Sevilla

A mis soledades voy

  • Conferencia. Jaime Rodríguez Sacristán interviene como ponente en unas jornadas sobre la soledad, un día después de que Ismael Yebra presentase su libro sobre la clausura

Amis soledades voy, de mis soledades vengo. Con versos de Lope de Vega, es el viaje que en menos de 24 horas ha hecho el psiquiatra Jaime Rodríguez Sacristán. Un viaje desde la soledad elegida, la que vivió durante la presentación en la Fundación Cajasol del libro de Ismael Yebra Entre monjas y frailes, a la soledad impuesta, la que lo convocó como ponente a las quintas jornadas sobre Humanización de la Salud que ayer y hoy se dedican al tema Soledad versus Relación. Con una mesa redonda posterior con el testimonio de cuatro personas que combaten la soledad: Águila, Carlota, Juan Carlos y Rafael.

Si uno la elige, la soledad es la mejor compañía. Si te elige a ti, mal asunto. Ismael Yebra ha buscado la soledad en San Pedro de Cardeña, en Santo Domingo de Silas, la encuentra en su autenticidad con las monjas de clausura de Sevilla, a quienes dedica el libro que le presentó mi compañero y amigo Carlos Navarro Antolín. La otra soledad, la impuesta, es como el cobrador del frac. La temes, pero no la esperas. Cuenta Ismael que en uno de esos monasterios rodó Orson Welles Campanadas a medianoche, la historia que Hemingway ambientó en la guerra civil española. A esa soledad no elegida, que a tantos visita, nunca soledad tan poco solitaria, le ocurre como a las campanas del poema de John Donne con el que Hemingway abre su relato: que doblan por ti y por mí.

Se suele decir que la literatura, el arte en general, sólo trata de dos temas universales, el amor y la muerte. A ellos habría que añadirles la soledad, que el primero mitiga y la segunda puede ser causa o efecto. "Te sentirás acorralada / te sentirás perdida o sola / tal vez querrás no haber nacido". Pocos lo han dicho mejor que José Agustín Goytisolo en Palabras para Julia que con la voz de Paco Ibáñez nos parten el alma. El mayor de los Goytisolo murió el mismo día que Juanita Reina y a él le debemos la teoría de la relatividad de la soledad: "Un hombre solo, una mujer / así tomados de uno en uno / son como polvo, no son nada…".

Amor y muerte que aparecen juntos en el título del último libro de Gustavo Martín Garzo, No hay amor en la muerte, en el que novela el fallido sacrificio de Isaac por parte de Abraham, su padre, y el de las tres religiones abrahámicas: cristianismo, judaísmo e islamismo. Experiencias de soledad pasaron ayer por el pabellón de gobierno del Hospital Universitario Virgen del Rocío.

El viaje de Jaime Rodríguez Sacristán en estas soledades de Lope es un trayecto apasionante. A la presentación del libro fueron médicos amigos del doctor Yebra, aunque fue el americanista Pablo Emilio Pérez-Mallaína el que le atendió una crisis de tos con un salvífico caramelo; el médico y novelista Paco Gallardo se quedó fuera porque no quedaba un solo asiento libre. El arzobispo presidió el acto e hizo inventario de los conventos que han cerrado sus puertas. Clausura de clausuras.

Las celdas de la soledad impuesta son tremendas: no se ven, son sutiles pero terminales. Soledades. Antonio Machado les dedicó hasta un libro: "He andado muchos caminos;/ he abierto muchas veredas;/ he navegado en cien mares,/ y atracado en cien riberas. / En todas partes he visto / caravanas de tristeza,/ soberbios y melancólicos/ borrachos de sombra negra…".

El tema de la mesa redonda de ayer, El rostro de la Soledad, evoca estampas cofradieras, delicias de proporción e imaginería de San Lorenzo o San Buenaventura, pero esta Soledad produce otro tipo de lágrimas, en el fondo las mismas porque la Semana Santa no deja de ser el dolor de una madre por el sufrimiento de su hijo.

En este programa de mano está la soledad en personas mayores, en enfermos oncológicos, entre niños y adolescentes, en las mujeres, en pacientes de Salud Mental y en personas que viven en la calle, esa clausura al aire libre, a la intemperie.

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