Sevilla

Las verdades de Berjano

 Las verdades de Berjano

El Pregón de la Semana Santa de 2014 tuvo un profundo carácter catequético       La cruz fue el argumento principal de 

la exaltación, que duró una hora y media

Un Pregón particular. Alejado de lo acostumbrado. Sin ripios forzados que dejan en cueros al pregonero que quiere agradar. Sin palabras huecas y vacías. Un texto con mucha verdad. Con contenido. Denso. Sesudo. Muy trabajado y estudiado. Elaborado. Escrito desde la fe de un cofrade, hermano mayor, comprometido con la Iglesia y con sus hermandades. A corazón abierto. Francisco Berjano Arenado trasladó ayer a la Sevilla cofradiera su visión de la Semana Santa. De las cofradías. Lo que son y lo que, según él, deberían ser. Hacia dónde van y cómo van. Y lo más meritorio: fue él mismo. No se disfrazó de nadie. Así lo anunció desde el momento de su designación. El Pregón gustó, y mucho, al respetable que se encontraba en el Maestranza. Y tal vez fuera, sobre todo, por eso, porque Berjano fue Berjano. Y eso hay que agradecérselo. También afirmó el pregonero que terminaría a las dos de la tarde. También lo cumplió. El pregonero fue de menos a más, eso también se percibió, y aunque desde el principio se le notó seguro de sí mismo, y de su texto, conforme avanzaban en la lectura el público se fue entregando. Fue de menos a más. No fue, también hay que decirlo, lo que muchos entienden como un Pregón: un anuncio de la Semana Santa, aunque esto igualmente lo advirtió. Sí lo fue cuando se detuvo en la cofradía de la Paz, al principio, y con esa letanía que repitió al final.

Afirmó con mucho tino el arzobispo, monseñor Asenjo, con el Pregón ya escuchado, que había sido como un vademécum o una guía práctica de lo que debía ser la vida de un cofrade. No podría definirse de mejor modo el Pregón de Francisco Berjano. El prelado estaba feliz y contento. Había asistido a un Pregón con una alta carga de eclesialidad. La anunciada y esperada. Y había escuchado, por boca de un cofrade y hermano mayor, verdades como puños sobre las hermandades y cofradías. Verdades que otros muchos no se atreven a decir. Se habló de los cultos, de la tarea formativa de las hermandades, de su labor evangélica y del apostolado, de cómo se deben vivir esos principios evangélicos desde el seno de estas corporaciones para transmitirlo, de la caridad... y en el centro de todo el mensaje estuvo la cruz, "bastión sobre el que se apoya nuestra fe". En la cruz con Cristo, como refirió Berjano. Todos los mensajes los fue trasladando de manera sencilla, con humildad, con seraficidad, como su Hermandad de la Vera Cruz.

El texto lo fue salpicando con las advocaciones de los cristos y las vírgenes de las hermandades. Desde el Señor de la Victoria y la Virgen de la Paz a la santísima Vera Cruz. Así consiguió trasladar de manera más gráfica y eficaz el mensaje que quería transmitir. Terminó, y prácticamente empezó con el lema franciscano: paz y bien. Enriqueció todas las reflexiones que fue desarrollando con anécdotas y vivencias propias. Algunas muy emocionantes, como en la que recordó a su madre y enlazó con una de sus devociones, la Virgen de las Tristezas, para proclamar un sentido: "¡Te quiero, te quiero y te quiero!". U otra que le valió para exclamar que todas las hermandades conducen a un mismo Dios. Un hermano suyo crucero, extranjero, enamorado de la Semana Santa que viene cada año para realizar su estación de la penitencia con la Vera Cruz le llevó al pastor de su diócesis un DVD con algunas de sus cofradías para transmitirle su experiencia, sus vivencias con la Semana Santa sevillana. A los días fue a preguntarle qué le había parecido: "La Macarena y la Esperanza de Triana, de alegría; la Vera Cruz y el Silencio, de penitencia. Dos formas distintas, pero bonitas, de llegar a Dios". Ése es el núcleo de la Semana Santa: puede ser vivida y sentida de manera diferente en lo superficial, pero todas conducen a un mismo Dios. Por cierto, que aquel pastor -reveló Berjano- era el arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Jorge Bergoglio, hoy papa Francisco.

Se acordó el pregonero de muchas personas que ya no están. El primero, del pintor fallecido poco antes de la cuaresma Daniel Puch: "Dejó su caballete y sus pinceles, que ya no le hacían falta, y marchó en busca del padre". Se inventó el verbo cirenear para hablar del amor necesario para alcanzar la cruz. "Tomar con amor tu cruz y la del prójimo y caminar". Las personas que sufren en la vida, las que soportan una pesada cruz, que la viven pendientes de su prójimo. "¿Qué hay detrás de todas ellas? ¿Quién hace que se olviden de los problemas, de sí mismas, para estar siempre atentas al que a su lado está? ¿En quién confían? ¿En quién se apoyan? Muy claro lo tenía: en el Señor del Gran Poder. El que todo lo puede. En este pasaje el pregonero tuvo palabras para su mujer, Pilar, con problemas de audición, o para las personas invidentes que cada Viernes de Dolores visitan la capilla del Dulce Nombre de Jesús y ven al Cristo, los pasos o las insignias con sus manos.

Otra vivencia personal utilizó el pregonero para advertir del modo que tienen los cofrades de tratar sus imágenes sagradas: "El modo de llevar en ocasiones nuestros pasos, de cómo suena a veces la música, de nuestra actitud ante los mismos o, incluso, de la forma de enfocar las propias relaciones entre los hermanos y la vida de hermandad".

Pidió la celebración de unos cultos "dignos y austeros", con una liturgia adecuada y proporcionada que sirva para llegar a Dios. En los que lo popular y costumbrista, no nuble el auténtico sentido religioso. Y, por supuesto, la formación estuvo muy presente. Aseguró que, en buena parte, la falta de formación causa la secularización que también invade a las hermandades. Instó a los cofrades a ser "obreros del evangelio". Una formación necesaria para poner en práctica los principios evangélicos.

La caridad, "quizás el flanco que mejor funciona en las hermandades", reveló Asenjo, sirvió para repasar algunas de las grandes obras que hacen las hermandades. Como el Dulce Nombre de Bellavista con su comedor, o la O con su fundación que ayuda a las madres. "Miremos a nuestro interior, seamos sinceros con nosotros mismos y llegaremos a la conclusión de que algo más se puede hacer. No sólo en el plano económico, que también, principalmente desde la implicación personal". Una caridad que debe empezar por el amor al prójimo: "Con qué facilidad largamos! ¡Es la especialidad de la casa!".

El final fue para su hermandad de la Vera Cruz. "Creo que no hay una manera más íntegra de tomar nuestra cruz y seguir a Cristo que tratando de crucificarnos con él, en su cruz, de estar con él en su cruz. Al Cristo de la Vera Cruz dedicó la única poesía de su Pregón antes de una coda en la que volvió a repasar lo que para él eran las cofradías. La dedicatoria fue para todas aquellas personas del entorno cofradiero que se quedan con lo adjetivo y no con lo sustantivo. Con lo superficial y no con el meollo. Berjano dijo ayer las verdades del barquero.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios