Los invisibles

"Aquí no se venden libros, se venden portadas bonitas y títulos curiosos"

DE directora de marketing de una firma de electrodomésticos a editora. Rosa García Perea (Coria del Río, 1965) no es muy exigente: sólo tiene prohibido editarse a sí misma. Por ahora.

-¿Los libros le vienen de familia?

-No. De familia recibí dos cosas: mis padres eran tenderos los dos, como yo lo fui, y conservo el alma de tendera, en el sector de electrodomésticos. Mi padre trabajaba en Astilleros, empezó a vender televisores a dita, de la época de Lopera, y dejó el trabajo. Una locura, según mi madre. Lo mismo que hice yo, que hipotequé mi casa para crear esta editorial.

-¿Para publicar sus libros?

-Yo me tuve que ir fuera para publicar. En una editorial de poesía de mujeres que existe en Madrid, Torremozas. Un suicidio.

-¿Quién le influyó más, Kelvinator o Westinghouse?

-Kelvinator me suena más poético y familiar. Esos nombres, como Balay, Edesa, Fagor, me recuerdan mis primeras escaramuzas furtivas como escritora.

-¿Llegó a los lectores?

-Incluso muy lejos. Gané algunos certámenes de poesía y hasta uno de relato en Uruguay. El correo era como el de Miguel Strogoff. Un día recibí en casa un diploma y la comunicación de que había ganado el premio con mi relato La mariposa azul. Con la foto de una señora a la que yo no conocía recogiendo el premio por mí.

-¿Le persigue el color azul?

-Jirones de azul es el primer libro de poesía que publiqué. Es el nombre que le puse a mi dominio en internet y cuando me aventuré con esta empresa, seguí apostando por él. Primero en mi casa. Mi madre y mi hermana creían que estaba loca cuando cogía el teléfono: Jirones de azul, dígame. Era yo sola con mis cuatro gatos.

-De su casa al Edificio Presidente.

-Mis albañiles van a la par que los que hacen la portada de la Feria. Cuando terminemos, les echamos una mano.

-En este edificio inicia Roger Wilson su novela 'El ciego de Sevilla'. ¿Edita a autores extranjeros?

-Cuando convocamos el primer certamen, de los cuatro ganadores, tres eran argentinos. Uno de ellos pensaría que era el Planeta. Tuve que alojarlo en mi casa.

-¿A quién no editaría?

-Por ahora, a mí misma. Me tengo vedada. Ya veremos qué pasa cuando salga de esta locura. Cuando voy a Madrid, me quedo en casa de mi editora, Luzmaría Jiménez Faro, que era muy amiga de Gloria Fuertes y recibió su legado cultural cuando murió. Yo duermo en la biblioteca de Gloria Fuertes y me gusta repasar las anotaciones de sus libros. No se cortaba un pelo. Luzmaría me lo dijo: la editora mataba a la escritora. Aparte de esa cuestión más bien biográfica, yo no publicaría lo que se repite. Y tampoco libros de tema rosa. Recibo muchos manuscritos en plan tomate, pero esos lectores son más de revista que de libro.

-¿Qué libro le marcó?

-La voz a ti debida, de Pedro Salinas. Yo soy muy comilona, y me llevé un mes sin desayunar para poderme comprar la edición de Losada. Cuando una creía que un libro de poemas de amor te abriría las puertas de todo.

-¿Qué es más fácil vender, un libro o un frigorífico?

-No son mundos tan diferentes. A veces una nevera tiene más profundidad que una novela. En Sevilla no se venden libros; se venden portadas bonitas y títulos curiosos. Mucha cultura y literatura de barra de bar, pero la gente que va a la Casa del Libro se deja llevar por los colores de la portada.

-¿Un libro para calentar?

-Como agua para chocolate, de Laura Esquivel. O Cómo atar los bigotes a un tigre, de Gloria Fuertes.

-¿Un libro para enfriar?

-A mí me dejan fría esos libros en los que el autor coge un templario, un masón, una catedral, una niña mona, un arqueólogo y los mezcla a ver qué le sale.

-¿Qué revolución vivió detrás de los mostradores?

-La de la vitrocerámica. Fue impresionante. Y la de las secadoras. Llegué tarde al plasma. Vendí los últimos televisores en blanco y negro. Eran portátiles de catorce pulgadas. Y una excentricidad, unos frigoríficos de butano para la gente del campo. Viví la época del vídeo Beta y el VHS, que parecen cosas de trogloditas. Y el principio de los CD, cuando la gente decía que la segunda cara no funcionaba porque le daban la vuelta.

-¿Busca un perfil de escritor?

-Todo lo contrario. Aquí, en los 50 volúmenes publicados hasta ahora, tenemos de todo. Hasta una niña de 11 años que ha hecho un libro bilingüe, La amapola que cambió de posición, con ilustraciones de su hermana, que tiene nueve años. Un libro en el que se habla de anorexia, de terrorismo. La niña es una profesional.

-¿Ha recibido textos de futuros candidatos en campaña?

-Queremos mezclarnos poco con los organismos oficiales. Yo no sé a quién votan los señores a los que edito. Ni los que los van a leer.

-¿Una debilidad?

-Editar libros de periodistas. Como poeta, tengo predilección por la economía del lenguaje.

-¿Un libro te puede cambiar?

-¡Hombre! Si alguien dice que le ha cambiado El código da Vinci, es que su vida es muy cutre. Pero como libro de playa está muy bien. Como las películas de tiros y puñetazos.

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