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Al duende le salen canas

  • Jesús Navas se convierte a sus 32 años en mito en activo del Sevilla al alcanzar el récord de 416 partidos

Jesús Navas, ante Luna en una de sus características  acciones durante el partido  416 con al camiseta del Sevilla.

Jesús Navas, ante Luna en una de sus características acciones durante el partido 416 con al camiseta del Sevilla. / Antonio Pizarro

Fue una fría mañana de otoño, sobre un campo de albero embarrado. La historia es bien conocida de tantas veces que ha tenido que contarla Pablo Blanco ante otros tantos hitos que ha ido protagonizando Jesús Navas. El coordinador de cantera del Sevilla acudió a Los Palacios a ver a un portero y se encontró a un chavalín menudo, muy enjuto, que driblaba por igual a los más corpulentos rivales que a los charcos. Blanco ni se podía imaginar entonces, hace casi 20 años, que estaba descubriendo al que sería el jugador que más veces ha vestido la camiseta del Sevilla, al jugador que lo desbancaría de la cima de ese privilegiado escalafón. Ante el Levante, el palaciego superó al sevillano. 416 partidos alumbran su feraz y única trayectoria.

Fuente: José Mérida y elaboración propia. Gráfico: Departamento de Infografía Fuente: José Mérida y elaboración propia. Gráfico: Departamento de Infografía

Fuente: José Mérida y elaboración propia. Gráfico: Departamento de Infografía

Y lo que le queda. Porque con 32 años cumplidos su privilegiado físico y su profesionalidad le van a dar cuerda. A poco que se enchufe... Con la sordina de un feo empate ante el Levante, en otro día de lluvia, Jesús Navas jugó su partido oficial número 416 defendiendo el escudo del Sevilla. Ya no es titular fijo, pero esos 18 minutos que jugó ante el equipo valenciano, desde que sustituyó en el minuto 76 a Mercado hasta que Iglesias Villanueva pitó el final en el minuto 94, lo encumbran como un mito en activo del club nervionense. Al palaciego se le vieron muchas ganas en su cita con la historia, pero la noche no estaba para fiestas y el homenaje que le preparó el club quedó ajado. Ya tendrá tiempo para demostrar que su regreso al Sevilla, al que llegó con 15 años, no ha sido sólo para inscribir con números de oro su nombre en un museo sin vida. Aun sin estar en su cénit, el récord debe relanzarlo. Sólo hay que dejarle espacio...

Por bonhomía, por su proverbial timidez, fuera del campo, porque, como dice Blanco, en el terreno de juego no es nada tímido, por su deportividad, por su talento natural para correr la banda derecha, por su compromiso con unos colores que abandonó por un escaso periodo de cuatro años, Jesús Navas es irrepetible. Sus números impresionan. Es el jugador sevillano, sevillano de Los Palacios, con más títulos en su palmarés: dos Copas de la UEFA, Eindhoven y Glasgow; dos Copas del Rey, en el Santiago Bernabéu y el Camp Nou; una Supercopa de Europa, en Mónaco ante el coloso Barcelona, y otra de España, con aquella goleada histórica en el Bernabéu al Real Madrid. Y a ellos une el Mundial de 2010 y la Eurocopa de 2012, títulos que logró como sevillista.

Y sus noches de gloria también tienen jalones memorables, inolvidables. No sólo las de Eindhoven o Glasgow, donde sirvió a Kanoute el crucial 1-2 en la prórroga, el 16 de mayo de 2007. Más de un año antes, el 27 de abril de 2006, fue el artífice del pase que su amigo y compañero Antonio Puerta convirtió en el gol más importante de la historia del Sevilla. Y el 19 de mayo de 2010 hizo el definitivo 0-2, en el minuto 91, tras un eslalon impresionante desde el medio campo con el que remató al Atlético de Reyes, Forlán y Agüero. Con ese gol le brindó al fallecido Puerta la Copa del Rey, el título que el Sevilla le debía al héroe caído.

Luego llegó la noche de Sudáfrica, en la que su eslalon en la prórroga posibilitó el gol de Iniesta y el Mundial para España. Fue el 11 de junio de 2010. Jesús Navas estaba en su plenitud, aunque no sería hasta tres años después cuando hizo las maletas, eso que siempre tanto le costó, para irse al Manchester City. Este verano volvió. No sólo para quedarse. Quiere, y debe, seguir lustrando su impresionante historia. Él, que tanto dio, se lo debe dar a sí mismo.

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