, una cita que ha sido todo un éxito, pues no es fácil reunir en un foro a más de 1.500 personas para debatir de temas controvertidos en una ciudad experta en convertir cualquier discusión en agria polémica. En ese marco se han podido oír voces, ciudadanas e independientes, que tienen mucho que aportar al futuro de la industria y que desentonan notablemente con las voces oficiales a las que habitualmente la prensa pone el altavoz. Y es bueno que el Ayuntamiento tienda puentes con estos jóvenes empresarios y emprendedores que tienen otra visión de Sevilla.

En esas jornadas se han puesto sobre la mesa muchos temas: las oportunidades desaprovechadas por la ciudad, la necesidad de ampliar el espacio turístico a otros puntos o de incorporar la agenda cultural a la oferta turística, de crear una nueva marca...Y todos han desembocado en la necesidad de contar con mayores recursos para ofrecer un producto diversificado y de mayor calidad.

¿Cuál es el turismo de calidad? No sólo tiene que ver con el gasto por visitante o el nivel del establecimiento donde éste se aloja. También con el tipo de empleo y la profesionalidad de los trabajadores de este sector, con la calidad del servicio que se ofrece en un hostel o en un cinco estrellas, así como la de los recursos que presta la ciudad. Y para todo esto hace falta dinero. Si éste no llega de la mano de las administraciones públicas, vía subvenciones, tampoco de los residentes o de los empresarios, vía impuestos, tendrá que venir de los turistas. Y para eso está la famosa tasa. En el marco de las citadas jornadas, el alcalde, Juan Espadas, que hasta ahora no había querido enfadar a la Junta de Andalucía, contraria a esta iniciativa, se pronunció con contundencia a favor de esta fórmula. Y no fue el único. También hubo hoteleros y hosteleros que se sumaron a la idea. Parece que hay bastante más consenso en el sector que en las esferas políticas. Superar esos complejos también es otro reto. Dice el profesor Domenéc Biosca, experto en turismo, que no se muere de éxito, se muere de errores. Y visto lo que está ocurriendo en capitales como Venecia o Barcelona, Sevilla ha emprendido un camino seguro. A ver si la Junta de Andalucía no lo tuerce.

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