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Ser visibles sin que se les vea

  • La mitad del cielo. Satisfacción y curiosidad en los aledaños de la basílica del Gran Poder por la histórica decisión de aprobar la estación de penitencia de nazarenas

CUANDO Manuela Sierra entró en la tienda del Gran Poder, Maribel le dijo: "Lo hemos conseguido". Manuela ya lo sabía. "Me enteré en el programa de televisión de Paco Robles. Me puse a pegar saltos, a llorar, toda la noche sin dormir. ¿No ves cómo tengo los ojos?". Manuela se casó el día de la Inmaculada de 1968 en el Gran Poder con José, hoy jubilado de Flex y hermano de la Macarena. "Cada vez que veía al hermano mayor del Gran Poder le decía que no me quería morir sin salir al menos un año de nazarena".

Maribel no lo tiene tan claro. Está vinculada al Gran Poder desde que tenía 17 años y pronto rebasará el medio siglo. "No me veo yo de esparto", dice quien trabaja en las dependencias comerciales de la hermandad y es de la junta de gobierno de la hermandad de Gloria del Rosario de los Humeros. "Creo que hay cosas más importantes en las nuevas Reglas que lo de las mujeres. Por ejemplo, el cambio del ejercicio fiscal o los nuevos cultos".

Es el segundo muro que derriba Manuela Sierra. "Hace catorce años, las mujeres conseguimos salir en Santa Marta". Cada Lunes Santo sale con su hija Manoli. José Luis, su hijo, es de la Estrella. Ana Victoria de Zayas acaba de cumplir 25 años. Nació en febrero de 1985, el año que dio el pregón José Luis Peinado y salió de viacrucis el Baratillo. "Soy hermana desde noviembre del año pasado", dice Ana, hija de Rodrigo de Zayas, hermano del Gran Poder que donó a la hermandad un órgano barroco. ¿Saldrá la noche del 1 de abril? "Es una decisión personal", dice esta joven que acabó estudios de Filología Italiana y empezó Criminología.

No hubo Otumba en la calle Hernán Cortés, donde está la casa-hermandad del Gran Poder. "Han logrado algo grande, histórico", dice Javier Solano, camarero de Casa Ricardo (antigua Casa Ovidio) desde 1986, un año antes del primer viacrucis del Gran Poder. Es hermano, igual que su mujer, Eva María Barbero, que podrá estrenar la túnica, y sus hijos Francisco de Borja y Natalia, que tendrá que esperar con sus cinco años, pues el límite de edad sigue establecido a los catorce.

"Aquí estuvieron unas quince mujeres celebrándolo", dice Jesús Morales, el camarero de Casa Ricardo que las atendió mientras brindaban y llamaban al mayordomo. "Las mujeres estaban dentro y los maridos, casi todos de la junta, fuera". El hermano mayor, dos priostes, dos mayordomos. "Mucha gente pedía el desayuno y preguntaba lo de las mujeres", dice Luis, camarero de El Sardinero, que fue hermano "y lo dejé porque siempre me coge trabajando".

Por San Lorenzo pasa José Ribas, profesor de Derecho Romano que imparte una asignatura que parece un antecedente de la Criminología que estudia Ana de Zayas. Da todos los años en la Facultad un curso sobre el Proceso a Jesús. "Claro que es relevante la presencia de las mujeres. Empezando por la referencia alegórica a las hijas de Jerusalén. Claudia Prócula, la mujer de Poncio Pilatos, tiene un sueño al que los antiguos le dieron mucha importancia, porque los sueños tenían categoría de pruebas. Está la leyenda de la Verónica y la madre a los pies de la Cruz". Manuela Sierra traduce al román paladino la asignatura. "Siempre he dicho por activa y por pasiva que todos los hombres, empezando por quien está en el altar, vinieron al mundo por una mujer. ¿Por qué nos van a discriminar?".

La calle Jesús del Gran Poder es por nombre y proximidad un buen microcosmos para plantear el debate. Rosario tiene 38 años, viene de limpiar un par de casas en la calle Jesús del Gran Poder. "Estupendamente, de lujo", dice sobre la medida esta mujer de Camas, donde hay una hermandad del Gran Poder "en la que ya salen mujeres nazarenas".

Eva Leal, periodista, lleva un pedido de revistas a la Casa de las Sirenas. No lo tiene muy claro. "Las tradiciones son tradiciones, vamos a terminar bailando sevillanas en la Semana Santa". Nacida en Gerena, vive la dualidad propia de los pueblos. "Está la Verónica y la Soledad, los de arriba y los de abajo. Por parte de padre me visto de los morados y por parte de madre de los verdes".

Dos Manolis sevillanas y una Elvira peruana. "La Biblia condena estas cosas", dice una de ellas. Son testigos de Jehová en pleno apostolado y no aceptan que se haga alarde del sufrimiento del hijo de Dios. Javier Castro, dueño de Casa Joaquín, es hermano del Gran Poder (y Eva, su esposa, de la Macarena: curioso reparto matrimonial de cofradías) y no estuvo en la votación "porque coincidió con la hora del partido". Noche histórica para el Sevilla (nueva final) y para el Gran Poder.

"He recibido el último boletín de la hermandad", explica Javier. "Viene el censo de hermanos por barrios. Lo curioso es que el centro, donde está la cofradía, es el que menos hermanos aporta". Cada viernes, hermanas ahora visibles del extrarradio convierten los autobuses 13 y 14 -también las mujeres entraron en Tussam- en antesalas de la basílica.

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