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El valor del respeto

  • ¿Quién se atreve a quejarse a un tipo amable y servicial que se para para saludarle por la calle? Aunque sobren las razones... Esto explica parte del tirón que mantiene Zoido.

MÁS de dos y tres sevillanos han insistido al alcalde esta semana para que entrase en su caseta y aceptase una copa de vino. Suele ocurrirle, y no sólo en Feria. Quienes hayan tenido la ocasión de pasear o seguir de cerca a Juan Ignacio Zoido desde que llegó a la Alcaldía -antes también- habrán comprobado que es imposible que dé tres pasos seguidos sin pararse con alguien para saludarle, sin esperar necesariamente a que el ciudadano en cuestión tome la iniciativa. Zoido se presenta como un hombre sociable, cordial y cariñoso. Suele caer simpático, y es educado y muy servicial. Son todas cualidades que le han permitido crearse una imagen -sea del todo verdadera o no- que, a su vez, lo convierte en un hombre respetado. ¿Quién se atrevería a increpar o lanzar una queja en público a un tipo agradable y gracioso que se para en plena calle para preguntarle por todos y cada uno de la casa? Tal vez tenga razones de sobra para abordarlo de otra forma, pero su estilo desmonta cualquier atisbo de acrimonia.

Quizás esto ayude a entender por qué a estas alturas de un mandato en el que queda demasiado por hacer el alcalde pasea por la ciudad sin percibir apenas malestar ciudadano. Atrás quedó la fiebre de la Zoidomanía de los primeros meses del gobierno de la histórica mayoría absoluta. Pero, casi dos años después, el alcalde sigue recibiendo besos y aplausos por donde va. De vez en cuando se da un baño de autoestima aprovechando su recurrente agenda de micropolítica en los barrios. De vez en cuando usa el transporte público para testar la temperatura de la ciudad. Y es cierto que él sólo percibe aliento. Cree que recibe lo que da. Esta semana lo ha podido comprobar en el recinto ferial, donde está representada también toda Sevilla. Las muestras de cariño han sido infinitas.

A lo mejor basta con quedarse unos pasos atrás para ver la realidad desde otro prisma. Después del abrazo y el saludo de turno, ¿qué dicen los sevillanos cuando el alcalde sigue su camino? No hay que fiarse. También es muy sevillano eso de poner buena cara y por detrás intentar clavar el puñal... Y Zoido conoce bien la idiosincrasia de la ciudad. Por eso cuesta entender su exceso de confianza, que ya se ha reseñado en otras ocasiones en este mismo espacio.

Por un lado, el PP está minusvalorando la labor y capacidad de la oposición, quizás no le falte alguna razón para ello; y, por otro, está más que convencido de que la memoria es frágil y de que todavía queda partido, o mandato, para remontar. Esto último es cierto, pero esta calidad quebradiza sirve para todas las fuerzas políticas y también debería quedar aún margen para que el PSOE dé la vuelta al marcador.

Zoido sabe jugar bien sus bazas. Y una de ellas es mostrarse como él, y quienes le rodean, asegura que es Juan Ignacio. Su cercanía es un punto a favor y su forma de comprometerse con la ciudadanía le sirvió para recibir hace dos años muchos votos (de confianza) prestados. Se cansó de repetir que no defraudaría a ningún sevillano, pidió perdón en su primer balance de gestión por no haber podido hacer más cosas, y juró que sacaría al día una o dos horas más para buscar soluciones a los problemas de los sevillanos, una lista que encabeza el empleo. A Zoido se le tiene por un hombre de palabra. ¿Cómo va a cumplir con todo lo que ha dicho? Es difícil imaginarlo.

En el gobierno local la línea de meta se sitúa en el último trimestre del año. El equipo de Zoido cree que la clave está en el último año y medio antes de las elecciones. Y que, para entonces, todo estará listo para revalidar la mayoría y consagrar a Zoido como alcalde de Sevilla para mucho tiempo más.

El alcalde confesó en público esta semana que su futuro está en la Alcaldía de Sevilla, tras renunciar a liderar la candidatura a presidente de la Junta de Andalucía. Desde el PSOE el anuncio se interpretó como la confirmación del fracaso de Zoido como líder regional del PP. ¿Es que alguna vez quiso serlo? Tal vez sí, no hay político que no tenga aspiraciones de ascender. Pero es posible que no entrase en sus planes inmediatos. De momento, Zoido ha conseguido el respeto ciudadano que merece siempre un alcalde, al menos en las formas. Y eso se lo ha ganado a pulso, con sus siglas, las de su nombre, no las del partido.

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