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Abjuración de la fe (3-1)

  • El Sevilla de Sampaoli es sometido por un Atlético que maneja mucho mejor todos los conceptos del fútbol.

  • Mientras los blancos tocaban y tocaban, el rival marcaba goles.

Jovetic, presionado por tres jugadores del Atlético.

Jovetic, presionado por tres jugadores del Atlético. / Inma Flores

Baño conceptual en el Vicente Calderón. Mientras el Sevilla de Jorge Sampaoli trataba de tocar y tocar la pelota sin aproximarse apenas a la portería de Oblak, el Atlético de Madrid proponía un estilo futbolístico consistente en protegerse de manera adecuada y llegar en el menor número de pases posible hasta Sergio Rico. El balance final no pudo ser más favorable a los locales, que pudieron firmar una goleada escandalosa de no ser porque sencillamente lo tuvieron hecho con el rotundo tres a cero que registraba el electrónico a falta de poco menos de un cuarto de hora y desde ese momento subieron el pie del acelerador.

De no haber sido por eso y por las acertadas actuaciones de Sergio Rico en la recta final, está claro que el resultado hubiera sido aún más diáfano, pero de lo que nadie podrá tener ni la menor duda a la hora de efectuar el balance final es que el Sevilla, utilizando la palabra que le gusta a su entrenador en este tipo de análisis, fue sometido por una escuadra que fue siempre al frente. Fue el triunfo nítido de la verdad del fútbol sobre una mentira, y permítase este término para nada peyorativo en este caso, basada en sobar el esférico a un ritmo en el que es imposible sorprender al adversario que está enfrente si éste tiene siquiera un mínimo de organización y de solvencia a la hora de defenderse.

Además, la transmisión de los propios futbolistas hacia el exterior fue de que habían abjurado completamente de las ideas balompédicas de su cuerpo técnico. No fue una rebelión, en absoluto, porque el Sevilla siguió buscando el mismo camino desde el minuto uno hasta el 94, que es el resultado de sumar las dos prolongaciones decretadas por Gil Manzano. Los sevillistas, con Nasri a la cabeza de las operaciones, no cometieron un delito de sedición, pues tocaron hasta la última jugada, aunque supieran todos, los 14 jugadores que saltaron al césped que ése no era el camino, que era imposible sorprender al Atlético de semejante manera.

Y el ejemplo más claro tal vez se pueda hallar en el propio gol de Correa, por mucho que éste ya no tuviera ninguna importancia en el recuento de los hechos. Fue paradójico que se produjera en la única acción rápida y con escasos toques, escasos segundos después de que Sergio Rico se quedara con las manos con un balón que había intentado picarle Fernando Torres completamente en solitario. Desde ese momento hasta que Correa dribla a Savic en carrera y se planta en solitario delante de Oblak transcurrirían menos de 30 segundos. Es indudable que era el único camino para hacerle daño a la tropa de Simeone, pero la estrategia elegida por Sampaoli era completamente la contraria, mantener el control del balón y llevarlo de un lado a otro para protegerlo. Pero, bueno, habrá quien piense que ésa es la mejor vía para jugar al fútbol moderno, las copias de la que implantara Pep Guardiola en su Barcelona, sin tener en cuenta que no todos los equipos tienen la suerte de contar con Messi, Xavi, Iniesta y Busquets en su plantilla para desarrollar semejante idea balompédica.

Yendo al principio de los hechos, hay que tener en cuenta que se anunciaba el enfrentamiento entre esas dos tendencias en el desarrollo de este juego, entre el camino recto de Simeone y los recovecos de Sampaoli. Era, sin duda, un atractivo del choque entre el Atlético y el Sevilla, además de la pelea por el tercer puesto, y eso tal vez llevara al entrenador sevillista a querer lucirse con una innovación inesperada. Los muñecos elegidos tras la decepción de Leicester no eran tan novedosos, sin embargo, como la ubicación con la que partieron. Escudero acompañaba a N’Zonzi en el medio centro para que Sarabia fuera el lateral largo por la izquierda, apoyado por Ben Yedder en la protección de ese costado. Mariano tampoco era un lateral al uso y obligaba a Vitolo a bajar más de la cuenta. Sólo Nasri tenía libertad dentro de un dibujo en el que sí se percibían tres centrales puros.

Correa dispara para batir a Oblak en el gol del honor sevillista. Correa dispara para batir a Oblak en el gol del honor sevillista.

Correa dispara para batir a Oblak en el gol del honor sevillista. / Inma Flores

Un verdadero galimatías, en definitiva, en el que casi nadie parecía sentirse a gusto y menos aún un bloque que empezó a verse agobiado por un Atlético que sí sabía dónde presionar para hacer daño de verdad. El resultado fue un primer aviso de Gameiro con un balón picado al larguero en el minuto 13, diez antes de que Sampaoli se diera cuenta del error en el planteamiento y mandara a Escudero a la izquierda para que todo fuera más normal y, al menos, el Sevilla tuviera el balón en su poder.

Pero era una circulación cargada de falsedad, tanta como la caída de Ben Yedder ante Oblak en el único acercamiento sevillista del primer periodo. Hasta que Godín castigó a ese estilo futbolístico con un remate de cabeza en solitario en una falta horriblemente defendida. La falta, indirecta, tenía a Mercado, Escudero y Sarabia pendiente de rematadores como Godín y todos los altos en la barrera. El castillo de naipes que era el Sevilla se había derrumbado.

Sampaoli trató de cambiar con Jovetic por Lenglet en el descanso, pero ya es una situación algo vista. El Atlético fue sumando ocasiones claras y goles casi de la misma manera y suerte tiene el Sevilla con no haber salido con un resultado mucho peor. Las cosas de las modas en este deporte llamado fútbol, aunque casi siempre la verdad acaba imponiéndose a la impostura, sobre todo cuando se abjura de esa fe por parte de quienes deben llevarla a cabo, los futbolistas.

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