Historias de la transición

La reivindicación de los desagravios

  • Dos de los encargados de organizar la mayor manifestación convocada en Sevilla recuerdan, 35 años después, aquel 4 de diciembre, el día en que Andalucía clamó por su autonomía. El debate cobra de nuevo actualidad.

La idea fue de José Rodríguez de la Borbolla, que entonces había sido nombrado secretario general del PSOE de Andalucía. Y Francisco Rodríguez, que era el responsable de relaciones políticas del partido, fue el primero en conocerla una mañana de otoño tomando una cerveza en la Encarnación. Los socialistas pretendían sacar a la calle al máximo número de andaluces para clamar por la autonomía.

Apenas habían pasado cuatro meses desde las primeras elecciones legislativas de la democracia, donde arrasó la izquierda, y se acababa de crear la Asamblea de Parlamentarios Andaluces, constituida por los candidatos electos, diputados y senadores, y cuyo objetivo era el de redactar un proyecto de Estatuto y que se reconociera la Autonomía de la región andaluza. La manifestación del 4 de diciembre pretendía también respaldar el trabajo de los parlamentarios, que perseguían que Andalucía no se quedara fuera de juego en el nuevo mapa de España. Quienes vivieron ese momento histórico recuerdan hoy que pocos sabían entonces qué era realmente la autonomía. En realidad, la gente salió a la calle para rebelarse contra la emigración, el paro y las penurias del campo. Y, en definitiva, para mostrar su orgullo de ser andaluz, un lema que agarró con fuerza el andalucismo emergente del PSA.

Así lo recuerdan, 35 años después, Francisco Rodríguez, Curro, y Antonio Falcón mientras pasean por la ahora Avenida de la Constitución, el escenario de este episodio de la Transición. Ellos representaban entonces al PSOE y al PCE, respectivamente, y participaron en la comisión técnica que negoció y preparó la marcha. Hoy coinciden en que una movilización así vendría bien para aclarar las ideas en el nuevo debate sobre las autonomías abierto en España. "El agravio comparativo ayudó entonces, pero hoy las circunstancias son otras", apunta Falcón. Para empezar, según apunta Rodríguez, los políticos no eran profesionales. Ambos pertenecen a una generación de militantes que entregaban hasta el 10% de sus salarios y que ponían todos sus recursos, desde el Renault 5 a sus propias casas, al servicio de sus siglas. "Hoy la clase política está muy desprestigiada y no sería igual de fácil", apunta Falcón.

Pero tampoco lo fue en 1977. Las conversaciones se rompieron varias veces a lo largo de los meses de negociación. Curro Rodríguez coincide con Antonio Falcón en que la clave estuvo en el acuerdo que el PSOE alcanzó previamente con el PCE. Las relaciones no eran fáciles porque los comunistas no entendían todavía bien cómo los socialistas les habían adelantado en los recientes comicios, según explican los dos veteranos. Falcón recuerda con admiración la labor de Manuel Benítez Rufo, que se quedó al frente del PCE tras el desarme de la cúpula tras el Proceso 1.001, rodeado por jóvenes.

Falcón tenía sólo 26 años cuando se organizó la manifestación y Rodríguez había cumplido los 31, aunque militaba desde los 15, primero en la JOC. "Recuerdo que mi madre me reprochó que llevara aquel día un jersey tan llamativo, pensaba que me señalaría", apunta el socialista. Ya eso no importaba. El exilio y las sedes clandestinas pronto serían historia.

A Curro Rodríguez se le encomendó la seguridad de la manifestación que pretendía ser una marcha pacífica y que sólo se manchó de sangre en Málaga con la muerte del joven militante de CCOO Manuel José García Caparrós. En Sevilla fueron conatos y algunos destrozos al paso de la marcha por la sede de Fuerza Nueva. "Entonces intentaban que toda manifestación acabase en carga policial", explica Rodríguez, que todavía rememora como los radio-teléfonos que sólo tenían los socialistas sirvieron para controlar a la masa. Falcón recuerda que el éxito fue del servicio de orden organizado para la ocasión y conformado básicamente por los trabajadores de las grandes empresas que entonces tenía la ciudad: Astilleros, Fasa, Casa, Isa, Uralita, Hytasa, Cross o Landis. "Era fácil que el PCE tuviera en cada fábrica a más de 200 afiliados", advierte Falcón.

Las complicaciones fueron otras. El tema de la bandera no era nada pacífico y a punto estuvo de dar al traste con la convocatoria. Alianza Popular (AP) pretendía que la bandera nacional figurase en la cabeza de la manifestación junto a la andaluza, que no había sido aún reconocida. Pero el resto de los convocantes, hasta seis partidos más, se negaron al entender que lo que realmente se reivindicaba era la identidad andaluza. Pero la bandera blanca y verde no era oficial. El PCE ya había aceptado la enseña roja y gualda; los socialistas mantenían cierta ambigüedad entre la tradición republicana y la oportunidad democrática que se abría con la monarquía; y los de AP se mostraban forzados por Fuerza Nueva que, al final, sacó esta enseña a la calle. Aunque la presión popular hizo que se retiraran algunas, con águila incluido, de los balcones de la Avenida.

La convocatoria supuso "el despertar del pueblo andaluz". Después hubo otros 4 de diciembre. Un año después, se firmó ese mismo día el Pacto de Antequera, un acuerdo por la autonomía promovido por Plácido Fernández Viagas y rubricado por las once fuerzas políticas implantadas en Andalucía. En el 79 ya se celebró el Día de Andalucía, eso sí, dos días antes del 4 de diciembre para intentar que la fiesta fuese en sábado. Hasta que en el 80, ese mismo día y en Carmona, se constituyó oficialmente la comisión encargada de redactar el Anteproyecto de Estatuto de Autonomía, ratificado diez meses después en referéndum popular y que dio paso a las primeras elecciones autonómicas andaluzas que pusieron a Rafael Escuredo como presidente . "Él fue el hombre clave", dice Rodríguez, que recuerda con cariño cómo le tumbó en un congreso su teoría del nacionalismo de clase. El poder de Escuredo estaba en la calle, en su cercanía al pueblo.

Hoy la apuesta de la Junta de Andalucía es por el federalismo cooperativo como respuesta a los problemas de convivencia que están apareciendo en España. El debate de la autonomía está de actualidad. Pero cuesta imaginar otra manifestación como la del 77.

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