resumen de la temporada

Un feo sobresaliente que pudo ser matrícula de honor

  • El Sevilla rozó el techo de la Liga, debió amarrar ser tercero... y a Sampaoli dejó de interesarle el proyecto

Sampaoli sigue un partido desde la banda

Sampaoli sigue un partido desde la banda / Pizarro

Se diga lo que se diga, se pueden herir sensibilidades. Con lo cual, se asume que resumir la temporada del Sevilla de Sampaoli lleva implícito dejar descontentos por el camino y ganarse enemigos a las mínimas de cambio.

Analizando los fríos números, que desde aquel gol de Rodri en Almería con Antonio Álvarez en el banquillo no acababa el Sevilla cuarto en el campeonato español, no se va mal encaminado si se califica la temporada de sobresaliente. Porque además no era fácil la empresa por empezar desde cero, con una plantilla nueva, un cuerpo técnico nuevo y, sobre todo -porque se vendió así-, un modelo nuevo. Y, por apuntar algo más, con un intento de huida ya en pretemporada. Pero luego llegan los matices y ahí entran en juego muchas cuestiones que pueden tirar para un lado o para otro. Especias que pueden llevar el guiso a dulce o a salado y, además, de todo tipo y color.

El Sevilla tocó el cielo, el sevillismo se dejó en embaucar por un prestidigitador del fútbol que se encontró con todo a favor y que llegó a contagiar una fe sin límites, hasta el punto de hacer soñar a una parte de la afición con lo imposible, con discutir la hegemonía del fútbol en España, con volver a aquella época dorada en la que con Juande Ramos el Sevilla llegó a las jornadas finales con opciones de ganar la Liga.

Para los que pesó más las últimas sensaciones que dejó el paso por el Sánchez-Pizjuán de Sampaoli la lectura es otra. El Sevilla se dejó devorar en poco menos de un mes una ventaja de nueve puntos con el Atlético de Madrid en la tercera plaza, perdió la oportunidad de hacer historia en la Champions dejándose remontar por un equipo menor como el Leicester y tiró la Copa del Rey poniendo un once muy discutible en la ida en el Bernabéu sin delantero y con Ganso en el equipo. Aparte de no competir prácticamente en ninguna de las dos Supercopas ante el Real Madrid y el Barcelona en dos opciones de título antes de comenzar la Liga. Esto es lo de siempre. La botella medio llena o medio vacía.

Las formas con las que el menudo entrenador argentino ha preparado su huida han condicionado de alguna manera la evaluación del expediente, pero no debe ser lo único, puesto que desde mucho antes dio muestras Sampaoli de, como suelen decir nuestras madres, llevarlo todo para delante. Con un arranque espectacular y un modelo un tanto desenfadado y casi suicida, Sampaoli, utilizandos sus propias palabras, empezó a colonizar mentes, aunque más bien la realidad tuviera que ver con otras cosas. Muchos partidos ganados en el último momento con un golpeo a balón parado de Sarabia, defectos en el sistema defensivo que evidenciaban un desprecio absoluto por esta fase crucial y necesaria del juego al menos a este lado del Atlántico. Pero ni el sevillismo ni los que estaban dentro daban crédito a lo que veían en la tabla. El Sevilla les aguantaba el pulso a los grandes y ponía tierra de por medio con el Atlético en la tercera plaza. Una especie de extasis llegó coincidiendo con el triple duelo con el Real Madrid, o mejor dicho, el doble enfrentamiento en tres días en Nervión, en Copa y en la Liga. Y como fue siempre o casi siempre a lo largo de una primera vuelta de ensueño, lo que estaba perdido empezó a cambiar con un golpeo de Sarabia a falta de cinco minutos al final y la venganza que el destino le tenía guardada a Sergio Ramos. Aquella remontada hizo vibrar a media Sevilla y a Sampaoli, sacar pecho ante toda España. Entrevistado por Valdano, hablaba de filosofía y de Messi, se vio el nuevo rey de los banquillos mientras Luis Enrique anunciaba su adiós al Barça. Todo idílico hasta que una mala gestión de la eliminatoria de Leicester cambió el paso. Aquel día se quería "meter en la cama" y sólo cuatro después lo desnudaba el Calderón con aquella falta indirecta defendida como si fuese directa. Sampaoli ya no podía ganar la Liga y el Sevilla, directamente, dejó de interesarle.

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