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Efemérides

Una venta en la que se para el tiempo

  • La Real Venta Pilín, fundada por un banderillero de Juan Belmonte y diseñada por Aníbal González, cumple un siglo

Una venta en la que se para el tiempo

Una venta en la que se para el tiempo / José Ángel García

Cuando uno cruza la puerta de madera del edificio primitivo de la Real Venta Pilín tiene la sensación de haber atravesado una puerta del tiempo. En sus paredes no caben más cuadros. En ellos aparecen los pabellones que se levantaron para la Exposición Universal de 1929, muchos hoy demolidos, toreros y carteles taurinos del siglo pasado, como Juan Belmonte, en cuya cuadrilla estaba el banderillero Feliciano González Pacheco Pilín, fundador de esta venta el 5 de abril de 1918, y cuyos nietos ayer celebraron su centenario.

Una fotografía algo amarillenta de medio cuerpo del rey Alfonso XIII preside la pared de la derecha.El monarca visitó el lugar en abril de 1925 –como destaca la placa de cerámica de la portada original de la venta– y le otorgó al lugar el título de Real. A su derecha, detrás de la barra y ya en color, unos jóvenes reyes Sofía y Juan Carlos comparten pared con el monarca junto a un cartel original de la Exposición Universal de 1929. Allá donde se mire hay una curiosidad. En el techo, las vigas de madera dejan al descubierto las tejas de cerámica, todas ellas con el sello escrito de 'Sevilla (Triana)'. Al lugar no le falta detalle, ni la chimenea, ni el botijo de cerámica, ni la cabeza del jabalí disecado ni la jaula del canario, con el animal incluido. Y todo esto se encuentra en plena ciudad, en Tablada. La diferencia es que hace 100 años allí no había nada y hoy está rodeado de edificios, y ahora también de casetas de feria

El médico Aníbal González, nieto del famoso arquitecto del mismo nombre, contempla las estampas de la pared junto al histórico dirigente socialista de Sevilla José Caballos, cliente habitual desde hace años de esta venta, según confirma uno de sus dueños. Aníbal González reconoció que nunca antes había visitado este lugar aunque sus hijos sí. "Los dueños me llamaron y me invitaron a la celebración del centenario porque mi abuelo fue el que diseñó los planos de la venta", explicó González.

En la biografía del banderillero Feliciano González Pacheco Pilín, fundador de la venta, el propio Feliciano narra que en 1915 un barracón en obra se derrumbó causando muchos heridos. Pilín ayudó en el rescate de las personas accidentadas y como muestra de agradecimiento el arquitecto Aníbal González le ofreció 100 pesetas. El banderillero rechazó el dinero porque, según le dijo, lo hizo de forma voluntaria. Unos años después, Pillín pensó en abrir una venta y pidió ayuda al famoso arquitecto, quien elaboró los planos y envió a un encargado y a dos operarios para su construcción. González sólo le cobró los materiales.

La historia la recordó este jueves una de los diez bisnietos del fundados, la más pequeña, Mercedes, durante el discurso previo a que se descubriera un azulejo conmemorativo por los 100 años. “Esta es una casa humilde. Con los mismos aromas y recetas de familias de hace un siglo, recetas que no se pueden escribir en un papel, sino que se transmiten a través del cariño”, manifiestó la joven. “Estamos viviendo uno de nuestros mejores momentos, con las terrazas llenas. Y los años de incertidumbre e incomprensión vividos no tienen cabida en este discurso. Sólo nos quedamos con el apoyo que nos mostraron nuestros clientes, que se comportaron como si fueran miembros de nuestra familia”.

"Cuando mi abuelo abrió esto, nadie quería este terreno y ahora nos lo quieren quitar”

Con estas palabras, Mercedes hacía referencia a los años de litigio sufridos por la familia González-Mazón, propietaria de la venta, para evitar la expropiación de los terrenos y la demolición del edificio por parte de la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Sevilla, propósito que finalmente paralizó una sentencia del Tribunal Supremo. La joven Mercedes no quiso hablar del tema pero lo cierto es que ayer, junto a la alegría de la celebración, éste fue el tema principal de los corrillos, tanto de los propietarios como de los fieles clientes.

“Aquí se han vivido muy buenos momentos. Yo y tres hermanos más nacimos aquí. Pero también momentos muy malos, como el intento de expropiación. Cuando mi abuelo llegó aquí, nadie quería este terreno y ahora lo quiere todo el mundo, nos lo quieren quitar. Pero nosotros vamos a seguir aquí, trabajando y sacando esto adelante, y eso que hemos tenido muy buenas ofertas que nos han tentado a vender, pero aquí seguimos”, comentó Feliciano González, uno de los seis hermanos propietarios. “Hoy es un día de muchas emociones.Me acuerdo de mis padres, que se conocieron aquí. Mi madre trabajaba aquí y se enamoró de mi padre, que era el propietario. Pero también me acuerdo de lo mal que lo hemos pasado durante ocho años, desde 2003, cuando intentaron quitárnoslo todo, nuestra vida”, añadió Mercedes González, otra de las propietarias. “Hoy nos reímos, pero, entonces, yo sentía como que se me iba un ser querido”.

Con los años, la venta ha ido creciendo de forma un poco desordenada, con nuevos añadidos, terrazas y barras en el exterior, pero conservando su esencia familiar. De hecho, todos los invitados eran familia o clientes habituales, entre ellos algunos miembros del PPy del PSOE. Algún que otro pato y pavo real también se coló en la fiesta. “Siempre recuerdo haber visto pavos reales aquí, uno de los grandes reclamos para los niños”, señaló uno de los invitados. “Recuerdo de joven, incluso antes de entrar en la Universidad, haber celebrado aquí fiestas para recaudar fondos para el viaje de fin de curso”, continuó.Cien años después de su apertura, el establecimiento sigue vivo y la cuarta generación, formada por 10 primos, ya trabaja en él para continuar con la tradición.

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